viernes, 5 de marzo de 2010

Tapaos los unos a los otros

Tapaos los unos a los otros
Alfonso Zárate El Universal 04 de marzo de 2010

A la memoria de Carlos Montemayor.
“Hay dos clases de honestos —asevera Manuel El Meme Garza González—, el honesto-honesto y el honesto-a-güevo; el primero es el que ha estado ante el arca abierta y no le entra, el segundo es el que nunca ha estado ante el arca abierta”.
Las historias de corrupción de los robolucionarios son incontables. No pocas fortunas de hoy se constituyeron al amparo del poder; con el cinismo que los caracterizaba, los nuevos ricos reconocían que “les había hecho justicia la Revolución”.
Muchos de quienes desde una oposición sin prerrogativas y sin poder censuraban los abusos de la República priísta, hoy dilapidan los generosos presupuestos públicos. Lo mismo a panistas que a perredistas les ha hecho justicia la alternancia y pronto descubrieron las formas de hacer de las suyas: recibir comisiones y ganancias por debajo de la mesa y otorgar concesiones, privilegios, contratos y chambas a los cercanos y a la parentela. Existen otras formas —incluso legales— de faltar a la honestidad: el uso intensivo de los privilegios que acompañan los cargos públicos: los viajes, las comilonas, las largas distancias, los servicios médicos —que incluyen cirugías estéticas—, los autos con chofer para toda la familia… todo ello con cargo a los contribuyentes.
Pero si estos excesos son ostensibles a nivel federal —como lo muestran las revisiones de la Auditoría Superior de la Federación—, en las entidades federativas la situación es peor, el caso del ex gobernador del estado de México, Arturo Montiel, es sólo uno de los más escandalosos e impunes, pero no es la excepción. La mayoría de los gobernadores y los altos funcionarios de esos gobiernos, disponen hoy de cuantiosos recursos sin control que explican su enriquecimiento repentino.
La alternancia no significó el reemplazo de los abusos de la clase gobernante por un comportamiento ético, apegado a la ley, porque los nuevos funcionarios (quienes nunca habían estado ante el arca abierta) se acomodaron a la misma cultura política: “el que no transa no avanza”.
Pero el patrimonialismo, esa costumbre del poder, no podría explicarse sin el desinterés en unos casos y la complicidad en otros de una ciudadanía cínica: mientras el funcionariado se despacha con la cuchara grande, son muchos los que justifican los latrocinios porque, al menos, “salpican” y hacen obra.
A nivel federal experimentamos la paradoja de subejercicios en campos sensibles y, en contraste, los excesos en el gasto en renglones prescindibles, como la promoción de las imágenes y los desempeños de los políticos y, ante esto, los órganos diseñados para dotar de racionalidad al ejercicio presupuestal y de frenar los excesos, han devenido “tapaderas”. La Secretaría de la Función Pública (antes Secodam) creyó justificar su existencia con la expedición de un enjambre de manuales, circulares y procedimientos que han lastrado el ejercicio de gobierno —incluso se han convertido, paradójicamente, en acicate de la corrupción o en un argumento para elevar la mordida—, pero ha hecho muy poco para mejorar la gestión gubernamental y se ha mostrado ineficaz para frenar la corrupción.
“Desorden generalizado”. Estas dos palabras —frías, asépticas, casi neutras—, con las que los magistrados María del Rosario Mota Cienfuegos y Carlos Ronzón Sevilla describen el calamitoso estado en que se encuentran las guarderías del IMSS, contribuyen a explicar la tragedia de la guardería ABC de Hermosillo. Pero el severo diagnóstico sobre la mayor institución de seguridad social del país, es replicable en muchas otras instancias públicas.
La impunidad es la clave que explica los graves desarreglos sociales que sufre el país —la inseguridad, la precariedad del estado de derecho, el comportamiento mediocre de la economía y el empleo—; todo puede hacerse porque todo es comprable: los policías, los agentes del Ministerio Público, los jueces… Los “empresarios” que acumularon en muy poco tiempo fortunas inconmensurables, como Carlos Cabal Peniche o Isidoro Rodríguez, El Divino, están libres de todos los cargos; otros pillos aparecen en las listas de Forbes.
¿Cuándo será que empezaremos a aplicar la ley sin distingos?
Presidente del Grupo Consultor Interdisciplinario

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