sábado, 16 de enero de 2010

Rescatemos nuestra historia

Rescatemos nuestra historia
PorEsto 2010-01-16
Laura Bolaños Cadena


En las frecuentes visitas familiares que hacíamos a Guadalajara, acostumbrábamos acudir a admirar los grandiosos murales de Orozco en el Hospicio Cabañas, en la Escuela Preparatoria y en el Palacio del Ayuntamiento. En los tres paneles de las escaleras de este último está el famoso Hidalgo que porta una antorcha incendiaria. Tras él, los combatientes; a su derecha curas y militares entre víboras, y a la izquierda Marx confundido con efigies de Mussolini y otros vociferantes demagogos con atuendos que los identifican como líderes obreros. Hidalgo destaca con su poderosa presencia, héroe único entre las fuerzas del mal a uno y otro lado.
Pero qué confusión de Orozco, comentó en la primera ocasión mi esposo. Cómo puede condenar a derecha e izquierda por igual y aun meter al mismo costal a Marx y a Mussolini. Es la confusión del pueblo mexicano, le contesté. No encuentra más héroes en su historia y sólo tiene fe en el pasado. No ve presente ni futuro.

La historia oficial no nos ayuda a esclarecer el panorama. Del pasado rescata muy pocas figuras. Pasioncillas y preferencias políticas inducen a injusticias y mentiras. El pasado, además de esclarecerse y explicarse, debe aceptarse con todo lo bueno y todo lo malo. Las figuras históricas no son estatuas de bronce o mármol, sino seres humanos, y hemos de verlas en sus grandezas y sus miserias, y sobre todo, aceptar los hechos en vez de negarlos o deformarlos, y aprovechar las lecciones que todo ello nos ofrece. En primer lugar tenemos que dejar de pelearnos con nuestro pasado remoto, pero como de esto he hablado en otras ocasiones, me referiré a acontecimientos menos lejanos como la Revolución y un poco más acá. Los partidarismos y los intereses políticos oscurecen figuras dignas de ser rescatadas a favor de unas cuantas de las que apenas dos tienen arraigo en el imaginario popular: Villa y Zapata, porque son la reivindicación de los humildes. Pero hombres como el general Felipe Ángeles, segundo de a bordo con Villa y de los pocos, si no el único militar de carrera en la Revolución, con una trayectoria limpia y patriótica. Murió fusilado por los carrancistas, tal vez por eso prefieren que permanezca en el olvido. El general Salvador Alvarado, impulsor de reformas muy importantes en Yucatán, y reconocido por su gran honradez y visión del futuro, merece también ser colocado entre los mexicanos ejemplares que dejan obra en beneficio de la nación.
Hay que conceder que no tenemos muchos en esa etapa, pero sí bastantes más que ameritan ser dados a conocer y a admirar. Y en el pasado reciente contamos con una buena cantidad de héroes olvidados o poco conocidos cuya vida y trayectoria podrían ser fuente de inspiración y orgullo. Entre ellos se cuentan los líderes ferrocarrileros que protagonizaron heroicas luchas contra la opresión y represión oficial. Los más notables son Demetrio Vallejo y Valentín Campa, quienes libraron desigual batalla contra los gobiernos de Adolfo Ruiz Cortines y Adolfo López Mateos, a favor de una verdadera nacionalización de los ferrocarriles, ya que, a pesar de ser propiedad de la nación, favorecían -y siguieron favoreciendo- en muchos aspectos a los intereses estadunidenses, empezando por las bajísimas tarifas preferenciales que se les otorgaban y el oneroso alquiler de vagones y compra de refacciones que podían fabricarse aquí. Ambos sufrieron persecución y prisión injusta durante once años.
Las luchas de los ferrocarrileros, desde mucho antes, están llenas de episodios heroicos y ejemplares; no se trataba sólo, como en general se cree, de exigir aumentos de sueldo y mejores condiciones de trabajo, sino de favorecer los intereses de México. En esta batalla hubo triunfos como la nacionalización de los ferrocarriles llevada a cabo por Lázaro Cárdenas, que en buena parte obedeció a las luchas de los trabajadores. Por si se ha olvidado, antes de dicha nacionalización, realizada tras varios movimientos de huelga, en el ferrocarril el idioma oficial era el inglés y los trabajadores mexicanos estaban obligados a hablarlo. Todos los funcionarios, todos los mandos desde los más altos, estaban ocupados por estadunidenses, con insultantes diferencias de salarios y nulas posibilidades de ascenso para los mexicanos, a más de hacerles sufrir continuas arbitrariedades y humillaciones. La lista de destacados luchadores, héroes y mártires de este gremio, es extensa. La cita con pormenores el periodista Mario Gil en su libro Los Ferrocarrileros, Editorial Extemporáneos, 1971. Prometo alguna vez dedicarle el merecido espacio. Porque todo esto ha sido lucha por el país, como la de los electricistas y los trabajadores de la industria nuclear.
Pero también hemos tenido grandes maestros que aportaron logros a la educación de los mexicanos, y aunque algunas veces se les menciona, no se les hace conocer ni glorificar como héroes cívicos y constructores del país. Que los medios oficiales no les den el merecido lugar en la historia no debiera ser excusa para que los mexicanos no nos ocupemos de ellos, los tengamos presentes, los glorifiquemos en nuestro trabajo de divulgación, y los investigadores independientes rescaten sus figuras. No son tan pocos los compatriotas ejemplares que pueblan nuestro pasado remoto y cercano. Lejos de falacias y demagogias características del discurso oficial, podemos rescatar de nuestra historia suficientes motivos de orgullo.

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