lunes, 29 de marzo de 2010

Pluralismo y régimen

Francisco Valdés Ugalde El Universal 28 Marzo 2010

No todo régimen democrático es favorable al pluralismo político. Los casos extremos son los sistemas presidenciales y parlamentarios. Los primeros forman gobierno de mayoría que a veces son muy menores en comparación con la preferencia electoral del conjunto de los ciudadanos. Los segundos recogen con mayor fidelidad la variedad de preferencias del público y obligan a los gobernantes a negociar decisiones que aun siendo menos uniformes resultan más representativas.
Ahí está el fondo de la cuestión en la polémica abierta por las iniciativas de reforma del régimen político que han presentado el Presidente, el PRI, el PRD-PT-Convergencia en el Senado y una cuarta propuesta presentada por Emilio Chuayffet del PRI en la Cámara baja. Las propuestas del Presidente y la que presentó Chuayffet en consonancia con el gobernador del estado de México son mayoritaristas y defienden el sistema presidencial. No obstante, tienen una diferencia significativa.
La iniciativa del Presidente propone la segunda vuelta en las elecciones presidenciales en caso de que en la primera votación ningún candidato obtenga la mayoría absoluta. Simultáneamente, recorre la elección del Congreso concurrente con la presidencial a la fecha en que se realizaría la segunda vuelta. Esto tiene sus bemoles; el primero es que si el triunfador obtiene la mayoría absoluta en la primera elección, el electorado queda en libertad de refrendarlo con mayoría en el Congreso o no hacerlo, otro es que si se requiere la segunda vuelta se propiciaría la formación de coaliciones que tengan un correlato en el ejercicio gubernamental y el electorado podría verse mejor representado en el gobierno y en la Legislatura. Ello nos daría un sistema presidencial pero mezclado con características que vienen del parlamentarismo y que están diseñadas para fortalecer el ejercicio del gobierno y, al mismo tiempo, reducir el número de perdedores electorales.
Recordemos que la segunda vuelta la inventó Francia a mediados del siglo XIX y la Quinta República la practica con gran éxito, precisamente en un país reconocido por su pluralismo. En la experiencia de Francia el resultado ha sido la división del trabajo entre el presidente y el primer ministro. Por decirlo así, aquél preside mientras éste gobierna. No es este el sistema que nos ofrece la iniciativa del Ejecutivo, pero es un guiño que a la postre puede acercarnos a una versión del mismo.
La propuesta que hizo Peña Nieto el martes 16 de marzo en estas páginas también es mayoritarista, pero a la vieja usanza. Se mantendría el sistema actual de mayoría simple en la elección presidencial; es decir, podríamos seguir siendo gobernados por presidentes que no fueron electos por la mayoría de los electores. Pero se le daría al ganador un cheque en blanco para convertirse en mayoría en la Cámara de Diputados restaurando la cláusula de gobernabilidad (u otros métodos) que existía cuando el PRI se aferraba a evitar el pluralismo político en el ejercicio del poder y lo relegaba a la condición de minorías a perpetuidad.
Esta fórmula es netamente inferior a la que ofrece el Ejecutivo. Mantendría el principio de que el presidente gobierne sin mayoría absoluta; introduciría la formación de mayorías sin sustento electoral; nulificaría en la práctica miles de votos que quedarían sin representación, lo que dicho de otro modo aumentaría el número de perdedores.
No es necesario ser demasiado suspicaz para darse cuenta de que bajo cada propuesta subyacen dos estrategias diferentes, tanto para el corto como para el mediano plazo. En el corto, la iniciativa del Ejecutivo elevaría el costo que tendría que pagar cualquier partido para hacerse del poder en el 2012. Aunque adelantando vísperas se dice que el PRI llevaría la delantera si hoy fuera la elección, se antoja imposible que pudiera conseguir, llegado el momento, más de la mitad de los votos en la elección presidencial. Si las preferencias electorales siguen como están, lo más probable es que tuviésemos una competencia muy reñida, entre dos o entre tres, cada uno con sus adláteres de la “chiquillada” y, por tanto, una segunda vuelta y sus consecuencias.
La iniciativa de Peña Nieto-Chuayffet es más obvia: busca el carro completo sin los votos necesarios para llevárselo. Sería un retroceso para el pluralismo político que, como señalé hace una semana, es la novedad más importante en la política al iniciarse el siglo XXI.
Habrá que ver cómo se desarrolla el debate en el Congreso y si algo emite que valga la pena para lo que es más importante: que el espectro de preferencias de los ciudadanos sea abrigado lo más fielmente posible por los gobernantes y que éstos se pongan a trabajar para aquéllos.
ugalde@unam.mx
Investigador del Instituto de Investigaciones Sociales, UNAM

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