miércoles, 13 de enero de 2010

Monólogo de un ignorante conductor de noticias

Monólogo de un ignorante conductor de noticias
Zapping Andrés Ramírez
El Universal 13 de enero de 2010

Soy el más poderoso de todos. Soy las noticias. Puedo hacer y deshacer con lo que digo. ¡Todos me deben algo!...
Estudié hace mucho tiempo y, aunque fui mal alumno, terminé la carrera. Copié a mis amigos, a una ex novia, a un gay que me tiraba la onda (¡yo siempre lo odié!), a un nerd que le caía bien por contar chistes y a no sé cuánta gente más. Como todos en la carrera, me dediqué a ver si alguna chica le gustaba, a beber cerveza y emborracharme los viernes (y luego los jueves y los sábados), a juntarme con los populares. ¿Qué decían los profes? Quién sabe, eran tan tontos como yo. Nunca me imaginé que llegaría hasta acá, hasta esta silla desde donde millones de mexicanos me ven. ¡Y les digo lo que me dicen que diga!
Luego trabajé en un periódico, uno que está más cerca de ser un obituario de la violencia chilanga que de informar realmente noticias. Ahí cubrí la fuente de Presidencia, donde entonces, allá entonces cuando el PRI reinaba, estaba el dinerito. Ay qué tiempos aquellos. Eran los años en que todo se arreglaba hablando... en lo oscurito, en que una llamada desde el Poder paraba la nota que fuera, en donde no había nada prohibido ni “IFAI’s”, “CNDH’s” o “periodistas independientes”. ¡Cómo me gustaba eso! Y yo no era nadie, yo sólo veía desde la barrera los toros, pero entonces El Gran Periodista de México, el que tenía el programa de noticias más importante (¡porque era el único!), me contrató como su reportero. Que soñado estaba, desarrollaba a mil por hora mi imaginación para sacar provecho. Pero, claro, si me preguntaban en la oficina cualquier cosa, los engatusaba con mi labia porque ni idea tenía de lo que hablaban: los datos no son para mí, la inteligencia se la dejo a mis jefes... ¡ellos sabrán qué hacer con ella! Y, claro, mi otra técnica era dar un manotazo de vez en cuando: aparentar poder genera más poder. Así fui escalando, así me fueron viendo, así les fui útil, así llegué hasta acá.
Todos decían que éramos “la nueva generación”, la del cambio. Salinas nos hizo volar. Aunque había estudiado en una escuela donde luego se supo que Marcos había cursado su carrera, yo siempre fui de derecha, ahora se los confieso. Y, claro, estar cerca de los poderosos sólo me ha hecho ver que estaba en lo correcto: ahí está el dinero, y yo sólo quiero eso para sentirme bien. Por eso digo que soy liberal: ahí cabe lo que sea.
He entrevistado a todos: a Fidel, a Annan, a Gorbachov, a Reagan, a Ronaldo, a Bush, a quien sea. Pero lo que más disfruto es entrevistar a los presidentes de México. Y ahora, ¡más!, porque con eso de que el cuarto poder es más responsable, con eso de que hay que debatir y ser íntegros y transparentes, y porque nadie tiene memoria de mil cosas que no saben de mí, puedo sentarme frente a Calderón o antes con Fox o Salinas, a quedar bien con ellos pero hacerme el Gran Entrevistador. Ay cómo lo disfruto, yo y las preguntas que me prepara mi equipo. Porque yo, lo que se dice yo, apenas y podría imaginarme qué preguntarles, pues aunque sepa todo lo que hay que saber para sobrevivir en este medio, nunca se me ocurre nada: es como si fuera el más ignorante de todos.

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