jueves, 25 de febrero de 2010

Lecciones de la crisis para nuestra política fiscal

Lecciones de la crisis para nuestra política fiscal
No cabe duda que las crisis dejan siempre lecciones, y desde hace ya algunas semanas se vienen sugiriendo varias de éstas en foros y documentos.
Tintero económico Alejandro Villagómez El Universal 24 de febrero de 2010

Además, en la medida en que esta fue una crisis global, muchas de estas lecciones son comunes para diversos países. Este es el caso del tema fiscal que he venido discutiendo en mis últimas notas y que hoy vuelvo a abordar a partir de un cuestionamiento más general. ¿Ha sido correcta y atinada la política fiscal que ha seguido nuestro país en las últimas dos décadas? Hasta antes de la crisis es probable que se fuera más benigno en la respuesta reconociendo los avances en equilibrar las finanzas públicas y fortalecer el entorno macroeconómico. Pero la crisis se ha encargado de recordarnos que en esta materia, este logro es insuficiente y tenemos muchos más pendientes que al no atenderlos antes, nos terminó aumentando nuestro costo en esta crisis.
Después de la década perdida en los ochentas, el objetivo de la política fiscal fue el de alcanzar el saneamiento de las finanzas públicas en el marco de una redefinición del papel del Estado en la economía. Esto fue más claro en la segunda mitad de los noventas cuando incluso se introdujo una regla fiscal explícita que planteaba la convergencia a déficit cero. En los últimos años y hasta antes del inicio de la crisis prácticamente se había logrado este objetivo, lo que era reconocido por los mercados y sustento para hablar de un entorno macroeconómico sólido en nuestro país. Para entender la importancia de este aspecto les recomiendo revisar mi columna de la semana pasada, en donde explico cómo desequilibrios fiscales pueden conducir a problemas explosivos de deuda, a propósito del caso griego. De hecho, el tema de la deuda en México pasó a ser de menor relevancia debido a su mejoría (bajo distintos criterios) después de la crisis de 1995.
Sin embargo, la crisis reciente se encargó de mostrarnos que este objetivo es insuficiente y que en materia fiscal tenemos muchos más pendientes. En diversos documentos recientes se enfatiza que el impacto de esta crisis fue menor para aquellos países que mostraban una posición fiscal más sólida al inicio de este suceso. Pero ese no fue nuestro caso. Claro, nuestra dependencia del mercado norteamericano es un factor crucial, pero el asunto del “hoyo fiscal” a finales del año pasado y la necesidad de recortar gasto, aumentar impuestos y aumentar el déficit y la deuda es una historia que tiene su propia dinámica. Independientemente de si se magnificó o no este hoyo, nadie podrá negar la realidad que constituye el problema estructural de nuestras finanzas públicas, el cual no fue atendido de manera adecuada a la par que se lograba el equilibrio presupuestal. Si esto último fue un logro en las últimas dos décadas, lo primero es parte del fracaso. Este es el tema de una verdadera reforma fiscal y hacendaria del que mucho se hablado en los últimos meses.
Una tercera lección se vincula al hecho de que nuestra economía no tiene prácticamente ningún mecanismo de protección contracíclica que nos hubiera permitido mitigar alguna parte de los efectos indeseados de la crisis. Y en este punto quiero puntualizar que soy de los que considera que nuestro país fracasó en su intento de utilizar este tipo de acciones, por la sencilla razón de que esto no era posible si no estaba resuelto previamente el tema anterior y lo que discuto a contiuación. Claramente, los márgenes en gastos e ingresos para cualquier acción discrecional estaban sumamente acotados. Incluso, la reacción del gobierno tuvo que ser revertida mucho antes de lo que sugerían organismos como el propio FMI, porque el hoyo fiscal apareció antes. Adicionalmente, nuestra economía no cuenta con mecanismos fiscales automáticos que permitan una reacción contra cíclica. Este tema ha estado prácticamente ausente en las discusiones de política fiscal en nuestro país. En parte porque el problema urgente a resolver hace años era el de los desequilibrios fiscales, pero también porque este es un tema controversial en la misma teoría macroeconómica, que se refleja en la posición de la autoridad fiscal en nuestro país. En general, la utilidad de la política fiscal, comparada con la monetaria, había pasado a un segundo plano por distintas razones que ahora omito. Pero la crisis parecería señalarnos que esto no ha sido del todo adecuado, al menos para una fracción de la academia, aunque algunos hemos venido insistiendo en temas como el del balance estructural desde hace ya muchos años. Como señala sobre este punto el jefe de investigación del FMI y profesor del MIT, Blanchard, ahora existe un caso fuerte para mejorar los estabilizadores automáticos, incluyendo reglas que permitan que algunas transferencias o impuestos varíen de acuerdo a criterios ligados al estado de la economía durante el ciclo.
En general, creo que estos son los temas que debieran definir el debate fiscal en nuestro país a partir de las lecciones de la crisis. Definitivamente no hay que renunciar a criterios fundamentales como el equilibrio fiscal y la sustentabilidad de largo plazo, pero existen reglas alternativas a discutir. Es urgente resolver los problemas estructurales de las finanzas públicas y no veo justificable retrasar la construcción de un esquema de estabilizadores automáticos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario