martes, 16 de marzo de 2010

La normalidad cómo criterio médico de control social

Luis Roca Jusmet Rebelión 14-marzo-2010

En la sección de Ecología social de Rebelión apareció hace unos días un artículo breve pero muy interesante, firmado por Miguel Jara y titulado “¿Y si fuéramos todos enfermos mentales?”. El tema me parece fundamental, y quisiera hacer unas rápidas naotaciones sobre la cuestión. De entrada decir que me parece una cuestión clave porque apunta a una de las estrategias básicas del capitalismo en su fase actual, la biopolítica, que tiene varias funciones:

1) Transformar al ciudadano en un consumidor global de las multinacionales farmacéuticas a través de los fármacos que vendan el bienestar emocional como una mercancía más a un mercado cada vez más amplio.

2) Utilizar los fármacos del bienestar emocional para ahogar el malestar psicosomático que produce la vida en un capitalismo que rompe todos los lazos sociales y nos somete a la lógica de un hedonismo tecnológico y nihilista.

3) Utilizar un criterio terapéutico de normalidad como medida de control social.

Habría que volver a Michel Foucault como pionero de la conceptualización de la biopolítica pero sobre todo por su definición de la modernidad a partir de un criterio médico de la normalidad. La realidad del capitalismo muestra vez más cómo la sociedad es cada vez más terapéutica y está cada vez más medicalizada.

Se trata de sustituir el sujeto ciudadano por el objeto cliente en todos los ámbitos de la vida pública y privada. Aquí juega un papel importante la ideología que se muestra, como muy certeramente nos dice Jara, en la Biblia que es el DSM-V. Es una biblia en el sentido más duro, artículo de fe de los sacerdotes que se impone a los súbditos. No importa que casi nadie conozca lo que es el DSM-V porque todos padeceremos sus efectos. Es la ideología de la normalidad como adaptación sustentada en supuestos criterios científicos a partir de la genética, la neurobiología y el conductismo. La noción de trastorno es lo suficientemente confusa como para acabar considerándonos a todos enfermos y al mismo tiempo predicar paradójicamente que cada uno es dueños de su vida, abstrayendo de lo que somos y hacemos toda la cuestión social. La psicología se convierte así en una profesión de futuro, pero a cosa de eliminar todo su componente crítico, que le viene de básicamente de la psicología social y algunas vertientes del psicoanálisis. No en vano en Cataluña las Facultades de Psicología han conseguido que sólo puedan acceder a estos estudios los estudiantes de bachillerato de ciencias para poder así competir con los psiquiatras en la competencia para medicar.

La medicalización de la vida cotidiana quiere elimina la responsabilidad de los ciudadanos a los que sólo interesa manipular. Como en el Mundo feliz de Aldous Huxley la angustia se calla con drogas y una sociedad sin síntomas es una sociedad sin conflictos. Podemos recordar aquí el trágico grito de Louis Althusser cuando después de matar a su mujer exigía un juicio para determinar su responsabilidad y no ser encerrado y callado en un psiquiátrico.

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