martes, 23 de marzo de 2010

Cuando se nos bloquean las esperanzas...

Félix Sautié Mederos PorEsto 22-marzo-2010

Ocasionalmente atravesamos etapas en las cuales se nos bloquean las esperanzas y las perspectivas de futuro se esfuman como si nunca hubieran existido. Incluso, estos instantes pueden ser acompañados por un presentimiento de una adversidad que, sin poder identificarla, nos acecha a la vuelta de la esquina, por ubicarla de alguna forma comprensible. Se transforman interiormente en un vacío que nos embarga, del cual se nos hace muy difícil deshacernos porque tenemos la sensación de que nos rodea por todas partes y que desborda los límites hasta los cuales pudiéramos llegar.
Yo pienso que cuando estas situaciones se nos presentan, hay que armarse del valor suficiente para expresarlas hacia el exterior de nuestra espiritualidad individual y confrontarlas con los que nos son cercanos y con quienes nos estiman, porque su ocultamiento nos corroería por dentro y nos podría hacer mucho más daño del que por sí mismas les es implícito.
Hay además una pesadumbre que en estas circunstancias se junta con las manifestaciones que hoy quisiera describirles en mi crónica del alma. Constituye un sentimiento que percibo generalizado como si fuera el resumen único de lo que nos sucede en esos momentos de amargura interior.
Todo se mezcla en el concepto de conjunción de que nos hablara Nicolás Guillén en un conocido poema suyo, en el que con inmensa ternura nos expresa el sentir que experimentaba ante lo mezclado y el mestizaje que en su época eran discriminados y muchas veces criminalizados. Por tanto, les escribo de un escenario de realidad y de dolor amalgamados de forma sutil y persistente. Quiero exteriorizarlo con mis lectores y considero que quizás algunos lo estén compartiendo sin haberse dado cuenta de ello.
Puede tener diversos orígenes y es muy recurrente en las épocas de crisis generalizadas como las del mundo de hoy, de las que muy pocos espacios geográficos escapan. En otras ocasiones les he escrito sobre estas crisis, pero en el plano de un cronista que testimonia lo que está percibiendo en su alrededor. En cambio en esta crónica, en primer lugar, pretendo describirles lo que estoy sintiendo en mi ser interior y en mi pensamiento como parte del mundo que convivimos ubicados cada cual en nuestra específica localización personal, lo que necesita mucho de franqueza, confianza y amor hacia el prójimo como hacia nosotros.
Es una crónica total, tanto de adentro como de afuera, propia de lo que a todos nos incumbe porque recorremos el mismo peregrinaje existencial, aunque desde diversos planos de una realidad que para unos es una cosa y para otros otra; pero que constituye un conjunto de dimensiones espacio temporales dentro de las que podríamos dañarnos mucho, de acuerdo a como las interpretemos.
Es posible que haya algunos que no quieran expresarlo aunque también se angustian. Respeto sus criterios, pero quizás estemos necesitando de una catarsis generalizada que bien pudiera sanear planetaria y localmente nuestros espacios sociales.
En última instancia comprendo que sólo puedo afirmar lo que experimento por mi mismo, lo demás son percepciones e informaciones recibidas en el medio en que me encuentro insertado. Esta amargura, considero que es necesario transmutarla en esperanza de vida, para que la desesperanza no desmovilice y desvirtúe nuestra voluntad y nuestra fe en el futuro.
Para derrotar al dolor y a la amargura que generan desesperanza, hay que afincarse en la verdad y en la fe en la vida, con la convicción de que son bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia porque serán saciados. 
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