miércoles, 3 de marzo de 2010

El hijo maldito

El hijo maldito
Ernesto López Portillo El Universal 02 de marzo de 2010



EL UNIVERSAL publicó el sábado pasado (27 de febrero de 2010) una entrevista a Edgardo Buscaglia encabezada con el título Crimen organizado creció gracias a élites mexicanas. A la conversación no le sobra una sola palabra, por el contrario, está saturada de lecciones y advertencias profundas que merecen atención y respuesta. Buscaglia, uno de los más prestigiados expertos del mundo en la materia, pone el dedo en la llaga: la delincuencia organizada es un hijo de la élite empresarial y política mexicana, un hijo con el que organizaron una fiesta que degeneró en orgía de sangre y violencia. Ahora, los padres son también víctimas de una bestia incontenible que empieza a comerse incluso a quienes lo llevaron al festejo.
Ubico en el núcleo del acertado análisis tres aspectos clave concatenados: primero, las élites procrearon al crimen organizado, segundo, ellas perdieron la capacidad de control sobre el crimen organizado que prohijaron, tercero, esas élites públicas y privadas en realidad no han tomado la decisión de parar a la bestia, con lo cual el Estado se debilita más y más, mientras que las organizaciones delictivas se fortalecen sin freno alguno.
La investigación histórica lo ha explicado con toda precisión. El crimen organizado, en particular el dedicado al narcotráfico, nació y se consolidó en México en redes de complicidad con representantes de los gobiernos y del sector empresarial. La más reciente investigación ha venido develando que, a la caída del régimen de partido de Estado, la fragmentación del poder abrió paso a la “feudalización” del país, de manera que cada feudo funciona como relativa ínsula de poder público y de operación criminal, envuelta cada una en un tejido interminable de complicidades.
Mi información proveniente de funcionarios federales, estatales y municipales, así como de organizaciones de la sociedad civil y académicos de varias partes del país, confirma un dibujo nacional que puede ser visto como un caleidoscopio donde un sinfín de colores, de tamaños irregulares, representan intereses y grupos criminales organizados, de variado poder e influencia, una veces asociados a los demás, y otras en plena confrontación. Algunos llaman a esto anomia.
Se fragmentó el poder político y con ello se fragmentaron los circuitos de las élites públicas y privadas; entonces vino el caos porque tal fractura quebró en mil pedazos el tejido de complicidades y no vino un nuevo régimen de partidos que hiciera posible la imposición de la ley. Vino en cambio un régimen de partidos caótico donde un segmento de las élites públicas y privadas representa al crimen organizado, otro está sometido por aquél, y otro más es débil y no tiene los instrumentos para enfrentarlo.
Así se revela el gran valor de esta perspectiva bien afilada por Buscaglia: el problema del crimen organizado es, ante todo y sobre todo, de orden político. Esto quiere decir que haga lo que haga el aparato penal, sus resultados serán meramente marginales mientras atrás del mismo estén esas élites que no crean un pacto que las una y les haga suficientemente fuertes, para en efecto usar de manera contundente el instrumental penal que provee el Estado de derecho. Si la clave del problema es de tipo político, entonces la clave de la solución es igualmente política. Por eso el afluente del que puede nacer esa fuerza definitiva contra el crimen organizado es el pacto político del que algunos venimos hablando desde hace años. Cada día que pasa y ese pacto no llega, el crimen crece y el Estado se contrae. Son efectos acumulados, la impunidad abre paso a más impunidad. Lo que antes era un caleidoscopio pequeño con algunos colores en algunas partes del país, ahora se revela como un crisol interminable de poderes criminales que suman decenas de negocios ilícitos y un poder de fuego incontenible. No hay quien haga valer el Estado de derecho. Y la noticia de última hora es, por decir lo menos, inquietante: si el pacto de las élites no viene, entonces quizá sólo un pacto de la sociedad pueda cambiar la historia. De todas maneras el tiempo se acabó y en México se cuentan los días por número de muertos. Un hijo maldito para una verdadera tragedia.
Director ejecutivo del Instituto para la Seguridad y la Democracia, AC

Comentarios

anquelus 2010-03-02|18:13 veracruz
el poder empresarial ,los politicos crearon este tipo de engendro, se lo creo señor, esos son capace de todo y mas , y para parecer mas que deshonesto le pregunto tambien: ¿ donde deja usted a el vaticano - iglesia catolica ?, ¿que tanto daño ha hecho , hace, haran y seguira haciendo? no le cargue ud la culpa solo a nuestros y ricardos y polacos
JMK 2010-03-02|15:32 Berlín
Ernesto, lectores: La contundente afirmación de Edgardo Buscaglia, a la que se adhiere esta columna, “El hijo maldito”, viene a ser un secreto a voces. Es decir, el crimen organizado florece siempre con la complicidad de las elites, tanto económicas, como empresariales. Casos paradigmáticos son las ancestrales mafias italianas: la Ndrangheta, la Camorra y la Cosa Nostra, o la mafia rusa, la albanesa, la Yakuza japonesa y otras que persisten gracias a los contubernios y complicidades de las elites, o sea entre políticos, jueces, policías y gente de dinero. En consecuencia y si reconocemos que el crimen organizado ya se globalizó, el pacto político a que se refiere Buscaglia, debe ser concretarse a nivel mundial, no solo en países en desarrollo o emergentes, sino también países que denominamos democracias consolidadas de las que podríamos esperar la aplicación del imperio de la Ley. Ahora bien, ante las inmensas ganancias de las mafias a nivel mundial pecaríamos de optimistas esperar que las elites implicadas pacten para combatir a anteriores socios criminales. Las elites disponen de guardaespaldas, de autos blindados, de mansiones amuralladas y obtienen dividendos sin riesgo. Solo las mafias italianas obtienen que oscilan entre los 120 y los 180 mil millones de euros, los cuales se “blanquean no solo en Italia, sino seguramente en muchos países de la Unión Europea. En suma, la guerra contra los carteles no solo es un inmenso problema de seguridad pública, que no ha resuelto el problema de salud pública. La guerra contra los carteles es un asunto de seguridad nacional: los narcos ya se apoderaron de numerosos territorios de desplazando al Estado. Además, los carteles de la droga amenazan la seguridad regional e internacional. Citemos la inestabilidad entre Colombia, Venezuela, Ecuador, etcétera la cual se origina en la alianza entre carteles y guerrilla. Y al otro lado del mundo, en Afganistán, nos asombramos que la OTAN por fin integrara a su estrategia el combate al trafico internacional de opio con cuyas ganancias los talibanes financian la guerra contra el la alianza atlántica, contra el gobierno del presidente Karsai y que amenaza seriamente la estabilidad de la – precaria - potencia nuclear Pakistán. Dicen que los optimistas no están bien informados; así ante esta panorámica confío poco en la posibilidad que las elites mundiales pacten para acabar con el crimen organizado transnacional en una etapa de volatilidad bursátil y crisis financiera. Destaco: el aporte de Buscaglia es valioso y alienta un debate exhaustivo que amerita reclamar: 1.- que se revelen los nombres de las cúpulas coludidas con el crimen transnacional; 2.- que a nivel global, la política fundamente la prohibición de las drogas, toda vez que se permite la producción, distribución y consumo de alcohol, tabaco, big macs, cocacola, transgénicos, sal, azúcar y otras “delicias”. 3.- Que los partidarios de la prohibición sean llamados a cuentas para que transparenten el gasto de la guerra al narco frente al presupuesto que se destina a la prevención y rehabilitación de drogadictos, alcohólicos y fumadores. 4.- Que los partidarios de la prohibición proporcionen una estrategia congruente para prevenir la corrupción que genera la alianza crimen organizado – elites. 5.- Que los partidarios de la prohibición fundamenten su postura ante las evidencias que la política restrictiva provoca corrupción que erosiona el estado de Derecho y hasta el orden democrático. 6.- Que los partidarios de la prohibición expongan sus estrategias para combatir, en sus respectivos territorios, el cultivo y producción de estupefacientes. Concluyo, los países que ocasionan la demanda se acercan a la autosuficiencia. Concluyo; en una perspectiva histórica queda la impresión de que la guerra a los carteles es una herramienta de, espero, tiempos pasados para intervenir en los asuntos internos de países que sucumbieron a la oferta de dinero fácil: impera aún la sacrosanta ley de la oferta y la demanda. Desde Berlín, saludos,

Juan Muiño Kielman
aleormir 2010-03-02|14:23 Mexico, D,F.
ES MUY IMPORTANTE, LOGICO Y CREIBLE LO QUE NOS DICE ESTA PERSONA. NADA MAS HAY QUE DARLE UN VISTAZO A LA HEMEROTECA DE EL UNIVERSAL PARA LEER LO QUE SE PUBLICO HACE ALGUNOS AÑOS SOBRE UNA INVESTIGACION PERIODISTICA SOBRE LOS SUCESOS EN EL RANCHO DE LAS MENDOCINAS EN PUEBLA,DONDE SE RELATABA COMO LOS HERMANOS SALINAS DE GORTARI RECIBIAN CON GRANDES ABRAZOS A LOS CAPOS DE LA DROGA EN SU RANCHO LLEVANDO SENDAS MALETAS SAMSONITE CARGADAS DE BILLETES VERDES. ESTOS HECHOS FUERON RELATADOS POR VARIOS DE LOS GUARDIAS MILITARES QUE RESGUARDABAN EL RANCHO. Y DESPUES NOS SALIO SU HERMANITO DE CARLOS QUE LOS MILLONES DE DOLARES QUE TENIA EN SUIZA ERAN APORTACIONES DE INVERSIONISTAS AMIGOS SUYOS. TODO ESTO LO PUEDEN CONSULTAR EN EL UNIVERSAL.
rotlulu 2010-03-02|13:21 pachuca
Hola des-constructor, creo que eso es lo que dijo el comentarista, o no leiste bien o ya te falla el entendimiento, o como siempre tratando de involucrar a la adminsitración pública en todo para quedar bien con tu jefe el peje?
constructor 2010-03-02|11:20 Distrito Federal
También es un problema de administración pública, porque siguen funcionarios que han tenido las posiciones más elevadas de la administración pública al frente de esas instituciones como Genaro García Luna y los papelones que hace el ejército, cientos de retenes y los delincuentes moviéndose con toda libertad.

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