viernes, 15 de enero de 2010

El otro derrumbe

El otro derrumbe
El Universal 15 de enero de 2010


Haití, que esta misma semana fue devastado por un terremoto, sufrió una convulsión terrible debido a su especial vulnerabilidad social y política, más que por la fuerza misma del fenómeno tectónico. Al ser la nación más pobre del continente carecía de la preparación necesaria en caso de sufrir un evento de semejante magnitud, no por nada siempre ha sido el país del Caribe que más muertos aporta a las cifras que año con año se acumulan con el paso de los huracanes.
Desde que el terremoto golpeó hemos visto imágenes desgarradoras de personas en busca de sus familiares sepultados en los escombros, caras de desesperanza por el hambre y pilas de muertos en las calles porque no hay cómo enterrarlos. Una situación que podría conducirnos a pensar que lo único que necesitan ahora los vecinos son víveres, médicos, asistencia técnica y otras modalidades de ayuda inmediata. Correríamos entonces el riesgo de obviar una necesidad igual de apremiante no sólo para salvar vidas ahora, sino para salvar al país del caos y la anarquía en que podría sumirse: estabilidad política.
La historia nos ha mostrado que es posible reconstruir sistemas de organización social y política después de una devastación. Lo hicieron Alemania y Japón tras la segunda guerra mundial. Consiguieron restablecer una nueva forma de coordinación para desarrollarse y alcanzar el éxito económico y social desde las cenizas. El problema es que Haití carecía de un verdadero gobierno aun antes de su destrucción, por lo que erigir un régimen será más difícil allí que en otras latitudes.
La ausencia de un gobierno capaz de resistir golpes de Estado ha sido el primer impedimento en el pasado para cambiar la situación de miseria de la isla, por eso independientemente de la buena o mala respuesta de la comunidad internacional ante los requerimientos más urgentes, los esfuerzos deberán conducirse también a restaurar el poco orden conseguido en los últimos años gracias a la presencia de las Naciones Unidas. La desaparición de gran parte de las autoridades que mantenían a Haití con cierta cohesión —funcionarios de la ONU, cuerpos de seguridad y ministros del gobierno local— obliga a los países extranjeros, en especial los más importantes de este continente, a realizar una labor extraordinaria con el fin de compensar los años perdidos en materia política e institucional.
México ayudó a la comunidad internacional en la reconstrucción de Irak y Afganistán con asesoría del IFE en el tema electoral, una participación modesta acorde con nuestro interés en Oriente Medio; sin embargo, en esta ocasión, siendo Haití una nación vecina, parte de la zona de influencia de México, habría que hacer un mayor esfuerzo. Sería una buena razón para dejar de confundir en política exterior neutralidad con inutilidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario