martes, 16 de marzo de 2010

Contra lo correcto

Sara Sefchovich El Universal 14 de marzo de 2010

Cuando se tiene una ideología o posición política, se usa que se la compre en paquete y que no se cuestionen las partes que lo componen. En México, ser de izquierda significa decir que sí a lo que sea que hagan o digan los indígenas, los pobres, los maestros o los electricistas de la extinta Luz y Fuerza del Centro y no a todo lo que digan la televisión o el Presidente de la República. Y ser de derecha significa decir sí a la Iglesia, los grandes empresarios y medios de comunicación y no a cualquier cosa que digan o hagan los grupos de derechos humanos, de defensa del medio ambiente o de las causas de los arriba citados.
Para unos, es siempre estar contra las medidas gubernamentales y para otros a favor del libre mercado. Para unos es estar en contra de los ricos y para otros, de los activismos sociales. Y no importa si a veces el paquete llega demasiado lejos, la izquierda parece obligada a apoyar a Hugo Chávez en Venezuela y la derecha a callar frente a los abusos de los chinos en el Tíbet.
Y resulta sumamente difícil ir en contra de este modo de proceder. Cuando una legisladora republicana apoyó la propuesta de reformar el sistema de salud que hizo Obama en Estados Unidos, fue un escándalo, porque esa era vista como una causa de los demócratas.
Ahora el senador Pablo Gómez lo está haciendo: desde la izquierda dice que el Estado laico “implica terminar con privilegios y afirmar las libertades, pero para todos”. Esto significa que, en su opinión, también los sacerdotes deben tener derechos políticos, sin importar su trabajo, género, color de piel, lengua, modo de pensar, de vivir o de ejercer la sexualidad.
El tema no es sencillo, porque quienes argumentan en contra también tienen sus buenas razones, sustentadas en la historia de México que ha visto reiteradamente los afanes de la Iglesia por imponer sus ideas y su disposición a llegar hasta donde sea con tal de lograrlo. Y porque llegar hasta las últimas consecuencias del otorgamiento de derechos iguales para todos puede ser peligroso, pues ello necesariamente incluiría a los muchos contra los que generaciones enteras han combatido y a quienes ha costado tanto esfuerzo quitar.
Pero aquí lo que me interesa destacar es otra cuestión: la dificultad para alguien de cuestionar y no comprar completos los paquetes.
Esto resulta muy excepcional, si es que de plano alguna vez sucede. Nadie de izquierda hablaría contra la APPO en Oaxaca y nadie de derecha contra el Teletón. Un caso reciente lo hace evidente: el de los supuestos hijos del cura Marcial Maciel, que han contado los supuestos abusos sexuales de que fueron objeto por parte de dicho personaje. Llama la atención que quienes han comentado el caso en los medios les han creído la historia sin dudar un ápice.
Esto me parece interesante, porque son los mismos que dudan de cada palabra que dice el Presidente, los gobernadores, procuradores, legisladores, dirigentes de partidos y burócratas de cualquier nivel y ni siquiera le creyeron a los máximos jueces de la nación cuando dieron su veredicto sobre la guardería ABC de Sonora, pero en cambio tomaron al pie de la letra la palabra de estas personas.
El tema que me parece que hay que destacar es entonces, por qué en algunos casos damos por bueno lo que se nos dice y en otros casos lo damos por malo desde el principio y sin más.
Que quede claro: no me cabe la menor duda de que a un abusador se le debe castigar. Lo que sin embargo me parece que hay que hacer es investigar antes de juzgar.
Desconfiar es una actitud que debería ser pareja. Es decir, si dudamos de los poderosos porque sabemos que tienen intereses que los impulsan a mentir, también deberíamos poner en duda a los ciudadanos en casos en que es tan obvio que hay mucho dinero en juego.
Pero por supuesto, es más fácil comprar en paquete, decir que los malos son los malos y los buenos son los buenos y que no hay matices ni grisuras, pero ese no debería ser el modo de funcionar de una sociedad a la que queremos democrática.
sarasef@prodigy.net.mx
Escritora e investigadora en la UNAM

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