lunes, 15 de marzo de 2010

La ONU y la educación

Miguel Ángel Rodríguez El Universal 13 de marzo de 2010

Vernor Muñoz Villalobos es el relator especial de la ONU para el derecho a la educación. Es un hombre sereno y prudente. Sus juicios y lenguaje buscan el equilibrio e, incluso, de pronto, nada más porque sí, el relator se convierte en abogado del diablo e interroga para conocer mejor los resortes finos de las ideas pedagógicas y técnicas sobre las que se construye la argumentación de la crítica.
Por once días viajó de San Cristóbal de las Casas a Tijuana, pasando por Monterrey, Tuxtla Gutiérrez, Tapachula y el DF, preguntando por la vigencia, el grado de certeza y vinculación con que la norma constitucional, el derecho a la educación de calidad para todos, se realiza en México. En total, 75 reuniones y más de mil entrevistas. Lo recibieron autoridades educativas como José Narro, rector de la UNAM, autoridades de la SEP y muchos profesores de comunidades indígenas, pero no pudo entrevistarse con la cúpula del SNTE.
En la UNAM, como parte de la Cátedra UNESCO de Derechos Humanos, Muñoz escuchó las críticas y reflexiones que académicos, universitarios y representantes de asociaciones civiles, como el Observatorio Ciudadano de la Educación, hicieron sobre la inequidad del sistema educativo. Una voz fue unánime: la educación más pobre está dirigida hacia los niños y niñas más pobres. Los poderes públicos de México, sin importar partido, han mostrado una voluntad férrea para mantener sana y salva la injusta distribución del presupuesto educativo contra las comunidades indígenas y migrantes. La educación básica que el Estado ofrece a esas regiones está compuesta por miles de escuelas sin escusados, sin papel de baño, en improvisadas aulas, sin muros o con los vidrios rotos y cuarteaduras en las viejas paredes, sin agua potable y sin energía eléctrica.
La mayoría de los niños y niñas de estas escuelas no tienen cuadernos de trabajo ni libros de texto gratuitos en las lenguas originarias. De uno a tres profesores atienden la mayoría de las escuelas telesecundarias de México. Hablamos de instituciones educativas incompletas, por definición deficitarias —aunque conozco milagrosas excepciones. Y dos terceras partes de ellas se ubican en espacios indígenas y migrantes.
Ese mismo día el relator se reunió en la oficina del alto comisionado de la UNESCO con Gloria Ramírez, coordinadora de la cátedra UNESCO de derechos humanos de la UNAM; con integrantes del Observatorio de la Educación; con la defensora de los derechos humanos, Clara Jusidman; con la investigadora Antonia Candela del DIE, CINVESTAV del IPN, con el presidente de Mexicanos Primero, David Calderón, entre otros.
Todos los asistentes a la reunión coincidimos, o, por lo menos, no hubo expresiones que pusieran en duda las aseveraciones que advertían que en México se vive la perversión de las funciones del Estado. El gobierno panista, como lo hizo ver Pablo Latapí en 2007, quebrantó el estado de derecho. El SNTE, con la ignorancia inmoderada que distingue a la burocracia cupular, conduce ahora los procesos pedagógicos y los diseños y contenidos curriculares del sistema educativo.
Muñoz sólo dijo que constata la “simbiosis atípica” entre el Estado y el SNTE: “Hay que recalcar que el actor principal frente al cual se exige el goce efectivo del derecho a la educación es el Estado, motivo por el cual la mixtura sindicato-secretaría revela una subordinación recíproca de funciones atípicas en cada una de sus partes…”
Ahora Alonso Lujambio amenaza con enviar una carta de extrañamiento a la ONU. Argumenta una desatención de parte del relator, pues no se reunió con él antes de la rueda de prensa. Pero calla que él fue quien cambió la hora de la reunión originalmente programada para la mañana del 18 de febrero. Citó al relator justo a la hora del compromiso con los periodistas de México, con la opinión pública. Vernor decidió. Y entonces las niñas y los niños injustamente desterrados del sistema educativo fueron por un instante nombrados y visibilizados por el relator de la ONU.
La carta de extrañamiento sería un grave error. La respuesta social podría ser muy amarga. Y sí, es muy doloroso, pero la relación SEP-SNTE es una relación de subordinación servil y ominosa.
www.observatorio.org
Profesor de la Universidad Autónoma de Puebla.

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