sábado, 20 de marzo de 2010

Benito Juárez y Lázaro Cárdenas

Objeciones de la Memoria Martí Batres Guadarrama El Universal 19 de marzo de 2010

El 18 de marzo recordamos la expropiación petrolera decretada por el presidente Lázaro Cárdenas del Río. El 21, el aniversario del natalicio de don Benito Juárez García. Ambos ocurren, hoy, en el peor momento de la política nacional, cuando el desprestigio de la clase política mexicana es quizá el más alto de la etapa contemporánea.
Traer a la mente a ambos próceres nos hace ver que la política es un noble oficio al servicio de las mejores causas. En efecto, hoy muchos piensan que la política es hacer grilla, trampa, abusar de la responsabilidad, volverse millonario y servir a los que “mandan”. Es la percepción popular y el despropósito de algunos que hoy la ejercen.
Vida y obra de ambos Presidentes —que recordamos con respeto, reconocimiento y cariño—, indican que es posible hacer política para buenos fines. Juárez accedió por vez primera a la Presidencia por ministerio de ley. Es decir, como presidente de la Suprema Corte de Justicia tenía la obligación de suplir al Presidente de la República cuando faltara. Así lo hizo reivindicando el sentido profundo de la responsabilidad pública. No arribó al cargo con lujos, entre algodones o lisonjas. Lo hizo a salto de mata, huyendo de la persecución de los conservadores y la traición de los moderados. Instaló su Presidencia en un carruaje y recorrió el país sin recursos, sin aparato y en la adversidad.
Ganó la Guerra de los Tres Años y asumió el mando oficial, y real, en un país debilitado por las luchas intestinas. Aún así creó el Registro Civil, expropió las propiedades del clero, decretó la separación Iglesia-Estado y la moratoria de la deuda externa. No entendió la responsabilidad presidencial como privilegio, cómoda administración o sumiso servicio para los encumbrados, sino como un reto de transformación constante.
Enfrentó la invasión francesa y con dignidad se negó a abdicar en favor del monarca impuesto desde Europa. Derrotó a los invasores con persistencia, hasta con fe, y legó al mundo el postulado que lo universalizó.
Por su parte, el general Lázaro Cárdenas del Río nos enseñó cómo un sexenio puede ser tan intenso y fructífero. En ese lapso al frente de la Presidencia entregó como nadie la tierra a los campesinos y expropió el petróleo a las naciones más poderosas del mundo occidental. Abrió las puertas del país a personajes como León Trostky y a los republicanos españoles cuando eran rechazados por las tres potencias que más tarde se enfrentarían en la Segunda Guerra Mundial.
Masificó la educación pública y gratuita creando el Instituto Politécnico Nacional, la Escuela Nacional de Antropología e Historia, la Universidad Autónoma de Chapingo, entre muchas otras. No se entendería el llamado desarrollo estabilizador sin las reformas económicas y sociales del general Lázaro Cárdenas del Río.
Recordar a ambos Presidentes es reivindicar el noble oficio de la política.

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