viernes, 2 de abril de 2010

Ni a quién creerle

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Alejandro Gertz Manero El Universal 31 Marzo 2010
 
Esta batahola de violencia y criminalidad nos llevó a recordar la abrumadora campaña mediática que hace poco tiempo nos endilgó el gobierno, para convencernos de que el mundo de la injusticia que prevalecía en el país por fin había cambiado, y que ahora el “principio de inocencia” era un valor que constitucionalmente estaba preservado, como si en el marco anterior de nuestras leyes y constituciones no hubiera existido ese principio, que por supuesto siempre estuvo ahí, y basta con leer los artículos 14 y 16 de la propia Carta Magna vigente para poder ratificarlo.
Pero en un país como el nuestro, en que leer es casi un pecado, o por lo menos una muestra de debilidad y de fragilidad emocional, casi nadie se ocupó en ese momento de manifestar que el famoso “principio de inocencia” siempre había existido, y las mayorías se tragaron esa “rueda de molino”.
A partir de esa “extraordinaria reforma”, también se magnificó que en esta nueva época no se iba a “detener para investigar”, sino al contrario, “investigar para detener”; y a partir de ese momento la estructura kafkiana de nuestras instituciones políticas empezó a operar sin piedad alguna; para seguir haciendo lo contrario de lo que postulaba y fue así como detuvieron a decenas de miles de individuos, que pocos días después en su inmensa mayoría eran puestos en libertad, porque no había elementos para procesarlos, y en esa carrera implacable cayeron presidentes municipales, que luego regresaron a la libertad después de la vergüenza y el oprobio, y sobre todo de la duda justificada de que hubieran tenido responsabilidades penales, pero que no se las supieron probar; y así hemos transitado por el escándalo nuestro de cada día en el que participan todos los reyes, reinas, princesas y demás jerarquías del crimen organizado y del narcotráfico, que luego resulta que ni a plebeyos llegan, mientras los principios legales tan publicitados se habían convertido en letra muerta o en burla sangrienta.
En esa dinámica hemos transitado entre matanzas y ejecuciones hasta llegar a las más recientes, en las cuales los que eran calificados como pandilleros resulta que no lo fueron, y quienes fueron acusados como traficantes resultaron estudiantes de excelencia, en tanto otros delincuentes que fueron aprehendidos desaparecían para reaparecer muertos, en medio de una confusión verdaderamente desmesurada y absurda, donde la población se ha sentido cada vez más insegura y más manipulada.
¿En dónde habrán quedado los “principios de inocencia” y las “investigaciones para detener”? Sólo el arcano lo sabe, y lo único que sí podemos constatar es que aquel dictum de la Colonia, en que los virreyes le ordenaron al pueblo “obedecer y callar”, parece ser la única opción que le queda a la población de nuestro país, mientras sus cúpulas empresariales aplauden por un lado y critican acremente por otro, haciendo gala de ese doble lenguaje que tanto ha caracterizado a la sociedad mexicana, con el cual se ejerce la venganza a través de la burla y el engaño, ante la evidencia de la opresión y la injusticia.
Si realmente queremos obtener un mínimo de garantías para los mexicanos, no hay más camino que el de una verdadera rendición de cuentas, auditadas por una entidad independiente y ciudadana que realmente se estructure al margen y a la distancia de los intereses de quienes ejercen el poder, en lo político y en lo económico, y si los mexicanos no logramos construir un auténtico sistema que sepa exigir esas cuentas y sancionar esas mentiras, nunca vamos a obtener más que las frustraciones y fracasos que han sido emblemáticos en la vida pública nacional.
México no merece la situación que estamos padeciendo, la mayoría de nosotros amamos a nuestro país y a nuestra gente, y nos sentimos profundamente orgullosos de ser mexicanos; no nos gusta que se critique a nuestro país y nos duele profundamente lo que ocurre en él, pero sí hacemos una distinción fundamental que tenemos que establecer: México no es su gobierno, es mucho más, y si su gobierno merece críticas en cualquiera de sus tres poderes, esas críticas no van contra México, sino contra quienes no están cumpliendo con su país; no hay que equivocarnos, a México lo queremos todos, las críticas no van contra nuestra patria, sino contra quienes las merecen.
editorial2003@terra.com.mx
Doctor en Derecho

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