lunes, 8 de marzo de 2010

Los papelillos al descubierto

Jorge Lara Rivera PorEsto 07-marzo-2010

En esto de los papeles hay ideas varias, como por ejemplo que “todo aguanta”, pero también que “papelito habla” y luego hasta extremos como el hitleriano “bah, un simple papel mojado”.
El pacto existió, eso que ni qué. La realidad del hecho es irreversible y no ha de cambiar por más ruedas de prensa que el blanquiazul organice al vapor para distribuir las fotocopias de aquél, como tampoco se borra la impresión de su vileza por el intento de engañar a los ciudadanos (aunque ahora –triquiñueleros como son– quieren hacerlo pasar como “regla básica de confidencialidad”), ni con montajes de “renuncias” cosméticas al panismo, ni baños de pureza, como ésos con que salieron al principio.

Tras los dimes y diretes que de a centavo menudearon a causa de oportunistas maridajes facciosos por la sed de poder de Jesús Ortega, César Nava y ese “hombre de principios” a cargo de la Secretaría de Gobernación, el asunto se ha abierto paso y por fin se ha revelado.
Lo han hecho público sucesivamente sus protagonistas, aunque los últimos a regañadientes. Fue suscrito por el mismísimo César Nava Vázquez, el pelele de Los Pinos enquistado como dirigente del Partido Acción Nacional, quien luego de negarlo una y otra vez, rendido ante la evidencia, ha debido aceptarlo.
Nadie ignora que en las democracias occidentales es común la práctica de acuerdos entre fuerzas políticas dispares, ya que resultan útiles en un escenario de pluralidad ante la necesidad de construir consensos y alcanzar gobernanza y estabilidad. Lo extraordinario es que se incumplan, que se oculten sinuosamente y se traicionen es lo inaudito.
Y todavía más insólito y desvergonzado resulta pretender hacer creer, puerilmente, al público que el responsable del gobierno federal no tenía conocimiento de tales acuerdos. Peor aún cuando todos saben que ése no tuvo empacho en imponer primero como ‘aspirante único’ y luego ‘por dedazo’ en la dirigencia del partido oficial (PAN) a un patiño incondicional, y que instruyó también al Secretario de Gobernación que buscara, a como diese lugar (después de todo encabeza un régimen “haiga sido como haiga sido”), arreglos para sacar adelante proyectos oficiales –según muestran los medios de información en la hora de su nombramiento y luego lo ha referido el propio Fernando Gómez Mont Urueta. Ambos han salido apresurada, pero inútilmente, como si fuera el Día de los Santos Inocentes, a tratar de vender el cuento de que quien despacha en Palacio Nacional fue, primero, ajeno a la negociación emprendida por su pelele; no supo –luego– del pacto en que, al margen de la ley, se involucró sirviendo como testigo su colaborador cercano, el ciudadano Secretario, un prestigiado abogado; y que, finalmente, nada tuvo que ver con la traición a la palabra empeñada.
Además de inverosímil, tal pretexto, por otra parte, deja al jefe del Ejecutivo federal mal parado de cualquier modo: se trata de un simple títere al que nadie, ni sus subordinados, respetan como para pedirle parecer, o es tan inepto que entiende su papel dirigente y no tiene el mínimo control sobre su administración (¿explica eso que el Estado Mayor, la Coordinación de Giras y la SEDESOL y su delegación actúen provocadoramente, por cuenta propia, en Yucatán?).
Pero existe otra posibilidad igual de terrible: la de que un esquizoide de personalidad escindida presida un régimen “ad hoc”, donde ni este desorientado sabe lo que hace alguna de sus múltiples personalidades; lo cual torna imperativo relevarlo de sus funciones (como piden las mantas del reducto lopezobradorista del perredismo), pues eso sí es “un peligro para México”.
La existencia de una negociación para apoyo al alza de los impuestos no deja de ser decepcionante para el conjunto del electorado y también resulta una pena que gente con tantas luces y experiencia, como los líderes tricolores, se mostrara tan ingenua e ilusa como para creer en sus tratos con gente de la ralea empoderada en el gobierno federal, al punto de que se los hayan “chamaqueado”.
Finalmente comparten con el pueblo la amarga y frustrante experiencia de verse usados y burlados en sus aspiraciones.
Pero mucho más triste es que tan vulgar descubrimiento haya sido el precio de un golpe artero, perpetrado por la clase política (pues ni el PT y menos el PRD pueden venir ahora a ofrecer lecciones de ética o con el cuento de la moral; menos tras liarse con “mentirosos”) a la depauperada economía de los mexicanos. Cada cual habrá de asumir las consecuencias de sus actos.
No obstante, queda claro el grado de abyección que comparte la gentuza integrante del equipo ocupante de Los Pinos, y el nivel de confiabilidad que merece.
Apenas es preciso recordar la cantidad de embustes, engañifas, fiascos y ardides sucios que han resultado ser a la hora de validarlas las promesas de que el jefe del Ejecutivo federal ha echado mano a lo largo –larguísimo parece– de estos años de su “administración” y que por lo que los hechos demuestran, nunca estuvo dispuesto a cumplir (que crearía miles de empleos, que no subiría los impuestos, ni habría alzas a la gasolina en todo el 2009, que se había acabado el nepotismo, amiguismo y la corrupción en su administración, etc.) y comprobar reiteradamente, de paso, la ineptitud que lo signa y la traición contra México y su pueblo que encabeza.
En otro orden de abyección, Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo sigue dándoles después de muerto nuevos y más monstruosos motivos de vergüenza. Ahora sus propios hijos carnales han revelado la doble vida del sacerdote pederasta y que fueron abusados por él. Qué tal, y hasta lo querían elevar a los altares. Vaya santidad.
En el marco de la furiosa embestida que la Iglesia Católica y gobiernos estatales panistas emprenden contra el reconocimiento de igualdad ante la ley para personas con preferencias sexuales alternativas, que la reciente reforma en el DF realiza, llama la atención que muchos adictos a los Legionarios pretendan cerrar los ojos ante el horror y el lodazal de su otrora líder espiritual, ante lo vano e infundado de sus alardes de superioridad virtuosa mientras se solazaba en lo que ellos mismos definen como fango moral. Entonces, ¿qué fue de la Caridad?, y si hay que ver lo bueno que alguien hace, aunque sea Marcial Maciel, ¿por qué tienen esa doble medida para juzgar lo que consideran yerros en quienes no se hacen millonarios con el engaño, ni se han pasado la vida simulando públicamente una rentable, cuanto precaria, “santidad”? Dos temas para reflexionar en esta Cuaresma para el sacerdote Álvaro Corcuera y su Legión…
Luego los papeles no sólo hablan, también se “invierten”. Y aunque, después de todo, no aguanten tanto como se cree, no hay que tomárselos a la ligera.

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