lunes, 8 de febrero de 2010

A la guerra, pues

A la guerra, pues
Jean Meyer El Universal 07 de febrero de 2010


“Concibo una sociedad en la que todos, contemplando la ley como obra suya, la amen y se sometan a ella sin esfuerzo; en la que la autoridad del gobierno sea respetada como necesaria; mientras el respeto que se tributa al jefe del Estado no es hijo de la pasión, sino de un sentimiento razonado y tranquilo. Gozando cada uno de sus derechos, y estando seguro de conservarlos, así es como se establece entre todas las clases sociales una viril confianza y un sentimiento de condescendencia recíproca, tan distante del orgullo como de la bajeza.

Conocedor de sus verdaderos intereses, el pueblo comprenderá que para aprovechar los bienes de la sociedad, es necesario someterse a sus cargas. La asociación libre de ciudadanos podría reemplazar el poder individual de los nobles, y el Estado se hallaría a cubierto contra la tiranía y contra el libertinaje”. Cuando leo a estudiantes esas frases de 1835 (Tocqueville), captan su actualidad, por más que no existan los nobles.
Entiendo que en nuestro Estado democrático la sociedad no permanecerá inmóvil al llamado de la presidenta del IFAI; Jacqueline Peschard dijo que luchará en los tribunales por el derecho a la información, gran conquista que aprobaron unos políticos que no habían leído el texto de la reforma o no habían entendido sus consecuencias. Peschard pide que la sociedad acompañe al IFAI en su defensa de la transparencia amenazada por la reforma introducida por el gobierno (PRI) de Campeche que permite que un tribunal revise las resoluciones de la comisión local de transparencia; amenazada por el alegato que mandó el procurador general de la República a la Suprema Corte para que valide la reforma. Lo terrible es que el gobierno del DF y los estatales gozan ya de una enorme falta de transparencia y parece que el gobierno federal quiere seguir su ejemplo.
Esto ocurre a vísperas de la apertura del periodo de sesiones del Congreso, cuando se aproxima la temporada de elecciones estatales. Hay una propuesta presidencial de reforma política en el Senado y se esperan algunas propuestas de la indispensable reforma fiscal, pero los augurios son malos. Bien lo dijo Muñoz Ledo en estas columnas (30 de enero): “En Xicoténcatl se escenificó un verdadero aquelarre (…) el espectáculo de la frivolidad e incompetencia política frente a la necesidad imperiosa de lanzar un proyecto constituyente”. Termina su artículo, afirmando que acabar “con un sistema cerrado exige ante todo abolir la cerrazón mental y emprender la batalla frontal contra quienes lo encarcelaron. En una palabra: demanda grandeza”.
Grandeza e inteligencia las han tenido los ciudadanos de San Andrés Larráinzar, en Chiapas y nos dan un ejemplo que debería inspirarnos, a nosotros y a nuestros políticos, que quieren encontrarse en una guerra total en la cual todo se vale y que tienen como lema “¡A la guerra, pues!”.
San Andrés, mundialmente famoso por los Acuerdos del mismo nombre; nos ofrece una sorprendente historia en la obra Los indígenas de Chiapas y la rebelión zapatista. Microhistorias políticas, libro coordinado por Marco Estrada y Juan P. Viqueira. Ese pueblo de casi 20 mil habitantes había proporcionado un gran contingente militar al EZLN que participó a la toma de San Cristóbal y a los 12 días de combate. Como estaba dividido en dos bandos casi iguales, hubiera sido “normal” la guerra civil, la lucha a muerte entre las dos mitades, la del EZ, la del PRI. ¡Oh sorpresa! No hubo enfrentamientos violentos, ni muertes. Segunda sorpresa: funcionaron en forma paralela dos ayuntamientos, el del PRI que ganaba fácilmente unas elecciones a las cuales no podían participar sus adversarios, por orden del EZ; el municipio autónomo zapatista: una doble autoridad que, lejos de amenazar la paz social, la afianzó.
Una fuerte voluntad negociadora por ambas partes, la capacidad de unirse cuando lo pide el bien común, unos buenos dirigentes (que no hubiesen logrado nada sin el apoyo de sus seguidores), una gran obra colectiva. Habían empezado por la guerra, luego demostraron que hay otros caminos, supieron parlamentar y contemporizar, comprender a sus adversarios, lograr consensos para asuntos vitales, sin excluir el disenso.
¡Qué ejemplo de madurez!
jean.meyer@cide.edu
Profesor investigador del CIDE

No hay comentarios:

Publicar un comentario