domingo, 17 de enero de 2010

Chile, la brecha generacional

Chile, la brecha generacional
Luis Sánchez Barbosa
El Universal 17 de enero de 2010


Es posible que en marzo de este año la Concertación tenga que dejar el poder en Chile. Después de 20 años, se dice que con Michelle Bachelet la transición termina. No lo creo. Acaba un periodo de grandes consolidaciones y lecciones.
Termina, en caso de que Sebastián Piñera gane la Presidencia, la primera década de la América Latina del siglo XXI. Una década que inicia con la derrota electoral del Partido Revolucionario Institucional en el año 2000 y que posiblemente termine con la victoria del primer presidente chileno de derecha en lograr una mayoría absoluta desde que existe el sufragio universal.
La Concertación de Partidos por la Democracia, una coalición de partidos de centro e izquierda, logro grandes avances en materia política, económica y social. Pudo reducir la pobreza (mas no eliminar la desigualdad) fortalecer a las clases medias, disminuir la inflación y lograr un crecimiento más o menos sostenido. Pero como todo gobierno, cometió errores y equivocaciones.
El mundo ha cambiado enormemente en las últimas dos décadas y hoy las contradicciones de la generación que ha gobernado los últimos veinte años son imposibles de esconder. El proyecto de la Concertación pertenece a la generación que hizo posible la transición democrática, pero también a la generación que creció rodeada de grandes proyectos que de un día para otro fueron destruidos.
Es fundamental volver a ajustar el reloj entre los dos tiempos: el tiempo de la generación que gobierna y los nuevos liderazgos que buscan espacio de expresión. El proceso nunca es simple pero es necesario.
En retrospectiva, los verdaderos enemigos de la Concertación han sido y son, el tiempo y la exclusión. El tiempo: la Concertación no se supo renovar. Su discurso y prioridades fueron rebasados por el tiempo. Su posición moral frente a la dictadura es hoy caduco y carece de fundamento. La derecha de hoy es muy distinta a la dictadura de ayer. La exclusión: el éxito económico se desarrolló bajo un profundo cambio socio-cultural que la Concertación no ha sabido incluir ni entender.
Por otra parte, los jóvenes que nacieron bajo gobierno democráticos no han logrado articular su propio discurso ni encontrar vías de participación. Por ejemplo, en 1989, 95% de los electores menores de 29 años estaban registrados para votar, representando 36 % del total de los electores. En cambio si hoy la totalidad de los electores menores de 29 años estuvieran registrados, sumarian un 32 % del total de los electores; un número suficientemente alto para definir cualquier elección.
Sin embargo, para la actual elección, 9.2% de los jóvenes en edades entre 18 y 29 años se registraron para votar. Es lógico, pues un sistema de votación obligatorio heredado por la dictadura les parece poco confiable. Lo que pone en entredicho el éxito y consolidación de la transición democrática.
Pero, sería un error considerarlos apolíticos o decir que lo suyo es el desencanto con la democracia. Simplemente el mundo de hoy es más informado, más crítico y más exigente. La misma Michelle Bachelet lo ha reconocido: “La web 2.0 ha creado una nueva ágora ciudadana…Ya no se puede tapar errores ni echar la suciedad bajo la alfombra. Los cambios de las últimas dos décadas han ido generando la necesidad de un liderazgo transparente, transversal y ciudadano”.
¿Qué lecciones podemos obtener de este proceso tan extraordinario que concluye?
En el año de 2006 los estudiantes denominados “Pingüinos” (estudiantes de secundaria llamados así por sus uniformes azul oscuro y camisas blancas) apoyados por blogs, teléfonos celulares y redes sociales, mantuvieron en vilo al país y obligaron a renunciar al ministro de Educación.
Son jóvenes del siglo XX: la juventud en “media”, que usó durante sus protestas todas las herramientas tecnológicas a su disposición (Chile cuenta con una envidiable cobertura tecnológica). En el movimiento se mezclaban jóvenes que simpatizaban con la derecha, con jóvenes de extrema izquierda. Tomaban sus decisiones en interminables asambleas en que ninguna voz valía más que otra.
Los estudiantes no querían ya cantidad (más inversión) sino calidad en la educación. No querían más computadoras en sus escuelas sin electricidad. Además de mejorar la educación pública y obtener un pase gratuito para el transporte público, querían cambiar las leyes rectoras del sistema educacional chileno.
La transición democrática pudo ser la consolidación de un país completamente distinto. Hay avances, retrocesos, olvidos, omisiones y tímidas continuidades. Es necesario asumir una visión propia del futuro y dejar atrás el lugar común. Las demandas de la sociedad en Chile son las mismas que en América Latina: inclusión, participación y mejor calidad de vida. Es necesario romper círculos de pobreza y exclusión.
El reto no pertenece exclusivamente al próximo gobierno, pero tendrá que dar voz a una generación de ciudadanos que quiere cambiar las reglas y participar en la conversación pública. Han sido veinte años en que toda una generación ha quedado en medio de todo proceso histórico. Hoy, los hijos de la democracia quieren ser ciudadanos. Ya han demostrado que tienen voz y que buscan apropiarse de su futuro. Hay que escucharlos.
Abogado por el ITAM y Maestro en Políticas Publicas por la Universidad de Londres
comentario
¿Cómo es posible que después de tantos años y tanta barbarie cometida por la derecha chilena, ésta goce de tanta fuerza?
Rayuela

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