lunes, 18 de enero de 2010

Haití y la geofísica del Caribe

Haití y la geofísica del Caribe
PorEsto 2010-enero-18
Impacto Ambiental
Juan José Morales


Algunas personas me han comentado su extrañeza por el hecho de que en Haití ocurriera un terremoto de tal magnitud y tan catastróficas consecuencias, pues –dicen— tenían la idea de que la región de las Antillas Mayores —las islas de Cuba, La Española y Puerto Rico— no es zona sísmica y sólo en el otro extremo del Caribe, en las Antillas Menores, había riesgo de temblores dado que ahí existen numerosos volcanes.
La realidad, sin embargo, es que en esa zona ocurren temblores debido a que —como puede verse en la imagen que ilustra este artículo— es la frontera entre dos grandes placas de la corteza terrestre, la del Caribe y la de Norteamérica, que se deslizan en direcciones opuestas. Su desplazamiento, empero, no es suave y constante, sino irregular y a menudo quedan, por así decir, atoradas durante largo tiempo. Cuando finalmente la presión acumulada las hace soltarse y avanzar súbitamente, ocurre un terremoto.

Por otro lado, además de esas dos grandes placas hay varias otras, más pequeñas, que se mueven a lo largo de numerosas fallas geológicas y también ocasionan sismos. En la República Dominicana, vecina a Haití, hay por ejemplo cuatro fallas muy activas y peligrosas, todas ellas con capacidad para generar terremotos muy violentos y destructores.
El sismo que dejó en ruinas a Puerto Príncipe ocurrió precisamente por el brusco deslizamiento de la miniplaca o plaqueta de Gonave a lo largo de la falla de Enriquillo-Plantain Garden, que la separa de la del Caribe.
Aunque parezca extraño y dadas sus catastróficas consecuencias, el temblor no fue excepcionalmente violento. Como base de comparación, puede señalarse que en 1946, en el extremo noreste de la República Dominicana, ocurrió un terremoto de magnitud 8.1. Es decir, 30 veces más potente que el de Haití (la escala no es aritmética sino logarítmica). Pero, para desdicha de los haitianos, se conjugaron tres factores que multiplicaron sus efectos, según explica el geofísico Jian Lin, de la Institución Oceanográfica Woods Hole. Por principio de cuentas, el epicentro estuvo muy cerca de Puerto Príncipe, sólo 15 kilómetros al sureste de la ciudad. Eso, y el hecho de que el movimiento telúrico abarcó únicamente un pequeño sector, de 50 a 60 kilómetros, de los más de 500 que mide la falla, explica por qué en la ciudad hubo tanta destrucción y en otras poblaciones los daños no resultaron tan graves. En segundo lugar, el terremoto ocurrió a poca profundidad, entre 10 y 15 kilómetros debajo de la isla. Eso ocasionó que las ondas sísmicas fueran muy intensas en la superficie. En tercer lugar, muchas edificaciones no pudieron resistir las sacudidas por ser de materiales endebles, estar mal construidas o encontrarse en terreno peligroso, como laderas de los cerros.
Por fortuna, el terremoto no fue acompañado por un tsunami o maremoto, debido a que no fue muy intenso y, sobre todo, a que su foco estuvo bajo tierra y no bajo el lecho marino.
En opinión de Lin, como ya se ha liberado la tensión acumulada durante mucho tiempo en ese sector, quizá no volverá a ocurrir en Puerto Príncipe otro terremoto semejante en los próximos cien años. Sin embargo, el peligro subsiste en el resto de esa falla geológica y en las muchas otras que existen en la zona y en las cuales siguen acumulándose esfuerzos.
Por lo que toca a la península de Yucatán, afortunadamente estamos lejos de ese amasijo de placas, plaquetas y fallas, aunque las fallas se extienden por el lecho del Caribe hasta Guatemala, a lo largo del valle del río Motagua.
Por eso ahí sí ocurren temblores.

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