viernes, 15 de enero de 2010

Haití, crisis del subdesarrollo

Haití, crisis del subdesarrollo
PorEsto 2010-01-15

Guillermo Fabela Quiñones
Apuntes
La apocalíptica tragedia que enlutó a Haití alcanzó tales proporciones por el subdesarrollo que caracteriza al país más pobre de América Latina. Murió cuando menos el uno por ciento de su población y se perdió la mayor parte de la infraestructura urbana de Puerto Príncipe. Si el futuro de la primera nación que alcanzó su independencia en el continente americano era de por sí sombrío, después del terremoto se mira inalcanzable, a menos que la solidaridad mundial se manifieste de acuerdo con la magnitud del siniestro. De cualquier forma, la presente generación de haitianos quedará traumada, y sin un liderazgo firme le será imposible recuperarse.

En riesgo de sufrir una tragedia de alcances similares nos encontramos los mexicanos, luego de tres décadas de sufrir los estragos de una política económica devastadora, que nos tiene al borde de una crisis social de alcances incalculables, sólo comparable a la que tendrá que enfrentar el pueblo de Haití en los próximos meses y quizá años. Por fortuna no hemos vuelto a padecer un terremoto como el de 1985, pues de ocurrir en la actualidad, las consecuencias serían mucho peores a las sufridas hace casi cinco lustros. En aquel año la economía popular todavía estaba blindada por la estrategia seguida durante la vigencia del Estado benefactor. Hoy eso no existe más.
Si en aquel año el pueblo capitalino se vio forzado a organizarse para enfrentar la emergencia y las inacabables labores de rescate, debido a la presencia de un gobierno sin sensibilidad social, el primero de la etapa neoliberal, en la actualidad los problemas para la población afectada serían mucho peores, tanto porque la insensibilidad es total en el “gobierno” de Felipe Calderón, como porque habría un absoluto desinterés en liderar el trabajo para reparar los daños, debido a que representarían un gasto adicional y pocas posibilidades de hacer negocios. A menos que la solidaridad internacional fuera de tal magnitud que abriera las llaves de la corrupción y la oportunidad de obtener utilidades. Si así ocurriera, los beneficios no llegarían tampoco a los damnificados ni se verían reflejados en la reconstrucción de las zonas afectadas.
En estos momentos Haití es un Estado fantasma, como lo refleja de manera literal el hecho de que las autoridades gubernamentales no tengan ni siquiera un sitio para desempeñar sus labores. Curiosamente, el Estado mexicano se encuentra en condiciones igualmente fantasmales, aun cuando lo que sobra a quienes lo administran sean bienes inmuebles de grandes lujos y comodidades. Es inexistente como árbitro al que le corresponde cuidar que haya los indispensables equilibrios sociales y económicos que favorezcan una sana convivencia ciudadana. Los hechos patentizan desequilibrios semejantes a los que padece la sociedad haitiana.
Los problemas estructurales que padece Haití, mismos que agravaron los trágicos efectos del sismo, los tenemos ahora los mexicanos, a pesar de contar con un buen número de multimillonarios que aparecen año con año en la revista “Forbes”. En la nación caribeña el 20 por ciento más rico atesora 63 por ciento del ingreso, mientras el 40 por ciento más pobre apenas recibe 9 por ciento, de acuerdo con datos de la Cepal. A pesar de la diferencia en el tamaño del aparato productivo y de su composición, el desempleo afecta por igual a los dos países, aun cuando en Haití el año pasado hubo un crecimiento de 2 por ciento, en tanto aquí se observó un fenómeno contrario: la peor tasa negativa entre los países de América Latina, que finalizó el año con menos 6 por ciento.
De ahí que sea fácil explicar porqué “al perro más flaco se le cargan las pulgas”. Es así porque ofrece menos resistencia a las plagas por su falta de defensas. El pueblo haitiano presenta los más bajos niveles de nutrición en el continente, lo que se habrá de reflejar negativamente en las semanas subsecuentes, agravándose la de por sí dramática realidad posterior al sismo. Muchos morirán como consecuencia de la imposibilidad de atender sus heridas y las enfermedades derivadas de la hambruna que desgraciadamente habrá de presentarse, no obstante la ayuda internacional, por la incapacidad del Estado fantasma para atender satisfactoriamente las tareas de reconstrucción de la sociedad.
Por eso los creyentes deben dar gracias al Ser Supremo porque aquí no ha vuelto a ocurrir una conflagración como el terremoto de 1985. Los sufrimientos que ahora padece el pueblo de Haití, son el reflejo de lo que podríamos vivir en el fatídico caso de un terremoto similar en la actualidad, cuando México está inmerso en la peor crisis social de su historia contemporánea, gracias a un Estado fantasmal que sólo existe para garantizar el bienestar de una oligarquía mezquina sin visión de futuro.
gmofavela@hotmail.com

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