sábado, 20 de marzo de 2010

Bono demográfico en riesgo

Rubén Moreira Valdez El Universal 19 Marzo 2010

“Sed fecundos y multiplicaos, llenad la tierra y sometedla…” Génesis 1,28

Durante la segunda mitad del siglo pasado, México presentó la dinámica demográfica más acelerada de su historia. Entre 1960 y 1970 la tasa media de crecimiento anual de la población fue de 3.4%, ritmo suficiente para duplicar su volumen en 20 años.
Debido a este rápido crecimiento, que superaba la capacidad del Estado para proveer servicios básicos: educación, salud, vivienda y agua potable, se diseñaron políticas públicas avanzadas para la época. A pesar de la resistencia de los grupos reaccionarios de siempre, se establecieron programas de control de natalidad, planificación familiar y educación sexual; se promulgó la Ley General de Población y se creó el Consejo Nacional de Población para coordinar y dar seguimiento a dichos programas.
A 40 años de distancia son evidentes los resultados. Se logró disminuir los nacimientos, la mortalidad general e infantil, se elevó la esperanza de vida y, de una población esperada de 150 millones en 2010, el número llegó a 107 millones. La estructura demográfica impulsó el desarrollo económico. El número de personas dependientes, menores de edad y adultos mayores, se redujo respecto al grupo de población en edades productivas. En 1970 había 107 dependientes por cada 100 personas productivas. Hoy son 58. En otras palabras, existe en México un enorme potencial humano capaz de generar riqueza y, a partir de ella, sostener a la población que por edad tiene dificultades para trabajar.
Este fenómeno llamado “bono demográfico”, que fue aprovechado en su tiempo por Japón, Estados Unidos y los países desarrollados de Europa, se hizo notorio en México a partir del año 2000 y terminará alrededor del 2030, cuando se evidencie el proceso de envejecimiento y se duplique la proporción de adultos mayores en México.
Pero el bono demográfico no es cheque al portador; su aprovechamiento exige condiciones económicas y sociales para ocupar al creciente número de trabajadores, principalmente jóvenes, que se incorporan cada año al mercado laboral. Esto no está ocurriendo y las perspectivas no son optimistas. En los últimos 10 años México ha pasado de ser la novena economía del mundo, a la 14, y pasó del lugar 42 al 60 en competitividad. El crecimiento promedio anual del PIB es menor al 2%, muy lejos del 7% necesario para ocupar al millón de personas que demandan nuevos empleos cada año.
Los resultados de este desempeño, en cifras del INEGI, son 2.5 millones de desocupados, 4 millones de subempleados y 13 millones de trabajadores informales. Casi 20 millones de 47 que conforman la Población Económicamente Activa. Además, cada año, de acuerdo con datos del Consejo Nacional de Población, medio millón de mexicanos emigran a EU en busca de oportunidades, lo que constituye una pérdida enorme de capital humano.
El bono demográfico no se está aprovechando y la riqueza que se deja de producir tendrá graves consecuencias en los próximos años. En 2030, la población de 60 años y de más edad ascenderá a 21 millones, 17% de la población total, muchos no tendrán acceso a los beneficios de las prestaciones sociales derivadas de la antigüedad, demandarán programas asistenciales y servicios médicos para enfermedades degenerativas como cáncer, diabetes y otras cuyo tratamiento es largo y costoso.
Las prioridades de México, ahora, son el crecimiento económico, una educación de calidad, la generación de empleos y la distribución equitativa del ingreso nacional. Sin rumbo y sin convocatoria para sacar adelante al país, lejos de atender estas prioridades el gobierno federal insiste en la reelección de autoridades y controversias sobre los matrimonios entre personas del mismo sexo, distractores que generan discordia y enfrentamientos inútiles entre la sociedad. El tiempo se agota. Urgen acciones contundentes para reactivar la economía. El bono demográfico está en riesgo. De continuar así, a la deriva, éste será desperdiciado con alto costo para las próximas generaciones de mexicanos.
Sin crecimiento y generación de empleos el futuro no es halagador. Millones carecen de servicio de salud y de la posibilidad de una vivienda digna. La realidad es que los mexicanos buscamos formas de sobrevivir. Una economía informal de dimensiones similares a la formal y millones de compatriotas en pobreza nos hace vaticinar un futuro en el cual la mayoría carece de pensión. Un futuro en el que la red de protección social que el gobierno busca desmantelar, no baste para respaldar a millones.
A mediados del siglo XVII, el reconocido poeta francés Jean de la Fontaine escribió: “El trabajo es el único capital no sujeto a quiebras”. Doscientos años después, Warren Bennis, asesor de cuatro presidentes de Estados Unidos, señaló que “el único capital que realmente importa es el capital humano”. Hoy los mexicanos somos el mayor activo de nuestra patria. Recurso no renovable si no se aprovecha oportunamente. El bono demográfico podría convertirse en pagaré de no retomar el crecimiento de la economía nacional como prioridad.
Presidente de la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara de Diputados

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