sábado, 20 de marzo de 2010

Drogas: estrategias encontradas

Horizonte político
José Antonio Crespo Excélsior 19-Mar-2010

No debiera sorprender a los estadunidenses que la narcoviolencia mexicana haya alcanzado a sus funcionarios consulares. Es imposible llevar a cabo un esquema de confrontación armada contra los cárteles, y pretender que eso no va a generar violencia en escaladas cada vez mayores. ¿Deben considerarse los asesinatos a diplomáticos de Estados Unidos como una señal más de que la guerra contra los capos se va ganando o debe verse como indicio de que las cosas se van saliendo cada vez más de control? Por la reacción de los estadunidenses, parece más lo segundo que lo primero. Hay que recordar, en todo caso, que así como los de Estados Unidos torcieron el brazo de Vicente Fox para que no sacara al Ejército de esta guerra (como era la intención original del guanajuatense), tuvieron mucho que ver en la profundización del conflicto al inicio de este gobierno: hubo una propuesta en ese sentido, planteada por los funcionarios de la DEA Karen Tandy y David Gaddis, a Eduardo Medina-Mora y a Genaro García Luna, en octubre de 2006 (El Universal, 26/I/10).
En Japón, Calderón se ufanó de los resultados arrojados por su estrategia: “Hay muchos muertos porque la estrategia es correcta y los muertos, casi todos… son de las bandas de los cárteles. Luego entonces vamos ganando la guerra” (1/II/10). Pero, a horas de eso, tuvo lugar el asesinato de 14 jóvenes en Ciudad Juárez, y entonces a Felipe no le quedó más remedio que mover su mira a Estados Unidos, como responsable último de este fenómeno: “Ese consumidor de drogas más grande del mundo no tiene el menor empacho… en vender hacia nuestro país todas las armas que puede... Se necesita, por un lado, parar el tráfico de armas hacia mi país… y reducir el consumo de drogas en Estados Unidos, vecino de esta ciudad” (3/II/10). Pero lo que destaca Calderón como requisitos para que su estrategia tenga éxito —reducción del consumo de drogas en Estados Unidos, y control de la venta ilícita de armas— simple y sencillamente no va a suceder. Si son esas las condiciones indispensables para ganar esta guerra, entonces podemos darla por perdida. Por ejemplo, según el Buró de Alcohol, Tabaco y Armas de Fuego de EU, han entrado a México, en los últimos tres años, aproximadamente 900 mil armas. En contraparte, según autoridades mexicanas, durante este gobierno se han decomisado 30 mil armas, es decir, apenas 3% del total de armas ilegales que ha entrado en el mismo lapso. Y los legisladores de allá han dicho de todas las formas que no habrá una regulación más restrictiva, porque eso afectaría grandes intereses económicos del país.
Muchos en México y Estados Unidos pensamos que los costos de combatir la oferta de drogas con violencia tienden a superar los que genera el consumo. La DEA utiliza desde hace décadas un ejemplo para justificar la prohibición y el combate abierto a las drogas: pregunta a quién le gustaría tener como vecinos del barrio a algunos adictos. A nadie, supongo, pero resulta peor y más riesgoso que en ese barrio vivan los que producen y trafican las drogas. Es mucho más peligroso. El primer ejemplo se aplica más a Estados Unidos (mucho consumo de drogas con poca narcoviolencia), mientras que el segundo caso es más aplicable a México (poco consumo relativo de drogas, con mucha violencia producto del combate armado a los cárteles). Y precisamente porque es peor pelear con traficantes que convivir con adictos, Estados Unidos ha elegido una estrategia de no confrontación con los capos de allá (los productores y distribuidores de diversos tipos de droga), aunque el consumo siga siendo el mayor del mundo. Si como dice nuestra canciller, Patricia Espinosa, es indispensable que Estados Unidos combata a sus narcos, nos quedaremos esperando (mientras crece nuestra espiral de violencia). Nunca lo van a hacer: aprendieron bien la lección de la guerra contra el alcohol. Más aún, van en sentido contrario, pues avanza la despenalización de la mariguana por motivos terapéuticos, pero también se explora ya en California su legalización para fines recreativos. Es decir, México y EU aplican estrategias distintas, incluso encontradas. Ha dicho Fernando Gómez Mont que “las sociedades de México y Estados Unidos están pagando un precio muy alto en términos económicos y de vidas humanas por el tráfico y consumo de drogas” (17/III/10). Sí, claro, pero, ¿es el mismo costo? ¿Cuál de los dos esquemas es menos dañino para la población? ¿Mucho consumo con poca violencia (EU) o poco consumo con mucha violencia (México)?
Muchos en México y Estados Unidos pensamos que los costos de combatir la oferta de drogas con violencia tienden a superar los que genera el consumo.

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