domingo, 21 de febrero de 2010

Reformas y elecciones

Macario Schettino El Universal 19 de febrero de 2010

Veamos. Una parte del PRI tiene interés en impulsar reformas, lo han hecho durante los últimos tres años. Otra parte no las quiere, pero las usa como moneda de cambio para incrementar sus posibilidades electorales. El gobierno federal acepta jugar este juego. El PAN no, y prefiere apostar a alianzas. El PRD le acompaña en esta apuesta. El caudillo en decadencia decide echarlas abajo, hasta donde le permiten sus menguadas fuerzas.
Los seis actores principales se acomodan en las dos dimensiones políticas en que hemos estado moviéndonos por más de dos décadas. Por un lado, la necesidad de transformar al país, en todo sentido. Por el otro, la urgencia de acumular poder, porque de otra manera no se participaría en esa transformación.
Las reformas, hay que ser muy claro en esto, sí tienen un contenido claro, y por eso han sido tan difíciles de impulsar. Se trata de borrar lo que hicimos durante el siglo XX, porque no sirvió para nada. Ni somos hoy una economía más exitosa, ni una sociedad más justa, ni tenemos una política más eficiente que hace cien años. Los avances, mínimos cuando los hay, se explican más por el devenir del planeta entero que por lo que nosotros hicimos. Reconocer esto, sin embargo, no es nada sencillo, y todos los intentos de reformar al país se promueven fuera de contexto, como si nada más se tratase de competitividad, o democratización, o lucha contra la pobreza. Por eso son piezas incoherentes, y por eso sus resultados son siempre pequeños, o nulos.
Frente a ello, el PRI se ha dividido en dos grupos. Uno que quiere moverse en esa dirección, y que se agrupa en la Cámara de Senadores, y otro que no sólo no quiere moverse, sino de ser posible quiere retroceder, y que agrupa a la mayoría de los gobernadores y a la fracción de diputados de ese partido. Tiene lógica el agrupamiento, porque los senadores son relativamente independientes del gobernador, y éste, recordemos, es la pieza central que obstaculiza hoy el movimiento del país. Los gobernadores han recuperado el muy amplio poder que tuvo el presidente en tiempos del régimen de la Revolución: sin contrapesos, sin vigilancia, sin responsabilidad alguna. No tienen razón alguna para querer cambiar las cosas, y no lo harán por voluntad propia.
El gobierno federal, que sí tiene vigilancia, contrapesos y responsabilidad, tiene la urgencia de cambiar lo que se pueda para dar algún resultado. Con el tramado institucional actual, no puede hacer prácticamente nada. El PAN, sin embargo, tiene un horizonte temporal mucho mayor al del gobierno federal, y no le es fácil sacrificar elecciones. Al PRD menos, a partir de sus resultados recientes. La otra parte de la izquierda ni quiere las reformas ni puede ganar elecciones, así que pueden seguir jugando su juego.
Lo que nadie ha hecho es apostar simultáneamente en las dos dimensiones: ganar elecciones promoviendo reformas. Aunque los electores pensaron que Vicente Fox eso hizo, en realidad no fue así. Calderón mismo se decidió por las reformas después de haber perdido la elección intermedia. Hay miedo entre los políticos a lanzar una agenda de cambio clara y contundente: que proponga destruir al México de la Revolución y sustituirlo por otro que continúe la línea de los liberales del siglo XIX, incluidos Juárez y Porfirio, ambos constructores del capitalismo mexicano y promotores de un país diferente del que heredaron y que luego reconstruyó la Revolución: ese país de República de Indios de un lado y de gente de Razón del otro, ese país profundamente injusto y por lo mismo incapaz de ser democrático y competitivo.
Pero esa Reforma, con mayúscula, no puede recuperarse si no se destruye al mismo tiempo la Revolución. Y eso no lo va a proponer el PRI de los gobernadores y los diputados, ni la izquierda caudillista, lo que nos deja sólo a una parte del PRI, al PAN y al PRD. ¿Puede el PAN, partido de ciudadanos según ellos mismos, apostarle a los ciudadanos? ¿Puede el PRD, partido de la esperanza según ellos mismos, apostarle a la esperanza? ¿Pueden los priístas que quieren modernizarse apostar al futuro?
Porque el futuro y la esperanza de los ciudadanos depende de esos cambios profundos que eliminen, definitivamente, el México fracasado del siglo XX, con sus sindicatos y centrales campesinas corporativas, sus empresarios creados por el Estado, sus catervas de seudo-intelectuales y todos los demás vividores. Que, claro, defenderán a muerte el régimen que les dio de comer con lo que nos quitó a todos los demás.
www.macario.com.mx
Profesor de Humanidades del ITESM
Campus Ciudad de México

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