domingo, 4 de abril de 2010

¿Se puede vender Chichén Itzá?

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Crónicas
Por Gonzalo Navarrete Muñoz (*) Diario de Yucatan 01 de abril de 2010

 
Cuando La Revista de Mérida en su edición del 16 de julio de 1910 publicó que Mr. Edward Thompson solicitaba una concesión por 20 años para instalar un hotel libre de derechos en la antigua hacienda de Chichén Itzá que contenía las ruinas, Teoberto Maller escribió un severo texto en el que planteaba: “Nadie pudo haber vendido las ruinas de Chichén al Sr. Thompson. (Porque) uno puede vender lo suyo pero no lo ajeno”.
La tesis que sostenía Maller era que nunca las ruinas de Chichén Itzá formaron parte de la hacienda del mismo nombre. Dice Maller: “Según nuestra opinión, los llamados terrenos de la hacienda Chichén podrán extenderse a cierta distancia del Akadzib para el sur, donde ya no hay ruinas de importancia, pero jamás al norte donde se encuentran los grandes centros arquitectónicas”. Abunda el legendario estudioso de origen austríaco: “Desde el Akadzib y el Gran Palacio, templo de los tres cuerpos hacia el norte, hacia el dzonot sagrado, más allá del gymnasiun y de los mausoleos con plataforma teatral se explayan los monumentos de aquella capital Maya-Tolteca... los terrenos sin monumentos quedan libres para la agricultura. Pero en tal caso no son tampoco propiedad del Sr. Thompson sino son considerados como ejidos del pueblo de Pisté, en tanto no exceda una legua contada desde la iglesia de ese pueblo”.

Maller, que se distinguió por fijar muchas de las zonas mayas, sostuvo que las ruinas de Chichén Itzá nunca habían formado parte de la hacienda. Para Maller Thompson, extendió ilegalmente los límites de la finca incluyendo los grandes edificios y el cenote que dragó sin ninguna consideración.

Hay que hacer algunos esclarecimientos: Maller estaba obsesionado con Thompson, a quien consideraba un saqueador que lograba su cometido, con la complicidad de algunos yucatecos. Esto fue comprobado y ha tenido que afectar a un gran amigo de Thompson: Felipe Carrillo Puerto. Alma Reed vino a Yucatán a realizar unos reportajes sobre Chichén Itzá y fue ella la primera que dio a conocer los saqueos de Thompson de acuerdo con las confesiones de él mismo, así que Carrillo Puerto tuvo que haber sabido de los atracos de Mr. Thompson. Los criterios del estudioso Maller se ven afectados por una aversión personal.

Por otro lado, el irreprochable historiador Jorge Ignacio Rubio Mañé, en un artículo publicado en Diario de Yucatán en su edición del 3 de diciembre de 1933, da a conocer parte de su estudio sobre los propietarios de la hacienda Chichén, mencionándolos: Blas Segura y Sarmiento, Jerónimo de Ávila, doña María Figueroa, Juan Ambrosio de Lorra, quien traspasa la propiedad “desde ahora y para siempre” a José de Sosa y Pino, los descendientes de este caballero la retuvieron por tres generaciones hasta que se la vendieron a una sociedad formada por Delio Moreno Cantón, Emilio García Fajardo y Leopoldo Cantón Ferxas, fueron ellos quienes se la vendieron a Thompson.

A instancias de su suegro, Francisco Gómez Rul, quien fuera director de Bellas Artes y pionero del turismo en Yucatán, Fernando Barbachano Peón adquirió la hacienda llegando por esta ruta a su propietario actual. Desde luego que Fernando y su esposa doña Carmen, ambos por su propio derecho personajes distinguidos del Yucatán del siglo XX, compraron de buena fe. Dejemos claro que en el estudio del infatigable Rubio Mañé no se menciona la posibilidad de que las ruinas no formaran parte de la hacienda.

Con seguridad las autoridades habrán realizado ya un estudio detenido para fijar los límites de la hacienda y no caer en el gravísimo error de adquirir una heredad pero no los terrenos en que se encuentran las ruinas maravillosas del mundo que son el objeto fundamental de la operación de compraventa. Sería un desacierto con graves consecuencias para el futuro. Y así ha de ser ya que dio su nihil obstat la “santa Inahquisición”.

Finalmente, hay que considerar que para los mayas las ciudades y las cosas tenían un kulel, que es el espíritu de su propietario que se queda en ellas. Son varios los que han sostenido que Chichén Itzá, abandonada ya por varios siglos cuando llegaron los españoles, no era ocupada porque se profanaba el kulel que habitaba en ella. Esta idea sagrada tiene que atenderse dignamente, no vaya a ser que se alborote el kulel de Chichén Itzá y nos caigan algunas desgracias.— Mérida, Yucatán.

gnavarretem@msn.com ————— *) Cronista de Mérida. Miembro de número de la Academia Yucatanense de la Lengua

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