lunes, 22 de marzo de 2010

Washington ve débil a Calderón

Editorial Siempre 21 de marzo de 2010

 El asesinato de tres personas vinculadas al consulado norteamericano en Ciudad Juárez, Chihuahua, abrió de un solo golpe un nuevo capítulo en las relaciones México-Estados Unidos: confirmó y oficializó el hecho de que la frontera sur constituye el primer riesgo para la seguridad nacional del país vecino, hecho que convierte a nuestra nación en el centro internacional de la guerra contra el narcotráfico.

Felipe Calderón lo intuyó y expresó en forma espontánea al llevarse las manos a la cabeza: “Vienen cosas muy duras”. Cuarenta y ocho horas después, Washington anunciaba algo insólito en la historia moderna bilateral: el envío del gabinete de seguridad de Estados Unidos a México para revisar, se dijo, la estrategia contra los cárteles de la droga.

Y ahí, en el fracaso de la estrategia seguida por el gobierno de Calderón, está la clave de la decisión que toma repentinamente Barack Obama para que su war team (“equipo de guerra”) llegue de emergencia a México.

Cuando la secretaria de Seguridad Interna de Estados Unidos, Janet Napolitano, declaró que la presencia del Ejército mexicano en Ciudad Juárez “no ha servido de nada” se refería, en el fondo, a que el gobierno calderonista tiene que modificar la forma de enfrentar a los cárteles para tener éxito, y a eso viene precisamente lo mismo el jefe del Pentágono o secretario de la Defensa, Robert M. Gates, que Denis Blair, director nacional de Inteligencia, y Michael G. Mullen, jefe del Estado Mayor Conjunto, entre otros. Tal vez resulte una obviedad decir que los funcionarios norteamericanos que llegarán a México son los mismos que tienen presencia frecuente en Irak o Afganistán, países con los que hoy Estados Unidos se encuentra en guerra. Su presencia aquí tiene, por lo tanto, un significado tan trascendente como preocupante.
El embajador estadounidense Carlos Pascual ha reafirmado en forma muy cuidadosa lo que Janet Napolitano dijo “a boca de jarro”: “Los narcotraficantes son malos para México, para Estados Unidos y el hemisferio: tenemos que desmantelarlos y controlarlos…” La cuestión es, ¿cómo hacerlo mejor?

Para Obama, no así para Calderón, el gobierno mexicano ha sido derrotado y penetrado por los cárteles de la droga. Se trata —como lo anunciaron en marzo de 2009 fuentes oficiales de Estados Unidos— de un Estado frágil que puede convertirse en “Estado fallido”, donde Calderón tiene un liderazgo sumamente debilitado y las instituciones se encuentran carcomidas por los intereses del crimen. La creciente inseguridad se suma a la confrontación política que el mismo Ejecutivo ha generado y al agravamiento de la crisis económica sobre la cual ya fijó posición el Fondo Monetario Internacional la semana pasada. En su informe, ese organismo subraya la debilidad de la economía y la evidente disminución de las reservas internacionales, signo de la fuga de capitales.

Lo que los funcionarios norteamericanos callan en público lo dicen en privado. Esa es la razón por la cual el portavoz del Departamento de Estado, Gordon Duguid, salió recientemente a desmentir el editorial de The Washington Post, según el cual las instituciones mexicanas están en riesgo de morir como consecuencia del poder de los cárteles. Hace un año un alto funcionario del Pentágono pidió no llamar a México un “Estado fallido” para evitar hacer más daño. Pero lo cierto es que la inestabilidad nacional se ha convertido para Estados Unidos en un problema tan o más delicado que Irak, Afganistán y Pakistán.

Luego, entonces, el gabinete de seguridad de Washington viene en una acción preventiva a tratar de evitar la caída del gobierno calderonista. La pregunta es con qué tipo de estrategia Estados Unidos pretende contrarrestar el poder del crimen y resolver la violencia. ¿Qué implicaciones va a tener en la vida diaria de los mexicanos y para la preservación misma del sistema político nacional? La presencia en México del secretario Gates, quien ha formado parte de la CIA gran parte de su vida profesional, indica que se pondrá sobre el escritorio de Calderón información confidencial que seguramente involucra tanto a políticos como empresarios con el crimen organizado.

A partir del 23 de marzo, fecha en que llegará el gabinete de seguridad de Obama, la vida nacional puede dar un giro. “Habrá más violencia”, adelantó el embajador Pascual, y seguramente muchas cosas más.

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