sábado, 6 de febrero de 2010

Tres pensamientos, un eje

Tres pensamientos, un eje
José Sarukhán El Universal 05 de febrero de 2010

1) Hace unos cuatro años escribí en un diario de circulación nacional varios artículos sobre el asedio que la derecha conservadora, creacionista y fundamentalista de Estados Unidos había organizado en contra de la enseñanza de la evolución en los cursos de ciencia en diversos estados de ese país. La nueva modalidad de los ataques creacionistas se cubría bajo la máscara del “diseño inteligente”.
Al finalizar la serie de artículos, varios amigos comentaron que el tema era muy interesante pero no relevante para México, donde los movimientos creacionistas o fundamentalistas no tienen (¡aún!) fuerza. Les comenté que no era tanto el asunto del creacionismo sino la forma en que determinadas creencias religiosas intentaban regular la enseñanza de la ciencia en las escuelas de Estados Unidos y que en realidad el mensaje de fondo de mis artículos era que un objetivo final de estos grupos era establecer un estado teocrático el cual, en mi opinión, diferiría de los actuales estados teocráticos solamente por el signo religioso y el color de la piel de quienes ejercen esos fundamentalismos. El peligro era (y sigue siendo) la dominación de toda la sociedad por una forma de pensar, ya fuese esta religiosa, política, filosófica o de intereses económicos. La Suprema Corte de Justicia de ese país decidió, finalmente, que el diseño inteligente no era ciencia y no podía enseñarse en clases de ciencia en las escuelas. Ese veredicto hizo justicia al laicismo que sigue siendo una marca distintiva de la forma como ese país opera.
2) Varios acontecimientos nacionales relativamente recientes y en apariencia inconexos, pero claramente hilvanados por el mismo hilo conductor: a) Desde hace unos meses, personajes notables de la Iglesia católica han desarrollado un protagonismo intenso y alarmante en cuanto a declaraciones que tienen que ver no solamente con el intento de imponer normas de conducta de una forma de pensar religiosa a toda la sociedad, sino a claras sugerencias a sus feligreses de supeditar la legislación civil del país a la de su Iglesia. b) Las acciones (e inacciones) de partidos políticos (uno de ellos de cierta tradición liberal) que han “aplanado” en un buen número de legislaturas estatales la decisión de declarar el aborto, incluso en casos de violación, como ilegal. c) Una serie de flirteos de personajes políticos, en sus investiduras políticas (que no como individuos, a lo cual tendrían todo el derecho), con la Iglesia.
3) El laicismo en nuestro país está siendo sujeto a embates en verdad serios. Preocuparse por ello y tomar en serio dichos embates no es una reacción jacobina desvelada. Perder laicidad en un país es perder muchos elementos constituyentes de una sociedad libre, con bases para poseer una identidad nacional y una nación fuerte. No es tampoco una reacción antirreligiosa: sólo el laicismo puede garantizar el libre ejercicio (¡o no!) de todas las religiones. No es posible pensar en una sociedad verdaderamente democrática fuera del contexto laico. Si el laicismo fuese un valor universal, habría evitado la mayor parte de los conflictos bélicos que la humanidad ha sufrido (y sufre en la actualidad) y sería la salvaguarda del avasallamiento de las mujeres en los países donde este valor no existe. Lo que puede estar en juego en nuestro país, si no tenemos cuidado de proteger en su integridad a la laicidad que ha sido elemento central de nuestra nación y que deberíamos recordar ahora que celebramos 200 años de su nacimiento, es el futuro mismo de México como país independiente, fuerte, con noción clara de su futuro y con una sociedad unida por un sentimiento de identidad que rebasa colores de piel, religiones o niveles económicos.
jose.sarukhan@hotmail.com
Investigador del Instituto de Ecología de la UNAM

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