sábado, 16 de enero de 2010

Hacia el cambio real del régimen político

Hacia el cambio real del régimen político
Gerardo Unzueta
El Universal 16 de enero de 2010

Podría suponerse que he llegado tarde al planteamiento de los cambios necesarios al régimen político impuesto a nuestro país, pues el ya “investido” como Poder Ejecutivo ha lanzado sus proposiciones de media jornada y una importante cantidad de “líderes de opinión” ha externado sus juicios, favorables o no a una o varias de sus propuestas no necesariamente al decálogo, conjunto en que aquél quiso ordenarse siguiendo al profeta.




No me siento en desventaja ni siquiera siguiendo los propósitos del Año Nuevo. Formo parte de una generación que participa en la vida política de las últimas dos décadas pero tiene sus raíces en los tercios postreros del siglo XX. Como consecuencia, he visto pasar junto a mí en la Cámara de Diputados, en las múltiples confrontaciones con el partido de Estado y con su sistema electoral, prácticamente a toda la dirección del PAN, incluido Felipe Calderón Hinojosa y a la del PRI, Beatriz Paredes incluida.
Pero eso sólo explicaría las razones históricas de la contemporaneidad de mis luchas con las acciones políticas de los dirigentes actuales del PAN, pero las causas inmediatas se refieren a hechos mucho más cercanos. Casi toda la dirección actual del blanquiazul deviene de los últimos meses del gobierno de Vicente Fox, cuando apenas se perfilaba Felipe. Aunque a muchos panistas no les parezca, la línea política de entonces no era clara; se fue embruteciendo —es decir aclarando— y profundizando su agresividad contra Andrés Manuel, al tiempo que se acercaba el fin de la campaña.
Fue entonces que se desarrolló la línea del “gran peligro para México” y cuando se produjeron las intromisiones foxistas en la contienda y las del Consejo Coordinador Empresarial contra el Peje y el PRD. Pero al mismo tiempo se desenvolvía otro aspecto de la política del grupo más estrecho de Felipe —sus cuates—, la cual expresaba el “contenido histórico” de su intervención en México: la eliminación de la izquierda mediante la formación de la mancuerna con el PRI, en la que se ha manifestado el predominio de Manlio Fabio y el hasta cierto punto inexplicable sometimiento de Calderón.
A ello corresponden los acontecimientos actuales: el hundimiento de la política de la dirección nacional del PAN, derivado de la entrega de Felipe y su grupo; de la alianza de los consorcios estadounidenses y españoles, así como la preparación del PRI a su regreso a la Presidencia de la República. Ese era el momento —y lo fue— de un suceso, en el cual la demagogia se uniera al sensacionalismo: la “reforma política” de Felipe Calderón Hinojosa, Presidente de la República, “hijo desobediente de Vicente Fox.
Lo dicho: frente a las incongruencias y los alardes políticos de la derecha, no estoy en desventaja. Y no me siento en retraso porque me nutre un acontecimiento: el 27 de agosto uní mi firma y mi concepción sobre los cambios en la lucha política junto a 150 personas al pie de la Plataforma Constitucional de los diputados de izquierda, en un acto que significó recuperar la visión del futuro, de la esperanza; ese evento fue la Convención que me permitió abordar en conjunto los diez puntos ofrecidos por Calderón y las reacciones que despertaban en la opinión democrática.
Quien sí se halla en dificultades es Felipe Calderón. Su decálogo no alcanza siquiera a disimular los graves daños inferidos al país, no sólo a su economía, sino desde luego a la vida democrática nacional con el fraude por él encabezado. FC hizo promesas que nunca estuvo dispuesto a cumplir, y ello se revela claramente con el hecho de que ninguna de ellas ha sido replanteada. El “presidente del empleo” ha sido sustituido por el líder de la desocupación; la lucha contra el narcotráfico ha devenido en la asignación de territorios en los que los cárteles privan por sus respetos; la democracia como régimen político se ha cambiado por los asesinatos extrajudiciales a cargo del fuero militar, el laicismo juarista se entrega al fuero clerical.
Incluso aquellas fórmulas panistas más socorridas ya han sido adecuadamente caracterizadas como paliativos, placebos, posposiciones de la debacle, cuando no ya como ausencias —la revocación de mandato—, como alcahuetería hacia los mandatarios de los poderes públicos, mil veces corruptos, mil veces condenados por la opinión pública.
Difícil es hallar en nuestro medio expresiones de ingenio político, como la que impensadamente tropecé en las páginas de La Jornada el pasado día 26. Corresponde al doctor René Drucker la autoría del inserto “Entre el sueño y la realidad”. Aconsejamos su lectura a nuestros amigos y compañeros.
Analista político, miembro del PRD

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