viernes, 5 de marzo de 2010

México, castas y pobreza

México, castas y pobreza
Editorial El Universal 04 de marzo de 2010

Sin importar lo que hagamos parece que la pobreza en México no disminuye. Después de la crisis de los 80 el gobierno federal constató que la mitad de su población era pobre, con la mitad tratando de sobrevivir con dos dólares diarios por persona.
Cuarenta años después nos descubrimos en idéntica situación. De nada sirvieron los cinco programas de los últimos seis sexenios: Pider, con Luis Echeverría, Coplamar e IMSS-Coplamar con José López Portillo, Pronasol (Solidaridad) con Carlos Salinas, y Progresa-Oportunidades, a partir de Ernesto Zedillo y hasta la fecha. Tanto Solidaridad como Oportunidades fueron premiados por la comunidad internacional, copiados por naciones extranjeras y los recursos en el segundo caso no han dejado de aumentar los últimos 10 años.
No hay manera de encajar el golpe: cada vez más gasto para seguir exactamente donde estábamos hace seis sexenios: con más de 50% de la gente en la pobreza, y los más en extrema pobreza.
De acuerdo con un estudio difundido ayer por el Tecnológico de Monterrey, entre 2006 y 2010 creció en 8 millones el número de mexicanos económicamente vulnerables, de 44.7 a 53 millones de pobres. Eso en sólo cuatro años, los que lleva este sexenio.
Las autoridades podrán argumentar que el encarecimiento mundial de alimentos en 2008 y la crisis económica global de 2009 fueron las culpables. Sea como fuere, cuatro décadas de política antipobreza sirvieron para nada. Podríamos suponer, a manera de consuelo, que sin esas medidas hoy seríamos Somalia o Haití. Justificación inaceptable para la economía número 13 y la décima fuerza exportadora. El progreso de nuestra población lo hemos impedido nosotros mismos.
Llegó la hora de aceptar que la pobreza no ocurre por accidente, como fenómeno natural o condena cultural. Es producto de una estructura económica de castas, encargada de asegurar la exclusión permanente de la mitad del país.
En México hay dos círculos económicos. El más pequeño, muy exitoso y siempre pujante, resulta beneficiado bajo cualquier circunstancia. Se trata de una casta bien protegida por un cierre social diseñado para excluir sistemáticamente a los demás a partir de criterios como el nivel educativo, la clase social, el sexo, el color de la piel y otros aspectos. El gran filósofo Max Weber lo advirtió: a veces la barrera es sutil, imperceptible, pero muy efectiva.
Ninguna de las políticas de los últimos 40 años han estado encaminadas a destruir ese cierre social. Fueron concebidas desde la lógica asistencialista que no desde la necesidad de transformar la estructura económica que siendo un embudo. Negar esta realidad tiene a nuestro país no sólo en una situación injusta sino potencialmente explosiva.

No hay comentarios:

Publicar un comentario