martes, 16 de marzo de 2010

Para entender Irán

Mauricio Meschoulam El Universal 14 de marzo de 2010

Los gobiernos no existen, lo que hay son mujeres y hombres que los conforman. Éste sintió, aquél pensó, el otro imaginó que el de más allá se ofendió por la manera en cómo lo miró, o por el tono en el que dijo lo que dijo, y así sucesivamente, los seres humanos vamos por la vida contando historias y tomando decisiones. Por eso esas historias raras veces son temas de buenos y malos. La confrontación de Irán con Estados Unidos y con otros poderes occidentales, y el potencial que tendría un conflicto con esta nación de Medio Oriente deben entenderse a través de varios factores muy complejos.
El mundo pasó de una lógica mayormente bipolar que rigió una enorme porción de las relaciones entre las naciones desde 1945 hasta 1990, al unipolarismo de los años 90. EU había salido victorioso de la Guerra Fría y buscaba mostrar que había un solo sistema político: el liberalismo democrático; un único sistema económico: el capitalismo globalizado; y un nuevo orden mundial regido por una superpotencia. Pero el unipolarismo fue poco a poco cediendo su paso a un sistema multipolar, en el que a pesar de seguir siendo el máximo poder económico y militar, EU es incapaz de imponer del todo su voluntad y está obligado a dar espacios a otros actores y potencias medias.
Operando con el mayor déficit fiscal de su historia, la economía de EU, se encuentra sumida en una crisis, que entre otras cosas le genera una insostenible deuda con países de Oriente como China. Con el mayor ejército del mundo, EU es incapaz de obtener victorias contundentes en las empresas militares en las que se ha aventurado. Ni su población, por tanto, ni sus más cercanos aliados, están dispuestos a apoyar fácilmente nuevos episodios militares de dudosos resultados. Irán, entre otros, percibe estas debilidades y toma nota.
El problema comienza al reducir a simplificaciones discursivas qué es el bien y qué es el mal. El discurso de Bush coloca, tras los atentados del 11 de septiembre del 2001, nombre y apellido a los regímenes rufianes (Rogue Regimes): el régimen talibán de Afganistán (que poco después es invadido y derrocado), el Irak de Saddam Hussein (quien poco después es también invadido y derrocado), y algunos otros como Norcorea e Irán.
Sintiéndose amenazados y percibiendo peligros reales o imaginarios a ser atacados, como ocurrió con sus vecinos (los otros miembros del club de malignos); pero al mismo tiempo midiendo correctamente el escaso margen de maniobra con el que EU cuenta, los iraníes deciden jugar el juego de las amenazas y demostraciones de fuerza, aprovechando su posición de potencia regional. Se van tornando en un polo de poder que puede desafiar no sólo a los EU mismo, sino a otros adversarios de la región, como Israel y la monarquía sunita de Arabia Saudita.
Un problema adicional: al mismo tiempo que los neoconservadores se marchan de la Casa Blanca y entra la administración de Obama con una distinta visión de cómo enfrentar todos estos retos, en Israel toma el poder una coalición de derecha liderada por Netanyahu, precisamente con un discurso cercano al neoconservadurismo. Tal parece, por tanto, que la mecha encendida desde tiempos de Bush, se encuentra en un punto de muy difícil retorno. A pesar de los esfuerzos de Obama por ofrecer alternativas de cooperación, en Irán prevalece la percepción de que sólo convertidos en una potencia disuasiva, el régimen de los ayatolas garantizará su seguridad y estabilidad.
Es en este marco en el que deben comprenderse los eventos recientes, y evaluarse los posibles choques o alternativas para solucionarlos. Israel percibe su seguridad amenazada, no sólo por Irán mismo sino por sus aliados regionales (Hezbolá y Hamas), por quienes se siente acorralado a manera de tenaza: por el norte y por el sur. Irán, apreciando el delicado momento económico y militar que vive la superpotencia estadounidense, decide avanzar en su camino de volverse la potencia nuclear que rompa el balance estratégico en la zona. Al presidente Obama le gustaría no estar pensando en otra cosa que en sus múltiples y complicadísimos asuntos internos, pero no puede.
Es en el incomprendido mundo de percepciones donde se genera el potencial de conflicto o de cooperación. La paz, cuando venga, llegará no como algo que se negocia, sino como algo que se construye al transformar la manera como los seres humanos que conforman los gobiernos y las sociedades aprehenden y representan a su otro.
Internacionalista

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