miércoles, 10 de febrero de 2010

Haití y Honduras, señales preocupantes

Haití y Honduras, señales preocupantes
Frida Modak Siempre 7 de febrero de 2009

 El terremoto en Haití y el golpe de Estado ocurrido en Honduras ponen de manifiesto la fragilidad no sólo de los sistemas democráticos latinoamericanos, sino también de la calidad de naciones independientes de nuestros países. El movimiento telúrico nos ha obligado a mirar y reconocer una responsabilidad colectiva ante la situación de un pueblo al que sólo se ha intentado mantenerlo bajo control sin reconocerle sus derechos. Y lo sucedido en Honduras apunta a decirnos que los derechos de los pueblos son limitados.
Empecemos por Haití, que antes era descrito como "la dictadura olvidada". A la caída de los Duvalier y tras la seguidilla de regímenes militares y un par de gobiernos civiles entró a la "categoría" de Estado fallido, término que se le está aplicando también a otros países. En el caso de Haití eso se traduce en miseria generalizada, en que la falta de recursos llega hasta el gobierno y donde sólo unos pocos, incluidos extranjeros ricos, viven en un sector exclusivo de la capital y acceden a playas privadas que comparten con turistas que, en medio de la destrucción y la muerte, continuaron llegando en cruceros de lujo.
Mientras ellos disfrutaban de ese espacio enrejado, con las rejas cubiertas de árboles y plantas para que no se vea hacia adentro y la empresa de cruceros se justificaba diciendo que con ello estaba aportando a la economía del país, 6 dólares por turista, el gobierno haitiano no tenía dónde funcionar. En los primeros días el presidente Preval y sus ministros se reunían en una localidad dominicana fronteriza, ahora el gobierno tiene su sede en una estación de policía.
Durante días, algunos medios de comunicación buscaron crear la imagen de que no había gobierno y cuando el presidente Preval dio su primera entrevista en un canal de televisión haitiano, pocos recogieron sus palabras que son reveladoras. Dijo el mandatario que se salvó porque abandonó el palacio de gobierno antes de lo habitual para cumplir un compromiso. Ese edificio se derrumbó, como así también la residencia oficial en uno de cuyos patios se encontraba con un nieto.
Para darse una idea de lo ocurrido, Preval salió a recorrer la ciudad en una mototaxi. Ese sólo hecho está indicando la carencia de recursos del gobierno antes del sismo. No hay antecedentes de que un presidente de la República haya tenido que desarrollar sus labores en esas condiciones. Y después de ver lo que había pasado, Preval dijo: "Un presidente también es humano y el mayor dolor es mudo. Me sentí como muerto e impotente".
Con esas palabras el mandatario pidió disculpas por su silencio de los primeros días. Y fue justamente en esos días cuando los infantes de Marina estadunideses tomaron el control de Puerto Príncipe. Más allá de las declaraciones del gobierno del norte en el sentido de que no estaban ocupando Haití, los objetivos del despliegue militar quedaron en claro cuando las precarias embarcaciones en que grupos de haitianos buscaban llegar a Estados Unidos fueron detenidas.
Después se suspendieron los traslados de enfermos graves a Florida, porque los hospitales plantearon que antes de recibirlos querían saber quién iba a pagar los gastos. Más allá de lo dramático del caso, cabe recordar que en Florida viven los haitianos ricos, que se llevaron sus mal habidas fortunas cuando perdieron el poder. Son mulatos que se erigieron en clase superior a sus compatriotas negros, a los que menosprecian.
Por otra parte, todavía no hay indicios de cómo se va a respaldar a Haití no ya en la reconstrucción, que no es lo que se necesita, sino en la construcción de un nuevo país, liderada por los haitianos. Ya hay grupos internos que estudian la situación y sus posibles soluciones. La Unión Europea optó por anunciar que dará 400 millones de euros. Estados Unidos patrocina una reunión con donantes para el mes de marzo y aunque afirma que es Haití el que debe dirigir esta nueva etapa, la secretaria de Estado dijo a la prensa que esa dependencia estaba trabajando en un plan de desarrollo para Haití desde antes del terremoto.
De ahí la importancia de la reunión de los presidentes de los países de la Unión de Naciones Suramericanas, Unasur, que se realizará en Quito el próximo martes para coordinar la ayuda a Haití en los términos que señale Preval. Cabe anotar que ya con anterioridad al sismo se había analizado en los foros latinoamericanos la necesidad de modificar los términos de la ayuda a Haití, a fin de que obedeciera a una planificación acordada con el gobierno de ese país y no a contribuciones aisladas.



Y en Honduras, ¿no pasó nada?



Mientras el futuro de Haití está por definirse, el de América Latina en su conjunto enfrenta un proceso similar como consecuencia del golpe de Estado que se dio en Honduras y el borrón y cuenta nueva que se ha impuesto como solución. Estamos retrocediendo a los últimos años de la década de los ochenta y comienzos de los noventa, cuando al fracaso de las dictaduras se implantaron democracias "protegidas".
Se las protegía de una verdadera democratización, porque ésta inquietaba a los centros de poder. En la segunda mitad de los años sesenta y los primeros de la década de los setenta del siglo XX, en América Latina surgieron gobiernos progresistas, incluso encabezados por militares, como ocurrió en Perú y Ecuador, y gobiernos que buscaban llegar al socialismo por la vía constitucional.
Todos esos gobiernos fueron derrocados por golpes militares y dieron origen a regímenes basados en la doctrina de seguridad nacional de Estados Unidos. Las dictaduras implantadas respondían también a las necesidades de los grupos de poder económico que se enfrentaban a nacionalizaciones de recursos básicos a nivel global y a una crisis que se tradujo en la devaluación del dólar y en la destitución del presidente estadunidense Richard Nixon para desarrollar otro modelo económico.
Ese fue el comienzo de los Chicago Boys y del neoliberalismo, que sirvieron para que los países desarrollados mantuvieran cuotas de poder, pero éstas no les aseguraron el control de los países en los que se establecieron los regímenes dictatoriales, por lo cual buscaron en las democratizaciones restringidas una forma de evitar rebeliones de mayor alcance y proteger sus intereses.
Hoy estamos viviendo una repetición de los hechos con distintos protagonistas y algunas situaciones nuevas. América Latina ha avanzado hacia una integración plural a la que se han sumado países del Caribe que antes dependían en mayor medida de las metrópolis que los colonizaron y dentro de cada país se han producido cambios importantes pese a las restricciones constitucionales.
En ese punto estábamos cuando se produjo el golpe de Estado en Honduras, que obedeció a las conveniencias estratégicas de Estados Unidos, marcadas por el Pentágono. Hay que tener claro que las actuaciones de los gobiernos estadunidenses están supeditadas a sus conveniencias geopolíticas y que éstas las definen los mandos militares.
Nuestra región estaba llegando demasiado lejos con gobiernos con amplio respaldo popular que proclamaban un nuevo socialismo, los pueblos indígenas también accedian al gobierno, se recuperaban los recursos naturales, se registraban cambios sociales importantes y todo eso redundaba en pérdida de influencia para una potencia hegemónica en crisis.
En las guerras en que se involucró Estados Unidos estaban en juego cuantiosos intereses y por lo tanto había que frenar los acontecimientos latinoamericanos de una manera que no interfiriera con los conflictos bélicos. Washington necesitaba un punto desde el cual dar un mensaje contundente. Ese punto pudo ser Guatemala con el caso Rosenberg, pero la presencia de la comisión de las Naciones Unidas que investiga las violaciones a los derechos humanos cometidas en ese país por las dictaduras y la actitud del presidente Colom, impidieron que la intriga prosperara.
La atención se centró entonces en Honduras, donde no sólo se había descubierto un rico yacimiento petrolero, sino que el Presidente de la República había adoptado una línea favorable a los cambios y a la participación ciudadana, lo que no sólo resultaba inconveniente a los intereses del país del norte sino también a los de grupos empresariales internos, ligados a los ex presidentes.
Todo esto estuvo detrás del golpe de Estado del 28 de junio del año pasado, había que frenar el cambio en América Latina. Los pormenores los conocemos, lo que estamos observando ahora es cómo a partir de ese golpe se pretende crear una coalición de países que enfrente a las organizaciones ya existentes como Unasur, el Grupo de Río, el Mercosur o la Alternativa Bolivariana para las Américas.
Lo sucedido en torno a la elección presidencial hondureña y a la toma de posesión de Porfirio Lobo como presidente de esa nación busca borrar todo vestigio del golpe. El periodo del presidente Zelaya terminó el 27 de enero y Honduras se retira de instancias como la Alternativa Bolivariana porque Lobo dice que "para mí sería imposible ser parte de una alianza que tiene como objetivo atacar a Estados Unidos".
El secretario de Asuntos Hemisféricos estadunidense dice que Honduras va en la "dirección necesaria" para que regrese a la OEA de la cual fue suspendida al producirse el golpe. Micheletti, que fue el presidente de facto ya está protegido porque lo nombraron diputado vitalicio y eso le da fuero y no podrá ser juzgado. Mientras, los embajadores europeos empiezan a regresar aunque las sanciones que se adoptaron a raíz del golpe no se han levantado.
El presidente colombiano Alvaro Uribe fue a la toma de posesión de Lobo y firmaron un convenio de seguridad; los empresarios colombianos invertirán en Honduras y Estados Unidos se prepara para reimplementar el Plan Mérida en la nación centroamericana, plan que estaría destinado a combatir el narcotráfico. Curiosamente, las avionetas con droga que han llegado a suelo hondureño desde el golpe de Estado son colombianas.
Estados Unidos se dispone a reanudar la ayuda que nunca suspendió del todo y el embajador Llorens vuelve a su rol protagónico, similar al que tuvo en los preparativos del golpe. A la toma de posesión de Lobo concurrió una delegación de alto nivel de Perú, encabezada por el ex primer ministro Jorge del Castillo, uno de los amigos más cercanos del presidente Alan García.
Y aunque el presidente electo de Chile, Sebastián Piñera, dice que no se va a sumar a una alianza de gobiernos derechistas junto a sus colegas de Perú, Colombia y Panamá, el gobierno de este último país ya dio una muestra de lo que cabe esperar, en forma unilateral dio por terminado el convenio mediante el cual los ministerios de Salud de ese país y de Cuba acordaron el 2006 la creación de un centro oftalmológico en Panamá, en el que 44 mil 846 panameños recuperaron la visión sin costo alguno.

No hay comentarios:

Publicar un comentario