sábado, 20 de marzo de 2010

¿Sólo fue Maciel?

Esteban Moctezuma Barragán El Universal 19 Marzo 2010

Hace más de un año, escribí en este espacio, que los Legionarios de Cristo tenían la oportunidad de reflexionar con humildad, qué aprendizaje podían obtener de su crisis.
Lamentablemente, dejaron pasar el tiempo sin construir un posicionamiento y lo que no dejó de pasar fue una dolorosa e indignante información.
Hemos señalado que la agrupación está integrada, en su mayoría, por personas valiosas, que buscan hacer del servicio su forma de vida y que no son responsables de la conducta de su superior, pero hay un reclamo general de que prestaron oídos sordos a decenas de personas que afirmaban con su testimonio haber sido víctimas de los vicios de Marcial Maciel.
No reaccionaron con prontitud y verdad. No reconocieron que debían mover el espíritu de toda su agrupación y seguidores y no solamente dedicarse al “control de daños”. Por no haberlo hecho, ahora empiezan a surgir voces preguntándose si la conducta reprobable sólo fue de Maciel.
Por negar lo evidente desde años atrás, hoy los Legionarios están llevando una dura penitencia. ¿Qué más quieren que suceda para salir a reconocer categóricamente; a pedir perdón; a tratar de reparar en lo posible el daño, si es que hay forma de hacerlo? ¡Qué bien que todos lo hicieran! porque el silencio fortalece la impunidad. El silencio se convierte en complicidad.
Aceptar la falta a la verdad, de manera pública y de cara a la sociedad, es el primer paso a la sanación. Pero el miedo de hacerlo no es un asunto coyuntural de los religiosos, es condición humana.
La adversidad siempre nos ofrece la opción de claudicar o de crecer y sacar lo mejor de uno mismo.
Quienes defienden la Legión, no son su jerarquía, sino los laicos que se beneficiaron de una buena educación. Ellos señalan que no todo en la Legión es Maciel. Por ello, si no todo es Maciel, deben mostrar de qué está hecha la Legión hoy.
Si reconocen sus errores y actúan en consecuencia, de la crisis podría venir un renacimiento. Porque quien respeta la verdad, a la larga, es quien prevalece.
Lo mismo sucede en el resto del catolicismo. Ante las noticias comprobadas de sacerdotes pederastas, ¿se dirá que son ataques a la Iglesia para desprestigiarla y se ignorarán las evidencias? ¿O se enfrentarán y se actuará en consecuencia?
Si le rascamos un poquito, atrás de los escándalos yace un problema profundo en nuestra sociedad, que todos debemos analizar. Vivimos una cultura equivocada y desviada alrededor del sexo. Una falsa moralidad que debe corregirse porque provoca extremos de cerrazón o irresponsabilidad.
Una de las características humanas más fuerte y esencial, el sexo, es la menos conversada, hablada, divulgada, estudiada en la familia, en la escuela, o en la iglesia.
Y por ser tan importante para cualquier persona, al carecer de mejores fuentes de información, los adolescentes platican y exploran entre sí, con morbo, con desinformación, en el internet, cine, televisión o videos. Y muchos son engañados por adultos que nunca maduraron sexualmente.
Con humildad, la Iglesia debe reconocer que algo se puede aprender de Maciel y de los pederastas: que el actual enfoque de la Iglesia y la sociedad sobre sexualidad debe revisarse a fondo porque está siendo un obstáculo para la armonía, felicidad y espiritualidad de todos.
Se requiere de una nueva educación sexual que reduzca los embarazos infantiles, las violaciones, el abuso y las frustraciones.
Antes que esconder el tema sexual, la Iglesia debe empezar por hablar de éste a la luz de la sabiduría con que Cristo lo hizo. Es tan simple como “regresar a lo básico”.
emoctezuma@tvazteca.com.mx
Presidente Ejecutivo de Fundación Azteca

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