jueves, 21 de enero de 2010

Que las minorías sean auditoras del poder

Que las minorías sean auditoras del poder
Juan Arvizu y Andrea Merlos politica@eluniversal.com.mx El Universal 21 de enero de 2010


Las desdeñadas minorías, que han sido los testigos enojados y contestatarios del sistema político, deben ser los auditores del poder público, como fruto de una reforma política real, afirma el diputado pertenenciente a la fracción de Convergencia, Alejandro Gertz Manero.
El proceso de reforma política que está a debate, en una época en la que los partidos políticos constituyen monopolios de poder, representa sin embargo la oportunidad para ampliar la participación ciudadana, dice el funcionario.
El también rector de la Universidad de las Américas Ciudad de México, sin dudarlo, asegura que el debate efectivo por la reforma política se dará en los medios de comunicación en México. El pleno es el salón de los sordos.
“Los medios masivos de comunicación representan el ámbito donde podremos recuperar los valores perdidos y los derechos que no hemos tenido”, dijo.
En 1977 y 1997 el Congreso de la Unión procesó las grandes reformas que en materia política se han registrado, y la que plantea en esta ocasión el presidente Felipe Calderón Hinojosa, ha sido presentada en un escenario de gobierno muy dividido: el partido en el poder (PAN) no tiene la mayoría en el Congreso.
¿Cree usted que hay oportunidades de una reforma útil?
El sentir de muchos mexicanos es que se tiene que hacer una forma política más a fondo, más ciudadana, más transparente y menos de control de los partidos políticos, que forman un oligopolio, al que casi la mitad de la población no quiere votar.
¿Considera que los partidos han sofocado a la vida democrática?
No es posible que los partidos sean los dueños de la vida pública y electoral del país, y que los ciudadanos estemos sujetos a lo que decidan, a los candidatos que ellos escojan.
¿Está de acuerdo con las posibles candidaturas ciudadanas?
Hay que abrirnos a las experiencias positivas que hay, y normar criterios de candidaturas ciudadanas, de manera que con esta figura no se invoque una anarquía; que haya filtros, a fin de contar con un espectro ciudadano y que no desaparezcan los partidos, que tienen razón de existir sin adueñarse de nosotros.
¿Y sobre la posibilidad de reelección de legisladores y alcaldes?
La reelección no es mala, pero si la realizamos sobre la misma base estructural electoral, no va a dar resultado. La mayor parte de los ciudadanos no votan porque no tienen confianza, y los que sí votan son acarreados o están comprometidos con el voto corporativo. Así que, pregunto, ¿vamos a ver más de lo mismo?
¿Reelección con candados?
El servidor público que quiera reelegirse que lo haga, pero con 70% de los votos, porque si los van a refrendar los mismos acarreados que los nombraron, ¡menudo éxito va a tener! No va a servir de nada; será una tomada de pelo.
¿Cuál sería el riesgo de este proceso?
Que quienes tienen el monopolio, se eternicen en el poder, que el sistema se convierta en una dictadura legalizada y los grandes cambios en la marcha del país no sean consensados por la mayoría.
Entonces, ¿las minorías se encuentran en la cuerda floja?
Más que quitar o darles, hay que reconocerlos como equilibradores de la vida pública y política del país. Ahí, en el papel de auditor de las minorías ante las mayorías, es donde se debe establecer el énfasis de la reforma política.
¿Hay condiciones favorables para cabildear una reforma importante?
Es un momento difícil para el debate político. Estamos cerca del cambio presidencial, y todo se ve desde la perspectiva de los intereses electorales, del gobierno que siente que puede perder y del PRI que está ganando nuevamente territorios perdidos, mientras que la izquierda no acaba de estructurarse y tener fuerza para equilibrar al país.
¿Caerá esta generación en una oportunidad política desperdiciada?
Vamos a aprovechar la oportunidad que nos brinda este debate para ganar territorios que la ciudadanía no ha podido tener, defender los ya obtenidos y establecer un mayor equilibrio en la vida política y electoral del país.

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