miércoles, 20 de enero de 2010

Haití, un espejo para mirarnos

Haití, un espejo para mirarnos
PorEsto 2010-01-20

Apuntes
Guillermo Fabela Quiñones
Así como el surgimiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, en enero de 1994, puso en la agenda política la marginación que padecen millones de mexicanos, es de esperar que lo mismo suceda con el terremoto que acabó con el presente del pueblo haitiano, y se entienda cuán importante es que haya equilibrios socioeconómicos que faciliten un sano desarrollo de la sociedad. Sin embargo, así como nada positivo ocurrió después del levantamiento armado en la zona indígena chiapaneca, lo mismo cabría esperar una vez que se recompongan los estragos que dejó el sismo, teniendo en cuenta que las elites de aquí y de allá, no ven ni escuchan nada que las afecte de manera directa.
Llama la atención que la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex), uno de los organismos más representativos de la oligarquía criolla, reconozca públicamente que las causas que originaron el alzamiento en Chiapas se mantienen vigentes. El presidente del organismo empresarial, Gerardo Gutiérrez Candiani, aceptó que “todavía 51 por ciento de los mexicanos vive en la pobreza y casi 19.5 millones en pobreza extrema”. Puntualizó que “la pobreza y la desigualdad siguen siendo la mayor deuda social a 100 años de la Revolución Mexicana”.
A dieciséis años de que entrara en vigor el Tratado de Libre Comercio, al mismo tiempo que se alzaba el EZLN en protesta por la marginación imperante en las zonas indígenas de Chiapas, la pobreza aumentó su presencia en el país, a la par se agudizaba la problemática social en todo el territorio nacional. Con todo, según el dirigente empresarial, “el México de hoy y sus grandes retos no se entenderían sin la influencia de estos dos acontecimientos”. Su influencia, sin embargo, no derivó en cambios favorables para la sociedad en su conjunto, menos para los pueblos indígenas que siguen anclados en sus condiciones de alta marginalidad, sin posibilidades de redención.
Esto mismo podría ocurrir en Haití si el Estado no se refunda sobre bases progresistas que modifiquen desde sus raíces el aparato estatal y las relaciones sociales. Con todo, ante la magnitud de los daños antes y después del terremoto, esto no dependerá del pueblo haitiano, sino de fuerzas extranjeras, básicamente el gobierno estadounidense, toda vez que el Estado haitiano dejó de existir. De hecho, era un Estado fantasma el que regía la vida cotidiana de la raquítica sociedad del país más pobre de América Latina, debido a que las elites se pusieron por encima de las instituciones para dirigir, de acuerdo con sus intereses, la vida económica y política de la nación caribeña.
No es una exageración decir que lo mismo podría ocurrir en México, porque las cúpulas empresariales no ven más allá de sus mezquinos intereses, situación que está llevando al país a una segura bancarrota, como implícitamente lo acepta el dirigente de la Coparmex, al reconocer que de nada sirvió el alzamiento zapatista, pues la marginación y la pobreza siguen siendo el principal lastre de México en pleno siglo veintiuno. Y como están las cosas, no se vislumbran cambios positivos que corrijan las causas de esta realidad tan dramática, toda vez que Felipe Calderón, el inquilino de Los Pinos, carece del más elemental sentido autocrítico, condición esencial para iniciar procesos correctivos.
Acepta que “el presidencialismo quedó atrás en el país”, como dijo al hacer la presentación del programa televisivo “Discutamos México”, en el marco de las conmemoraciones del Bicentenario de la Independencia y el Centenario del inicio de la Revolución Mexicana. Pero se estaba refiriendo al presidencialismo de la etapa del priísmo, no al suyo, pues los hechos han demostrado que no ve ni escucha cuando lo que se dice no encuadra en su concepción autoritaria del poder. Ello explica porqué en los dos primeros años de su mandato, el número de pobres se incrementó oficialmente en más de seis millones de personas; y las condiciones de marginación en los pueblos que tradicionalmente viven en tal situación se mantienen vigentes, como lo reconoció Gutiérrez Candiani. De ahí el imperativo de que al frente del Estado mexicano se encuentre un estadista con sensibilidad social y política, que ponga freno a la descomposición del sistema en su conjunto por tanta corrupción, tanta voracidad de las elites y tanta ceguera ante la realidad. De otro modo, lo que ocurrió al pueblo haitiano será el futuro que nos espera, con movimientos telúricos o sin ellos.
gmofavela@hotmail.com

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