lunes, 22 de marzo de 2010

Si Grecia cae… seguirá España

Bernardo González Solano Siempre 21 de marzo de 2010

Aunque parezca un mal juego de palabras, resulta que Aquiles —el héroe mitológico griego, hijo de Tetis y Peeleas, el héroe de La Iliada— era invulnerable, excepto en el talón, pero pese a su invulnerabilidad fue muerto en el sitio de Troya por una flecha lanzada por Paris y dirigida por Febeo al talón del héroe. En un remedo de la historia, Grecia, debido a sus innumerables problemas económicos y sociales, puede convertirse en el talón de Aquiles de la Unión Europea, a no ser que la cuna de la civilización occidental supere su pésima situación y que el pueblo griego acepte las durísimas medidas impuestas por el gobierno socialista dispuestas por las autoridades de la comunidad europea. 
Todo indica que el talón de Aquiles de la Unión Europea es precisamente Grecia y en su caída puede arrastrar a otros países igualmente emproblemados, como España. 
Sombrío panorama
El panorama de la antiquísima Grecia es sombrío y escabroso. Alguien ya sugirió que para saldar sus deudas, el gobierno de Atenas debe vender las míticas islas griegas y hasta el Partenón.
La crisis griega no comenzó ayer. De hecho, desde hace muchos meses se veía que el asunto estallaría, pero los bancos internacionales “ayudaron” a encubrir el peso de la deuda de aquel país, maniobra que, agregada a la corrupción de las estructuras helénicas, provocaron que el problema sea mayúsculo convirtiéndolo en un “nudo gordiano” que nadie puede ni sabe desanudar. 
El mundo moderno no cuenta con un Alejandro Magno para deshacer el nudo que trenzó el rey Gordio. Angela Merkel, la alemana, Nicolás Sarkozy, el francés; y Gordon Brown, el escocés que gobierna la Gran Bretaña, cuentan con los poderes del mítico Alejandro. Ni qué decir de Silvio Berlusconi, ni Georges Papandreu, el socialista griego que trata de salvar el barco. Del mito a la realidad del siglo XXI parece un gran trecho, lo cierto es que los problemas griegos tienden a empeorar.
Como sea, el asunto es que el jueves 11 de febrero, los 27 países de la Unión Europea acordaron auxiliar a Grecia en una iniciativa que no tiene precedentes pero que, al mismo tiempo, dejó en el aire serios interrogantes.
Grecia no está sola
Por palabras y declaraciones el asunto no paró. La primera ministra Merkel enfatizó: “Grecia es parte de la Unión Europea y no la dejaremos sola”; el presidente Sarkozy, a su vez manifestó: “Grecia no está sola”. El hecho es que en el comunicado de Los Veintisiete las dos principales potencias de la zona euro aclararon que no permitirán la caída de ningún país de la moneda única, pero también puntualizaron que Europa ayudará a Grecia a cambio de más sacrificios presupuestarios de Atenas y de un control mensual de sus cuentas. Pero, el escollo es que nadie concretó la aplicación de esas medidas, lo que inmediatamente repercutió en las Bolsas.
El rotundo apoyo a Grecia se condiciona a que haga “todo lo necesario” y más para cumplir sus compromisos de austeridad. No se le expidió un cheque en blanco, sino una severa exigencia que, por principio, ya le cuesta al gobierno de Papandreu revueltas sociales.
La crisis griega ya dura más de lo conveniente. En el país heleno nadie sabe dónde desembocarán las aguas. Mientras, el Parlamento griego, dominado por los socialistas, aprobó el viernes 5 de marzo el severo plan de austeridad que acometerá Grecia para tratar de salir del túnel, con una fuerte alza de impuestos combinada con un retundo recorte de gastos, empezado con la congelación de las pensiones y la baja de sueldos a los funcionarios. Las instituciones multilaterales y los mercados aplaudieron esas medidas, pero en las calles de Atenas y de otras ciudades griegas las protestas suben de tono al paso de los días.
Mientras el primer ministro Papandreu tomó el toro por los cuernos y salió al extranjero —desde Washington a Berlín para solicitar la solidaridad de sus socios en la zona euro—, los trabajadores respondieron con nuevas huelgas contra las medidas del Ejecutivo socialista para detener el déficit público. 
Así, violentas protestas se registraron en las calles atenienses cuando miles de trabajadores se manifestaron en contra del nuevo plan de austeridad aprobado por el Parlamento.
Las huelgas paralizaron el país
Los transportes paralizaron Grecia desde la madrugada del viernes 5 de marzo, con embotellamientos en Atenas y Salónica, la segunda ciudad del país, y el tráfico aéreo interrumpido en todos los aeropuertos. Los ferrocarrileros, los maestros e incluso los policías se unieron a las manifestaciones convocadas en el sector público, sin importarles las advertencias de los socialistas que no dejan de repetir que la economía está en estado de emergencia. Los sindicatos aducen que el plan de austeridad “condena a los pensionistas” a unas condiciones de vida miserable y aboca al cierre a miles de empresas.  
Asimismo, un grupo de radicales provistos de piedras y palos arremetieron en contra de miembros del partido parlamentario Coalición de Izquierda, para evitar que desplegaran una pancarta en el momento de la tumba al soldado desconocido enfrente del Parlamento. 
Poco antes de este incidente, otro grupo, no identificado, golpeó al presidente de la Confederación General  de Trabajadores de Grecia, Gianis Panagópulos, cuando pronunciaba un discurso en una tarima montada frente al Parlamento. El líder trabajador tuvo que ser internado en la clínica de los diputados. Ese mismo día, otra manifestación convocada por el sindicato Pame, afiliado al Partido Comunista,  con la participación de diez mil personas, desfiló sin incidentes frente a la cámara de diputados.
Para empezar, se necesitan 20 mm de euros
Mientras son peras o manzanas, el hecho es que Grecia desesperadamente necesita fondos —para empezar, 20 mil millones de euros entre abril y mayo próximos—, y los inversores que desde fines del año 2009 no ocultan su nerviosismo por las dudas sobre la crisis fiscal griega, quieren rentabilidades jugosas. 
Para los zopilotes de la economía mundial, el miedo al impago siempre es menor con tipos de intereses bien altos.
De tal suerte, el jueves 4 del presente tanto el Tesoro de Grecia como los mercados consiguieron lo que pretendían, lanzando una emisión de bonos a diez años que se presumía arriesgada y a la que los inversionistas acudieron como moscas a la miel. Grecia colocó 5 mil millones de euros sin mayores problemas. Pero esto no ha sido gratuito. Grecia pagará tipos de intereses de casi 6.4% por esa deuda, el doble de lo que le cuesta a Alemania.
La emisión se realizó un día después de que Papandreu anunció, con el visto bueno de la Unión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional y todos los demás que tienen vela en el entierro, un plan de ajuste draconiano destinado, precisamente, a tranquilizar a los mercados. Es decir, lo que antes apuntábamos —alza de impuestos y fuertes recortes de gastos— con lo que esto representa: congelación de pensiones y rebaja de sueldos de los funcionarios, ocasionando nuevas protestas callejeras en la capital y otros lugares.
En un interesante artículo titulado “La crisis alcanza al euro”, Ignacio Sotelo explica: “Llega a Berlín el presidente del gobierno griego, Yorgos Papandreu. El tema es reducir un endeudamiento del que Grecia ya no puede librarse por sus propias fuerzas. Alemania exige que Grecia asuma las medidas drásticas imprescindibles y que no sea ella la única que pague el estropicio. Que las capas sociales más desfavorecidas sean las que al final corran con los costos provocará fuertes conflictos sociales que no sabemos, según el cariz que tomen, si podrá encauzarlos el gobierno. Pero de lo que no cabe la menor duda es de que los países más ricos terminarán prestando las suyas necesarias, conscientes de lo que nos jugamos con el euro”.
“Papadreu responsabiliza —agrega Sotelo— de la situación, en primer lugar, a su país por el grado de corrupción alcanzado, pero también a la Unión por no haber llevado a cabo los controles necesarios. La corrupción ha sido el factor principal de endeudamiento, algo que economistas, y sobre todo sociólogos, hace mucho tiempo que habían señalado, pero que los Gobiernos y los medios de comunicación se han empeñado en ignorar. Cuál hubiera sido la reacción, se pregunta el presidente del Gobierno de Luxemburgo, Jean Claude Juncker, si hace dos años hubiera manifestado que Grecia tiene un problema serio de corrupción. Todos se le hubiera echado encima, reprochándole que así no se trata a un país miembro de la Unión”. 
La clásica metida del cuello del avestruz en la tierra para no ver lo que sucede alrededor.
Por su parte, Desmond Lachman, ex funcionario importante del FMI, actualmente profesor de economía en la Universidad de Georgetown, declaró: “Hace falta un programa de 30 a 40 mil millones de dólares para ayudar a Grecia, incluyendo préstamos del FMI, condicionados a reformas estructurales, y de la asistencia bilateral. Con excepciones a las reglas habituales del Fondo, tomando en cuenta la gravedad de la situación y de los riesgos de contagio a otros países de la zona euro”.
Por el momento, el FMI no quiere dar la impresión de inmiscuirse en la gestión de la crisis contra la voluntad de Berlín, París o de la banca central europea. El portavoz del Fondo explica: “Pensamos que Europa será capaz de resolver este problema, aunque estamos listos a prestar ayuda. Por lo pronto ya lo hicimos a petición de Grecia en materia de experiencia técnica”. Pero, el talón de Aquiles puede ser herido por más de una flecha aunque no la lance París.

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