domingo, 4 de abril de 2010

Tragedias privadas, escándalo público

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Guillermo Fabela Quiñones
Apuntes

Hasta en tragedias privadas queda de manifiesto que México se encuentra inmerso en una terrible descomposición social que lo abarca todo. El presunto homicidio de la niña Paulette Gebara Farah así lo patentiza, pues dicho caso por demás lamentable deja ver que ningún sector está a salvo de situaciones demostrativas de la decadencia moral que hoy es el principal signo de una sociedad cargada de profundas contradicciones.

El presunto secuestro de la menor de cuatro años de edad, se convirtió repentinamente en asesinato, y de acusadora, la madre paso a principal sospechosa. Con todo, lo más dramático del caso es que está plagado de graves anomalías, que de no ser aclaradas satisfactoriamente quedará muy entredicho la eficiencia y probidad de la Procuraduría General de Justicia del Estado de México.
Este penoso incidente privado tomó notoriedad porque los padres de Paulette lo hicieron público a un gran costo, que pudieron solventar gracias a su alto nivel económico. La opinión pública se conmovió al saber que la niña “secuestrada” padecía de graves deficiencias físicas que la incapacitaban para valerse por sí misma. Pasaron los días, más de una semana, sin que se avanzara en una solución. Lo más extraño es que las autoridades judiciales mexiquenses buscaron a la menor en su domicilio, incluso en su recámara, donde finalmente fue hallada, muerta por asfixia, pero sin signos de descomposición, lo que indica que fue colocada allí pocas horas antes, que durante el tiempo transcurrido de la denuncia a su repentino hallazgo, estaba viva.
Pareciera un caso idóneo para un investigador tipo Sherlock Holmes, o bien para una novela de Agatha Cristhie, pero en realidad no es más que la evidencia de la pérdida de valores en una sociedad dominada por las ambiciones más innobles. Los padres de Paulette son gente de la llamada alta sociedad, por lo tanto el escándalo que provocaron tomará el sesgo que quieran darle las autoridades, de acuerdo con el arreglo al que lleguen con ambos padres, al parecer en vías de divorcio. El asunto no pasará a mayores, aun cuando en el sentir ciudadano quedará el recuerdo de un incalificable crimen impune, sin importar que lo sucedido realmente fuera el resultado de un descuido irresponsable por parte de una madre avergonzada de una hija deficiente.
Lo que más llama la atención, desde un punto de vista estrictamente sociológico, es la trascendencia mediática de un hecho que hubiera pasado desapercibido de haber ocurrido en una zona marginada. Con todo, es inexplicable que los propios padres tomaran el camino de la propaganda para darle una notoriedad que de otro modo no hubiera tenido. Hasta pareciera que lo hicieron con el propósito de distraer a la opinión pública de tanta zozobra por la violencia cada vez más deshumanizada que se está viviendo en muchas partes del territorio nacional. Mientras la Procuraduría mexiquense no explique de manera creíble y pormenorizada cómo fue que la niña fue hallada muerta en el mismo sitio en que fue buscada inicialmente, caben todas las hipótesis y suposiciones.
Es fundamental conocer, por supuesto, el perfil psicológico del padre de Paulette, lo mismo que el de la madre, a quien ya se señala como una mujer que “presenta trastornos de personalidad”. Sin embargo, es factible que por allí se busque la salida jurídica para restar culpabilidad a alguno de ellos, pues para eso sirve el dinero. Vale tal señalamiento porque es muy difícil que alguno de ellos o los dos no tengan responsabilidad en el homicidio. Por lo pronto los medios, sobre todo los electrónicos, seguirán machacando una información que se presta para un amarillismo útil en la actual coyuntura nacional. Esto viene como anillo al dedo a un gobierno federal hundido en el pantano de sus ambiciones ilegítimas.
Como su voracidad no tiene límites y encauzarla contraviene incluso el orden constitucional, necesita medios de distracción eficaces que le permitan actuar con más libertad de acción. Pareciera que no tiene tiempo, la burocracia dorada, para cumplir sus objetivos, como lo dejaron ver durante el Foro Internacional de Energía recientemente celebrado en Cancún, Quintana Roo. Están decididos, al costo que sea, a entregar nuestros recursos energéticos al mejor postor, y lo hacen ya sin ningún recato, con un cinismo que patentiza la total falta de respeto a la sociedad nacional. ¿No lo demostró así Juan José Suárez Coppel, director general de PEMEX, al puntualizar la necesidad de “flexibilizar” la estructura de la paraestatal para convertirla en empresa tipo Cemex, Telmex o Televisa? No es difícil imaginar lo que habría de suceder al país en el caso de que planes tan criminales pudieran concretarse. ¿Acaso los beneficios de esas empresas no se quedan sólo en manos de sus propietarios, y al país le dan apenas mezquinas y humillantes limosnas?

(gmofavela@hotmail.com)

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