sábado, 3 de abril de 2010

Estados Unidos, socialdemócrata

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Klaus F. Zimmermann El Universal  01 de abril de 2010

La sola sugerencia de que Estados Unidos muestra cada vez más las características de una socialdemocracia al estilo europeo les parece una herejía a bastantes estadounidenses, y algo que debe evitarse a toda costa. Otros sostienen lo contrario y encuentran que Estados Unidos ha tenido desde hace tiempo una cómoda red de protección social y por lo mismo ha sido una socialdemocracia de facto, no declarada.

Cualesquiera sean los méritos de estos planteamientos, la pregunta es saber si la sociedad estadounidense, a la luz de los desafíos económicos que enfrenta y los cambios en el paisaje socioeconómico del país, puede librarse de convertirse en aún más “social-democratizada”.
Ese desarrollo representaría un notable acercamiento de posiciones a través del Atlántico. Porque en Europa uno encuentra que virtualmente todos los partidos adhieren a la socialdemocracia. Esto es verdad incluso en el caso de muchos gobiernos conservadores (no sólo en Escandinavia, sino en Francia y Alemania) que han adoptado la idea alemana de una economía social de mercado donde los excesos del libre mercado se compensan con apoyo a los rezagados.
Quizás el mayor tema en relación con la recuperación global es el cambio que aguarda al modelo de Estados Unidos. En el pasado, excepto durante la depresión, la gran máquina de empleos estadounidense siempre entraba en acción, y lo hacía mucho más rápido que en otros países.
En claro contraste con la Europa continental, este confiable mecanismo evitó a los estadistas norteamericanos el azote del desempleo de largo plazo y el desafío de buscar políticas laborales activas, incluyendo los costos de recapacitación. Muchas evidencias sugieren que existen dudas reales de que el mercado laboral estadounidense recupere pronto su vigor. Las compañías han eliminado cantidades significativas de empleos, pero se inclinan a maximizar más aún la productividad de su personal antes que sumar a sus nóminas.
Con más de 20% de los estadounidenses hombres en edad de trabajar sin empleo, aumenta la necesidad de más pagos de apoyo.
Es erróneo argumentar que es solamente en Estados Unidos, no en Europa, que la gente ve una conexión entre esfuerzo y recompensa y prefiere impuestos bajos para conservar sus ingresos tanto como sea posible. El Estado europeo de bienestar desplegó sus alas no porque los europeos fueran sentimentales, sino porque las transformaciones condujeron a pérdidas de empleo en sectores completos y las personas necesitaban aliento para sus futuros personales.
En el pasado, cualquier propuesta para el surgimiento de la socialdemocracia en Estados Unidos era descartada como irreal. Y había una buena razón para eso: los estadounidenses contaban con un sentido innato de que doblarían la esquina y descubrirían otra frontera en el horizonte que resucitaría su suerte y revigorizaría la búsqueda nacional de un modelo de libre mercado.
Sin embargo, ese optimismo incesante (basado en el ethos de una cultura en continua ascensión global y siempre dispuesta a descubrir nuevos horizontes) puede resultar difícil de retomar. La nueva característica podría ser que ya no se es tan excepcional; Estados Unidos podría estar descubriendo los límites de su dinamismo, como hizo Europa hace décadas. El efecto es una necesidad mayor de apoyos sociales.
Desde una perspectiva europea dos cosas fáciles (y probablemente inevitables) deben cambiar: primero, contrariamente a la creencia popular, muchos de los beneficios sociales dispensados por el código tributario y el presupuesto de Estados Unidos aumentaron de hecho, no para aquellos en mayores dificultades, sino para personas cómodamente situadas en la clase media. La deducción de impuestos sobre los intereses de las hipotecas de hogares es sólo un ejemplo.
El otro cambio es que, si bien ha habido hace un tiempo un consenso en EU para el gasto social, lo mismo no es cierto en el otro lado del espectro: acordar mayores impuestos para cubrir los costos de las medidas de redistribución.
La razón de que el presupuesto estadounidense esté tan desbalanceado se debe a que es típico que el gobierno gaste varios puntos porcentuales más cada año de lo que recibe en ingresos, una balanza que está destinada a empeorar durante la próxima década. Ese desajuste fiscal respalda los argumentos de quienes sostienen que Estados Unidos ya se ha convertido en muchos sentidos en una socialdemocracia. Pero, contrario a otros practicantes principales en el mundo, el caso estadounidense es una social democracia des o subfinanciada.
Director del Instituto para el Estudio del Trabajo (IZA), Bonn, Alemania, y presidente del Instituto Alemán para Investigación Económica (DIW), Berlín.

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