lunes, 22 de marzo de 2010

La injerencia de EU será mayor

Siempre 21 de marzo de 2010

Después de la ejecución de tres personas relacionadas con el consulado de Estados Unidos en Ciudad Juárez, la injerencia en México de las agencias de seguridad de ese país será mayor y más abierta.
Tal es la interpretación de la señal que envió la semana pasada Felipe Calderón al hacerse acompañar a su más reciente visita a la ensangrentada localidad fronteriza del embajador estadounidense Carlos Pascual, un especialista en Estados fallidos.
La muerte de ciudadanos estadounidenses es la coartada perfecta para que Washington presione más en su histórica pretensión de operar aquí prácticamente sin restricciones y para que el gobierno de Calderón abra más la puerta a la participación de agencias como la DEA, el FBI o la CIA. 
Esa injerencia se realiza desde hace años de manera encubierta aunque seguramente con la anuencia de los gobernantes mexicanos. Se ha intensificado, por supuesto, en coyunturas como la que se vive hoy en Ciudad Juárez.
Hace 25 años, por ejemplo, el asesinato del agente especial de la DEA Enrique Kiki Camarena —ordenado por el narcotraficante mexicano Rafael Caro Quintero— dio lugar a que agencias estadounidenses realizaran detenciones ilegales en nuestro territorio y sometieran a juicio en aquel país a mexicanos presuntamente relacionados con el tráfico de drogas. Memorable es el caso del médico Humberto Alvarez Machain quien, acusado de torturar a Camarena, fue detenido por la DEA en México, llevado a juicio a Estados Unidos y finalmente exculpado.
Ese proceder fue tan ilegal como la operación encubierta de Camarena aunque, debe reconocerse, puso coto a la violencia que en esos años sufría Guadalajara conforme se asentaba el ilegal negocio de las drogas.
Hay registro, por supuesto, de otras infiltraciones también ilegales: la Operación Casablanca de 1996 que puso al descubierto una red de lavado de dinero, el caso de las narcofosas, mediante el cual agentes estadounidenses descubrieron en territorio mexicano la inhumación clandestina de 50 personas o la Operación Limpieza en la que una agente de la DEA, sólo identificada como Jennifer, realizó en colaboración con el FBI la investigación que desembocó durante 2008 en la captura de los principales mandos de la subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada.
Funcionarios del gabinete mexicano de seguridad nacional revelaron recientemente que son más de mil 400 los agentes de Estados Unidos que operan en México de los que casi la mitad son de nacionalidad mexicana.
Acaso todos ellos y los que se hayan sumado durante el último año con la Iniciativa Mérida, ahora podrán operar de una manera más abierta. El actual gobierno, al igual que todos los del ciclo neoliberal, desde Miguel de la Madrid, es de los que no tienen empacho en hacer a un lado el concepto soberanía nacional que, sin mucho disimulo, lo consideran una especie de fardo ideológico que impide el avance del país. Por lo tanto, este gobierno no vería mal esa mayor injerencia policial y militar de nuestros vecinos, injerencia que procura en otros temas de la relación. 
Sin embargo, tiene el cuidado de no pedirla o tolerarla de manera tan explícita, porque la entrada a Juárez de elementos estadounidenses armados, no sólo sería el reconocimiento del fracaso de la estrategia de Calderón sino la aceptación del carácter fallido del Estado que encabeza. De ahí que acompañado del embajador Pascual, el inquilino de Los Pinos haya matizado sus reclamos a Estados Unidos de corresponsabilidad en el combate fronterizo a la delincuencia organizada con la declaración “cada quien desde su territorio”.
rrodriguezbalcon@hotmail.com

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