domingo, 4 de abril de 2010

La Iglesia del silencio

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Soledad Loaeza La jornada 2 de abril de 2010
En los años álgidos de la guerra fría la Iglesia católica en los países del este de Europa, miembros del bloque socialista, era conocida como la Iglesia del silencio. La represión estatal –nos decían– prohibía a la Iglesia la difusión de su mensaje evangélico y de su trabajo pastoral. El Estado totalitario silenciaba a la Iglesia y al hacerlo impedía la prédica de la verdad. Las denuncias de la Iglesia mártir eran un componente central de la propaganda anticomunista en los países de América Latina. Poco pensábamos entonces en el valor que la Iglesia siempre había atribuido al silencio, y recibíamos esas acusaciones como prueba de la perversidad profunda del comunismo.
Ahora sabemos que la Iglesia del silencio también es la que deliberadamente calla sus propias fallas, encubre los crímenes de sus sacerdotes y con ello pretende mantener autoridad moral para condenar lo que a ella le parece mal: la planificación familiar, el aborto, el matrimonio entre personas del mismo sexo.
Estas causas son difíciles de defender en el contexto de una sociedad que se moderniza, pero hoy la Iglesia difícilmente puede erigirse en juez de los comportamientos sociales pues tiene que defenderse de escandalosas revelaciones relativas a sacerdotes que abusaron sexualmente de niños que estaban a su cuidado. Las acusaciones fueron formuladas en algunos casos hace tres décadas; sin embargo, las autoridades eclesiásticas aconsejaron a los quejosos, y a los obispos que querían detener los abusos sexuales de malos curas, que guardaran silencio. Sometidos por el voto de obediencia, los religiosos callaron, mientras los violadores de niños seguían actuando a sus anchas incluso en las mismas parroquias en las que habían sido denunciados.
Muchas de estas historias ocurridas en Estados Unidos y en Europa, en particular en Irlanda y en Alemania, han sido publicadas por The New York Times en semanas recientes. Por esa razón, el Vaticano emitió una protesta contra reporteros y editorialistas de ese periódico, que –dice– ha sido injusto con la Iglesia y ha presentado una imagen parcial y sesgada de los hechos.
La reacción es injustificada. Si leemos los acontecimientos tal y como los presenta The New York Times, la actitud de la Iglesia no se aparta de los patrones establecidos de una institución que ha puesto siempre su propia salvación por encima de la de sus fieles, o incluso de seres humanos que si bien no eran creyentes también eran hijos de Dios. Pensemos nada más en el silencio cómplice de Pío XII respecto del exterminio de judíos en los campos de concentración nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Entonces el silencio también fue un arma, pero en este caso, como ahora, en manos de la propia Iglesia.
Hoy el reproche fundamental de las autoridades vaticanas en contra de la prensa es que trata este asunto con escándalo, y uno se pregunta: ¿acaso no es escandaloso que un sacerdote a cargo de niños sordomudos haya abusado de más de 200 de ellos en un lapso de casi un cuarto de siglo, como lo hizo Lawrence Murphy en Milwaukee? ¿No es un escándalo que, en su momento, la denuncia contra este mal cura, que presentó ante el Vaticano el obispo de Wisconsin, haya sido pasada por alto, porque de todas formas cuando llegó a conocimiento del cardenal Ratzinger –según las fechas que da el Vaticano– Murphy ya estaba muy enfermo y como se iba a morir muy pronto enfrentaría el juicio de su Creador?
No es escandalosa la información acerca de estos crímenes. Lo escandaloso son los crímenes mismos, el hecho de que los sacerdotes violadores de niños se hayan aprovechado de seres vulnerables que no tenían más protección que la de Dios frente a sus apetitos y su egoísmo. Su comportamiento es reprobable también porque fue un abuso de confianza y un abuso de poder. Imaginemos qué puede pensar un niño a solas con un sacerdote que es el representante de Dios sobre la tierra, de sus avances, sus peticiones y sus exigencias. No queda más que obedecer.
En días pasados el periódico Reforma publicó una fotografía en la que se ve a Marcial con consagradas del Regnum Christi, la elite de la orden millonaria que fundó Maciel. Pero de la foto mencionada lo que más sorprende es la presencia de todas estas mujeres sometidas a la voluntad y a las mentiras de este hombre –al que sus seguidores pretendían santificar. También llama la atención su actitud. No están incómodas, parecería que están más bien confusas, como si estuvieran halagadas de estar en compañía de un hombre al que miraban como a un santo, pero en realidad ¿qué pensaban?, ¿qué sabían?, ¿qué callaban?
The New York Times apunta a la discrepancia fundamental entre una Iglesia que entiende la violación de niños como un pecado que es perdonado, si existe arrepentimiento sincero, y no como lo entienden las autoridades civiles: un crimen que merece castigo. La Iglesia tampoco quiere discutir las causas posibles de este comportamiento. Pero lo más irritante es que pretenda mantener un régimen de excepción –que hasta ahora sólo ha servido para solapar a los criminales– y dejar a los pecadores en manos de la justicia divina, como si tuviéramos certeza de que existe.

comentarios



  • CIERTAMENTE!
    José Ma. Martínez
    Ciertamente jovencita Loaeza, el problema para los niños a los que se pretende hacer creyentes es que dios no existe.



    • El fuero de los curas y la pederastia
      Gustavo Alberto
      No entendì lo que quizo decir Jose Ma Martìnez, lo que si logro entender el porque el poder polìtico encubre a los pederastas catòlicos pues son èstos ùltimos los que tranquilizan al rebaño ante los crìmenes del poder polìtico y econòmico en contra de la poblaciòn mexicana pues, los agravios (aunque dolorosos) son ìnfimos comparados con los crìmenes de la clase polìtica y econòmica; Que tristeza tanta infamia y que tristeza tanta ignorancia en nuestro pueblo



    • su incredulidad no la puede generalizar
      irma diaz
      Respondo a esta persona que dice que dios no existe.El nox puede hacer tal afirmacion,x k cada ser humano se conduce de acuerdo a su fe y su creencia. entonces si para jose ma. martínez no existe Dios, es su muy particular punto de vista la periodista Loeza solo narra hechos de los cuales la iglesia catolica ha callado y si quisieramos esculcar la historia, existen otras religiones que tambien han hecho lo mismo



      • incredulidad...generalizada?
        David Robles
        Con respeto, Irma Diaz: Ni conozco a JoseMaMa...ni lo voy a defender.Dicho esto, yo-como tu dices- soy tambien incredulo, pues me es imposible creer en un dios egolatra, vanidoso, prepotente, y que ademas con sus ausencia; ha permitido, de alguna manera, que su mas cercanos servidores se conduzcan en la forma que lo hacen...asi como la gran mayoria en este pais profeza sus creencias, no solo particularmente, sino de una manera masiva,pues usan cuanto medio tienen a su alcance para hacerlo, asi tambien yo, Josemama o quien sea puede expresar que dios no existe al fin las probabilidades de que exista o no son las mismas. No porque Hittler haya exterminado miles de judios, quiere decir que yo,tu o algun extremista islamico tenga permiso y justificacion para volver a hacerlo... que importa que otras religiones hayan perpetrado crimenes contra otros indefenzos. Lo que importa es que en la que tu crees...no lo haga nunca mas.



    • de un hecho comprobado parten a meteaphisica
      luis
      hm, de hecho lo que nos interesa y lo que se exigue es que se castige esos crimenes, no si hay dios o no, esas son ya cuestiones personales que al derecho no le incumbe (creencias religiosas) ahora estos niños y sus padres son los que deciden si creen o no creen decision de ellos, de algo tan concreto como es un abuso del poder eclesial partes a algo tan subjetivo como creer o no creer par diez!!. De hecho no nos importa en este caso tal autoridad divina sino la positiva y humana. Creo que aprovecharse de una situacion tan dolorosa para promover fines ideologicos, es triste,y abusiva



  • roberto vidales
    Negligencia: sed de PODER
    El silencio de una autoridad que puede detener, prevenir y sancionar un abuso es en sí mismo otra forma de abuso, superior en daño y responsabilidad que el abuso original. Se llama NEGLIGENCIA: NO actuar, NO hacer; CALLAR y MANDAR CALLAR. EL objetivo inmediato es el encubrimiento, el objetivo principal del silencio y del encubrimiento es "evitar el escándalo", conservar la buena imagen de la institución. Quien escandalizare haría daño a la imagen de la Iglesia católica, lo cual no sólo no se puede permitir, se debe condenar. Entonces la política es callar, no decir, no hacer, ENCUBRIR. Quien DESCUBRE el abuso y al abusador y a sus encubridores, no está haciendo justicia, no está ejerciendo su legítimo derecho a denunciar; no, está ESCANDALIZANDO. Por ello se dirige la condena no al abusador ni al encubridor de éste, sino al descubridor de ambos: está escandalizando, está ensuciando nuestra imagen sagrada. Nos está deslegitimando, nos quita lo más preciado que tenemos: PODER.



  • demonios
    gonzalo
    Lo que se me hace increible es que todavia a estas alturas halla personas que crean que los curas son los representantes de DIOS.



  • Soledad Loaeza
    Jorge Olguin Torres
    Dios no existe y si existe cual de ellos es Los humanos necesitamos de muletas para vivir y los sacerdotes de cualquier religion se las proporciona nada mas que hay que pagar con dinero y/o especie



  • Fe y moral
    Carlos
    Felicito a la Dra. Loaeza por este comentario; un tema tremendo que desnuda a un poder y una institución. Pero creo que el problema no es si existe o no Dios; eso lo define cada quien según su fe, intereses y creencias. Siempre he pensado que la religión es un asunto de fe, individual y privado. El hecho es claro: desnuda el poder de una institución en la que se dan abusos terribles contra niños y mujeres; los tolera y los encubre; alienta la impunidad de muchos; es cómplice de tantos. Mientras, como institución, la Iglesia católica y sus jerarcas pretenden ser faro moral y ético respecto a asuntos que tienen que ver con los derechos de la gente (interrupción del embarazo, homosexualidad, matrimonios del mismo sexo, adopción, entre otros).

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