domingo, 21 de febrero de 2010

Liberalismo

Liberalismo
SERGIO SARMIENTO a.m.com.mx 19 Febrero 2010


En un País como México, que tuvo en el Siglo XIX una fuerte tradición liberal de la que supuestamente nos sentimos orgullosos, es sorprendente que en este inicio del Siglo XXI no tengamos un solo partido que defienda los principios liberales. Tal parece que estamos satisfechos con festejar a Benito Juárez, Melchor Ocampo y Miguel Lerdo de Tejada, pero sin respetar sus ideas.
El PAN, ciertamente, no es un partido liberal. Si bien en ocasiones defiende principios liberales en materia económica, mantiene posiciones profundamente conservadoras en asuntos morales y sociales. La alianza de gobernantes panistas, desde el presidente Felipe Calderón hasta los gobernadores de Jalisco, Guanajuato, Sonora, Aguascalientes y Morelos, para tratar de detener la legislación en el Distrito Federal que permite los matrimonios entre personas del mismo sexo, es un ejemplo en cuestión. Los panistas se oponen al principio liberal fundamental según el cual el Estado no debe intervenir en las decisiones morales de los individuos ni debe promover las posiciones de alguna Iglesia.
El PRI tampoco es un partido liberal. Su nacionalismo revolucionario es intervencionista en lo económico y en lo político. El PRI ha promovido tradicionalmente las relaciones clientelares y corporativistas, y hasta la fecha las defiende. Recientemente Beatriz Paredes, la presidenta nacional del PRI, hizo una declaración en el sentido de que nunca aceptaría las candidaturas independientes a cargos de elección popular. Para ella, por supuesto, no puede haber derechos políticos fuera de las corporaciones o los partidos.
Si bien el PRD ha defendido principios liberales en materia moral y social, en el tema económico se ha convertido en un enemigo jurado de los derechos individuales. Su oposición a la inversión y a la propiedad privada, y su insistencia en que el Estado maneje en régimen de monopolio los sectores estratégicos de la economía, son exactamente opuestos a las ideas de Juárez y otros liberales que políticos como Andrés Manuel López Obrador, afirman representar. A esto hay que añadir su promoción de los usos y costumbres indígenas (los “abusos y costumbres” los llama la indígena oaxaqueña Eufrosina Cruz Mendoza, a quien se le impidió ser Presidenta Municipal de su pueblo por ser mujer) que en muchos casos no son más que excusas para la violación de los derechos individuales y la perpetuación de privilegios feudales.
México necesita recuperar sus raíces liberales. Lo precisamos por razones prácticas, porque un sistema de libertades es el mejor para promover un mayor desarrollo económico, pero también por razones de dignidad. No es posible que el Estado mexicano siga pretendiendo actuar como un padre protector o como un tirano abusivo, cuando no es más que un instrumento de los ciudadanos para proporcionarnos a nosotros mismos ciertos servicios. El Estado debe ser nuestro siervo y no nuestro amo.
Desafortunadamente, nuestros políticos gustan de rendir homenaje a los grandes liberales, como Juárez y Lerdo de Tejada, pero prefieren gobernar de conformidad con los principios de los conservadores del Siglo XIX. Como los conservadores, siguen pensando que la función del Estado es tutelar a los ciudadanos que no tienen la capacidad de pensar por sí mismos.
No sorprende, por supuesto, que los políticos se precien de su liberalismo y gobiernen como conservadores. Las políticas que han impulsado a lo largo de décadas han empobrecido a nuestra Nación, pero a ellos los han hecho ricos y poderosos.
p¿SE DESDIJO NAVA?
Un alto funcionario gubernamental me sugiere que la verdadera razón de la renuncia del secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, es que César Nava, el presidente del PAN, se echó para atrás en sus compromisos. Gómez Mont fue “sólo un testigo de honor” de un acuerdo entre partes, me dice. Pero “¿qué haces cuando una de las partes se desdice? Tú, como testigo de honor, no te vas a quedar impávido ante el incumplimiento.”

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