lunes, 22 de marzo de 2010

Cuentos para niños

JORGE GORDILLO a.m.com.mx 21 de marzo de 2010

¡Saludos llenos de vitalidad como la primavera que nos entrega también muchos saludos!
Hay en este libro cinco cuentos agradables, todos llenos de una imaginación asombrosa que nos recuerdan la época de la tradición oral. ¿Quién los descubrió? ¿Cuántas personas los habrán disfrutado? ¿Cuántas otras no?
Disfrutemos: “Premio y Castigo”
Hace muchos años en Alemania, dos jóvenes salieron a buscar trabajo. Uno de estos muchachos era aprendiz de sastre y el otro, de joyero. Caminaron varios días de una comunidad a otra, sin embargo la suerte no los benefició. Una noche, cuando se entretuvieron mucho en el camino, la noche los sorprendió antes de que pudieran llegar a una casa. El aprendiz de joyero era muy temeroso y cualquier sonido lo atemorizaba, además tenía una gran ambición, pero no el suficiente valor para encarar situaciones difíciles. Por su parte, el aprendiz de sastre no era muy ambicioso, pero sí muy valeroso. Atravesaban un bosque cuando escucharon una música rara y extraordinaria que los hizo olvidar la fatiga. Como no pudieron permanecer ajenos a aquellas notas armoniosas, abandonaron el camino y se internaron por una vereda que los llevó hasta lo más profundo del bosque, de donde parecía venir la música. El aprendiz de joyero se estremecía de miedo en aquel sitio tan oscuro, pero su compañero lo calmó. Orientándose por el sonido de la música, arribaron a una pequeña barranca donde contemplaron un raro espectáculo. En ese sitio danzaban varias seductoras parejas de enanitos. Varios hombrecitos y mujercitas bailaban en círculo tomados de las manos y cantaban bellas melodías. Los dos muchachos se quedaron pasmados ante la inexplicable escena. En el centro del círculo bailoteaba un enano más grande que sus demás compañeros; este gnomo tenía una larga barba blanca y vestía un suntuoso traje de roja seda bordado de oro y plata. Cuando bailaba, su figura lanzaba destellos hacia todas direcciones. Embelesados, los jóvenes se aproximaron y el enano les indicó que se acercaran aún más. Ellos permanecieron casi inmóviles, sorprendidos por aquella situación. Entonces los demás enanitos se sumaron al de la larga barba y les pedían que se acercaran. Al fin, el joyero, gran fanático de los placeres, fue el primero en sumarse al convite. Casi de inmediato hizo lo mismo su compañero. A los pocos segundos se encontraban danzando con los enanitos. Luego el enano grande comenzó a afilar un enorme cuchillo. Esto atemorizó a los muchachos, quienes intentaron huir de aquel extravagante festejo, pero antes de que lo hicieran el enano cogió a uno de ellos por el cuello y en un instante rasuró su cabeza y la barba, con un cuchillo afilado. Enseguida comenzó con el otro. Como si un raro encantamiento los paralizara, ninguno de los muchachos se movió mientras el enano rasuraba a cada uno de ellos. Luego de afeitarlos el enano les permitió que se marcharan, pero la verdad es que quería obligarlos a llegar hasta un gran cúmulo de carbón. Cuando los amigos estuvieron cerca del montón de carbón, el enano les indicó, mediante señas, que se cargaran sus bolsillos con ese carbón. Después de que cargaron todo lo que pudieron, se alejaron. El joyero renegaba del momento en que pensaron acercarse y el sastre volteó a mirar por última vez a los enanitos cuando un campanario marcó las doce de la noche. El sastre vio que los pequeños personajes desaparecieron y ya no oyó la música. Los jóvenes prosiguieron su camino y minutos después llegaron a una comunidad donde hallaron hospedaje para pernoctar. Sin descalzarse, cayeron fatigados en los catres y se durmieron profundamente. En seguida de que amaneció se despertaron atemorizados pensando que alguien les jalaba el cuello, sin embargo se dieron cuenta de que sólo eran sus bolsillos cargados de carbón los que les pesaban. Al vaciarlos, con gran sorpresa vieron que el carbón se había convertido en oro. Se acordaron del enano de la barba blanca y durante unos segundos se miraron, sin pronunciar ninguna palabra; después fueron a verse al espejo y con sorpresa se percataron de que nuevamente les había crecido el cabello y los bigotes. No supieron que hacer con tanto dinero; hacía unas horas eran muy pobres y ahora eran dueños de una gran fortuna. Sin embargo, el aprendiz del joyero comenzó a quejarse de no haber cargado sus bolsillos con más carbón.
¿Qué pasará con la codicia del joyero? El espacio no me permite terminar con la aventura.
Seguramente esa codicia no será premiada.
¡Nos leeremos en la próxima!

No hay comentarios:

Publicar un comentario