martes, 19 de enero de 2010

Chile: derrota histórica

Chile: derrota histórica
PorEsto 2010-01-19
Por Ricardo Andrade Jardí


Hagan sus apuestas: ¿Cuánto tiempo tardaremos en ver cómo los avances “democráticos” en Chile son cancelados en nombre del libre mercado y la hamburcolademocracia que empezará a imponerse en esa agredida nación a partir de hoy? ¿Cuánto tiempo tardará Chile en convertirse en una nación telebasura al servicio de la inmoralidad empresarial? ¿Cuánto tiempo tardaremos en ver a los militares pinochetistas abusando del poder e imponiendo el miedo y el odio como en el pasado reciente de ese país?
Tan sólo baste de ejemplo ver cómo subieron las acciones de las empresas del electo “nuevo” presidente de Chile.
La derecha latinoamericana avanza, al mismo tiempo que la izquierda extraviada en el supuesto “fin de la historia” se vuelve la comparsa de las dictaduras empresariales y, carente de discurso, construye plataformas electorales y “promesas” de cambio dentro de la legalidad burguesa. Dentro de un esquema que no le quite el sueño a ningún detentador de los medios de producción e intenta articular un “discurso social”, pretendidamente socialista, pero, eso sí, neoliberal.
Es ahí donde hay que aterrizar el análisis de lo que sucede hoy en nuestra América. Honduras, Haití y Chile, son ejemplos recientes de los descalabros que la izquierda ha construido por sí sola.
Si bien Haití responde a otras lógicas mucho más complejas. Pero igual es un ejemplo de lo mucho que se la ha permitido al imperio, ante discursos “opositores” de la moderna y madura izquierda continental, que no mencionan palabras como explotación, colonialismo, imperialismo, lucha de clases, fascismo, capitalismo salvaje y un montón de etcéteras, para no perder raiting ante la enajenada audiencia de las telecracias oligarcas, que son ya los verdaderos gobiernos de facto, en el continente. México y Honduras son un buen ejemplo de cómo una nación puede ser conducida por la basura programática de los medios masivos de comunicación en manos de empresarios inmorales que hacen del chantaje, la manipulación y el dolor humano, el mejor negocio de todos los negocios, al imponer subjetividades opresivas que no encuentran más alivio que en consumir modas y productos inútiles y chatarra que los mantengan convenientemente entretenidos en trivialidades, mientras una minoría de empresarios ladrones deciden el presente y el futuro de cientos de miles de personas que dejan de ser parte esencial de una sociedad como tal, para ser convertidas en tele-espectadoras zombies y “ciudadanos” a modo de la madura y moderna sociedad competitiva que requiere la imposición de una “democracia” libre de mercado.
La derecha afila ya sus garras. A Chile llegó para quedarse y antes transitarán a un México fecalista, que abandonar el poder por cualquier vía. Las derechas no son demócratas, no creen en la voluntad de los pueblos, aunque en épocas electorales se cuelguen de esas voluntades.
El regreso de la derecha al poder en Chile es una mala noticia para el Continente. Aunque en el fondo no veremos tampoco muchas diferencias con el saliente gobierno y en cambio sí veremos un deterioro de la vida social para favorecer empresas y consorcios: la rapiña de los menos, contra la reproducción de la miseria de los más.
La dictadura de Pinochet impuso el neoliberalismo en Chile y el triunfo del empresario derechista, el domingo 17 de enero, no es más que la continuación de ese nefasto rumbo que ningún beneficio les traerá a los chilenos, quienes tendrán que sufrir la prepotencia de haber votado a un empresario que sólo velará por sus intereses. Al tiempo que la izquierda (cuando menos la electoral, la otra la de calle es posible que lo tenga más claro) tendrá qué preguntarse qué parte, de su sometido discurso no responde ya a la gente y sus necesidades en lugares donde la historia misma le da la razón a causas más nobles, quizás abandonadas por los institucionalizados partidos “obreros” en el confort de ser izquierdas, sin querer dejar de ser capitalistas.
Chile es una derrota histórica de la izquierda (institucional). Pero es también el parteaguas de todo lo mucho que hay que trabajar aún hacia la construcción de otro mundo posible, donde debe quedar bien claro cuál es el enemigo a vencer y no seguirnos vendiendo la idea peligrosa de que se puede construir un “socialismos más o menos neoliberal”. De lo contrario en los próximos años veremos cómo todo el avance social que se ha cimentado en los últimos años en algunos países del Sur continental sufrirán la misma o peor suerte (Honduras) que la de Chile, país que apenas inicia, “por voluntad propia”, el descenso al infierno neo-empresarial de su “nuevo capitalismo”.

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