La foto es el mensaje. Un hombre entero, arrogante, fuerte a sus 70 años, con actitud de “aquí les presento a don Julio”; el periodista emblemático de la ruptura con el poder, se aprecia, más allá de su edad, como un hombre disminuido.
domingo, 11 de abril de 2010
“El Mayo” y Scherer
Alfonso Zárate El Universal 8 de abril de 2010
La foto es el mensaje. Un hombre entero, arrogante, fuerte a sus 70 años, con actitud de “aquí les presento a don Julio”; el periodista emblemático de la ruptura con el poder, se aprecia, más allá de su edad, como un hombre disminuido.
La foto es el mensaje. Un hombre entero, arrogante, fuerte a sus 70 años, con actitud de “aquí les presento a don Julio”; el periodista emblemático de la ruptura con el poder, se aprecia, más allá de su edad, como un hombre disminuido.
Ismael El Mayo Zambada escogió a Proceso, el semanario político más importante de México, y a su presidente y fundador, Julio Scherer García, para mostrarse, decir unas cuantas verdades y omitir muchas más.
El periodista legendario —“Julio, El Magnífico, lo llamaba con un dejo de ironía don Manuel Buendía— acude a la cita y, faltaba más, atiende escrupulosamente las condiciones impuestas por el capo, hasta que lo tiene ante sí. “Tenía muchas ganas de conocerlo”, le dice El Mayo Zambada.
El Mayo decide cuándo y qué. “Platiquemos primero”, le propone al decano reportero, cuando le pide iniciar la entrevista, el tono es afable, pero es una orden con una traducción muy simple: “Soy yo quien decide los tiempos”.
El jefe poderoso tiene por guarida —aunque solamente para ese encuentro— “una construcción rústica de dos recámaras y dos baños” y le advierte a Scherer que para esa reunión vino de lejos y en cuanto terminen se irá. A la insistencia en grabar la conversación, la respuesta es lacónica: “Otro día. Tiene mi palabra”.
Ismael El Mayo Zambada entiende que al gobierno le toca perseguirlo pero “rechaza las acciones bárbaras del Ejército”; los soldados, dice, “rompen puertas y ventanas, penetran en la intimidad de las casas, siembran y esparcen terror”. En momentos en que crecen las denuncias contra las Fuerzas Armadas, Zambada agrega las suyas. Pero nada dice y, al parecer nada se le pregunta, sobre los excesos, la barbarie que imponen los sicarios siguiendo las órdenes de los jefes del narcotráfico.
¿Una entrevista de relaciones públicas? El Mayo quiere hablar, quizás se siente más acosado que antes y esta entrevista vale más que cien narcomantas. Es evidente el cálculo político, mediático, detrás de esta decisión de Zambada. En la descripción de Julio Scherer, además de “ganadero y agricultor”, Ismael Zambada aparece casi como un poeta bucólico: “El monte es mi casa, mi familia, mi protección, mi tierra, el agua que bebo. La tierra siempre es buena, el cielo no”. No hay malas palabras ni fanfarronadas. El capo no usa los colguijes famosos en la cultura del narco: las cadenas, las pulseras, los relojes de oro adornados por piedras preciosas. Es un hombre que reconoce su vulnerabilidad y sus miedos y que no pretende aparecer como lo que no es: “Tengo pánico de que me encierren”, dice en un momento; también admite que llora a su hijo Vicente, su primogénito y, en otro momento, ante la hipótesis de lo que haría de ser aprehendido, reconoce: “No sé si tuviera los arrestos para matarme. Quiero pensar que sí, que me mataría”.
Quizás lo más rescatable de esta entrevista es el reconocimiento de que el gobierno llegó tarde y no hay forma de resolver, en días, los problemas generados en años (aunque debió decir que no hay forma de resolver en años, problemas generados en décadas, él mismo tiene más de 40 años en un negocio al que entró así nomás)… Que el problema del narco envuelve a millones (“está en la sociedad, arraigado como la corrupción”), y por eso no se reduce a una ridícula minoría… Y que, ante el encierro, el destierro o el entierro de los jefes, “sus reemplazos ya andan por ahí”. Una guerra perdida, lo confirma.
El Mayo sigue impune, su sobrevivencia en libertad, así sea a salto de mata, confirma la permisividad y la complicidad de la sociedad y la impunidad, la corrupción, y las redes de protección política que ha tejido en más de cuatro décadas.
¿Lo que publica la revista Proceso fue todo lo que dijo? Unas veces los medios reflejan realidades, otras las crean. A nadie sorprendería que en unas semanas o meses apareciera un nuevo libro de Scherer aderezando y completando lo que platicó con el capo aquella mañana de febrero o un nuevo reportaje, esta vez, con El Chapo, compadre de El Mayo y jefe de jefes.
Presidente del Grupo Consultor Interdisciplinario
Etiquetas:
narcotrafico,
periodismo
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