jueves, 1 de abril de 2010

El triste reino de Marcial Maciel

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Julián Andrade PorEsto 31 Marzo 2010

La Iglesia Católica es una institución compleja. Por su tamaño y antigüedad, le cuestan los cambios. Por eso hay que atender lo que ahora mismo está ocurriendo con los Legionarios de Cristo y la herencia oscura que les dejó Marcial Maciel.
Los Legionarios, a través de su director general, Alvaro Corcuera, se dicen tristes y apenados por las evidencias que implican al fundador de la orden en delitos de pederastia y en una vida con dobleces que no encajan con las de un sacerdote.

“Queremos pedir perdón a todas aquellas personas que lo acusaron en el pasado (a Maciel) y a quienes no se dio crédito o no se supo escuchar, pues en su momento no podíamos imaginarnos estos comportamientos. Si resultase que ha habido alguna colaboración culpable, actuaremos según los principios de la justicia y la caridad cristianas responsabilizando de sus hechos a estas personas”.
Los Legionarios saben que el futuro de su congregación está atado a una respuesta más amplia que la del propio comunicado. En el mundo se están ventilando historias bastante turbias que requerirán, sin duda, de acciones que dejen claro que fechorías como las de Maciel no puede volver a ocurrir.
Maciel tuvo cómplices, es evidente. ¿Qué se hará con ellos? Ahí está una de las claves más importantes para interpretar y medir el tamaño del cambio en la Iglesia.
Maciel fue investigado desde 1998 por la Congregación de la Doctrina de la Fe. Las indagatorias estuvieron a cargo, como se sabe, del cardenal Joseph Ratzinger, el actual Papa. Maciel tuvo la oportunidad de defenderse, pero lo que lo salvó fue su avanzada edad y por ello en 2005 el nuevo prefecto de la Congregación, el cardenal William Levada, tomó la determinación de pedir al fundador de los Legionarios de Cristo que “se retirara a una vida de reserva y penitencia”. Lo sacaron de la vida pública porque las evidencias en su contra eran inmensas.
El caso demuestra la pluralidad de la propia Iglesia Católica. Es verdad que puede parecer poco lo que hizo, pero hay que recordar el enorme poder de Maciel y los intereses que jugaban a su favor.
La actitud del entonces cardenal Ratzinger fue bastante valiente y osada por la composición de la política en El Vaticano en tiempos de Juan Pablo II.
De lo que se trataba, y se trata, es de que no impere la impunidad y que las víctimas sean atendidas y reivindicadas.
Ahora lo que hay que esperar es una actitud de apertura que destierre todas las mentiras que hicieron posible el reino terrorífico de Marcial Maciel.
Pedir perdón no basta, eso es cierto, pero es un buen principio si en realidad se busca que impere la justicia.

julian.andrade@razon.com.mx

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