viernes, 12 de marzo de 2010

México: un laboratorio de la derecha internacional

PorEsto 11 Marzo 2010

Para nadie es un secreto que con el advenimiento de la alternancia política en nuestro país, la derecha internacional, particularmente la española, fortalece sus nexos con los gobiernos panistas de Vicente Fox y de Felipe Calderón.La decisión de militarizar el combate al crimen organizado no sólo responde al interés de Washington, sino al de los centros reguladores del conservadurismo europeo, específicamente del Partido Popular.
El factor externo resulta determinante en el aseguramiento de la viabilidad técnica del proyecto de continuidad política en la que se inscribe la tesis del Estado de excepción.
Un nuevo punto de unión de esas fuerzas conservadoras internacionales está en el sistemático ataque a la laicidad del Estado.
El nivel de intolerancia se expresa en el rechazo de este bloque a la reforma que permite en el DF los matrimonios entre personas del mismo sexo y la adopción de menores por esas parejas, abre la puerta no sólo al conflicto verbal sino a la violencia.
Si las formas y el fondo se descuidan, en la Ciudad de México se pueden registrar hechos lamentables. Hay demasiados intereses detrás de esta crisis como para ignorar que, desde hace un buen tiempo, el DF está convertido en el laboratorio de la desestabilización social y política de la ultraderecha.
El discurso de la intolerancia presagia escenarios de excepción, para muestra, lo dicho por el arzobispo de Morelia, Alberto Suárez Inda, al sostener que “los perros no hacen el sexo entre dos del mismo sexo”. La razón natural de la Iglesia Católica es la misma que defiende el Estado militar como única garantía de seguridad y supervivencia social.
Estamos ya en la franja de la intolerancia y de la abierta provocación.
“El asunto es grave, pues estamos al comienzo de la escalada ideológica que a querer o no amenaza con dar el tono al debate público en los próximos tiempos; la jerarquía católica está decidida a jugar en el campo abierto de la política hasta conseguir crear una coalición claramente favorable a sus intereses (que son, por supuesto, los del Vaticano), moviendo las pieza en el tablero, vengan éstas del PRI o de la derecha convencional agrupada bajo el PAN, con la Presidencia a la cabeza”.
Hay que tener presente, además, que las sociedades deprimidas como la nuestra “son las más fácilmente manipulables, y el discurso del odio el que más las provoca”.

El viaje de Enrique Peña Nieto al Vaticano no fue para anunciar su próximo enlace matrimonial, sino para sellar un pacto político con los grupos de dentro y fuera del país que se oponen al Estado laico.
El factor externo resulta determinante en el tablero del ajedrez político nacional, aunque Washington no está en el circuito del debate sobre la laicidad mexicana, el modelo norteamericano es para muchos mexicanos atractivo como esquema y aspiración futura.
Los resultados de un sondeo aplicado entre el 19 y el 23 de noviembre del 2009 por Consulta Mitofsky para la revista Nexos a fin de conocer la opinión de los ciudadanos sobre a qué país le gustaría que se pareciera México, por su gobierno, por sus leyes y por su forma de vida, reporta que la mayoría de los mexicanos tenemos como modelo a los Estados Unidos, con el 30.6% de menciones; le sigue Chile con un lejano 5.8%; Canadá con 5.4; Brasil con 4.6; Italia con 4.1 y otros con 4.3. Por ninguno se pronuncia el 33.7% de los encuestados.
Cuando la pregunta queda a 5 opciones, Brasil, USA, China, y Cuba, la relación porcentual conserva su estructura: Estados Unidos 33.6%; seguido de China con 9.1 y de Brasil con 7.3. En la cuarta posición se coloca España con 6.0 y Cuba con 1.8%.
Con base en estos resultados, la conclusión preliminar es que USA construye el modelo de país principalmente por dos razones: economía 30.5% y empleos, 10.9%
El cambio operado no es menor y parece vincularse a la transformación de hecho que la política exterior mexicana respecto a EEUU ha tenido durante los gobiernos del PAN. “Hubo un tiempo en que la dinámica de relación entre nuestro país y su poderoso vecino del Norte se podía entender dentro del marco de la resistencia, del antiimperialismo, especialmente cuando la Revolución Mexicana aún estaba viva.
Sin embargo, de un tiempo para acá, la histórica resistencia mexicana casi ha cesado. Lo que hoy buscan las élites políticas, económicas e intelectuales es acomodarse de la forma menos lastimosa posible a las demandas e intereses del poder hegemónico.
La relación actual de México con Estados Unidos tiende a inscribirse y entenderse en los términos de la teoría de la subalternidad y ya no en la lógica de un proyecto nacional que busca ampliar la soberanía posible dentro de las limitaciones que la geografía y la asimetría de poder impusieron desde el inicio.
El grupo dominante en México pareciera decidido a comportarse como un mero apéndice de USA; el objetivo es no provocar a Washington y buscar de la mejor forma posible a lo que buenamente ese poder disponga para nosotros en materia económica, de migración, de lucha contra el narcotráfico y de administración de la relación mutua.
Y esto tiene lugar justamente en un sistema mundial donde otros actores –de China a India, de Brasil a Venezuela o de Irán a Rusia- piensan que se puede aprovechar lo que ya se considera una “era postnorteamericana”.
Esta relación manifiestamente subordinada y la metamorfosis que experimenta la sociedad mexicana respecto al modelo norteamericano, explican algunos de los principales factores que determinan la actual vinculación orgánica de Washington con el gobierno de México. Queda claro porqué USA apoyaría el proyecto de continuidad transexenal del actual grupo en el poder.
La administración federal mexicana asume como propia la agenda de seguridad diseñada por la Casa Blanca. “México invierte miles de millones de pesos y pone miles de muertos en las trincheras de la guerra contra las drogas, que en realidad es un combate que Estados Unidos sostiene fuera de su territorio”.
Ni en las administraciones priístas Washington tuvo tanta influencia e injerencia en nuestro país.
¿Por qué EEUU habría de apostar a una alternancia de restauración si con el actual gobierno panista tiene más de lo que nunca obtuvo con las administraciones priístas?
No se entendería que Washington apoyara el regreso del PRI al poder, cuando tiene todo del actual establecimiento político.
Por ello, si la perspectiva electoral de 2012 es manifiestamente contraria al proyecto de continuidad transexenal panista, Washington podría jugar también con la tesis del Estado de excepción.

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