jueves, 8 de abril de 2010

Reforma Política y representación (I)

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Gabriel L. Negretto El Universal 6 de abril de 2010
 
Se da por hecho que México sufre una crisis de representación. Es por tanto relevante preguntarse de qué manera están proponiendo los partidos superarla, sobre todo en la elección de legisladores. De la forma en que se eligen depende en gran medida que los ciudadanos perciban que los representantes reflejan sus preferencias y actúan en su nombre.
Un análisis detallado de las propuestas de reforma en esta materia demuestra que ninguna logra por sí misma un equilibrio adecuado entre principios democráticos deseables o apunta a resolver en forma integral y coordinada las principales deficiencias del sistema representativo en México.
Qué y cómo reformar
Un diagnóstico imparcial acerca de las instituciones que necesitan reforma en una democracia debe tomar en cuenta los complejos requerimientos que ésta tiene. Un régimen democrático requiere tanto de un gobierno con capacidad de adoptar decisiones como de la representación equitativa de las preferencias ciudadanas. En este sentido, es falso que la gobernabilidad y la representación deban verse como dos principios independientes y contrapuestos de diseño institucional.
Hay quienes piensan que México necesita un sistema electoral que construya mayorías, para así permitir al gobierno en turno aprobar grandes reformas. El problema es que ni en la sociedad ni entre los partidos hay acuerdo acerca de cuál debe ser el contenido de esas reformas. De esta manera, un sistema electoral que forzara la creación de mayorías permitiría que se implementen reformas legislativas importantes, pero al precio de que estas reformas tuvieran un insuficiente grado de representación y de aceptación en la sociedad. Por otro lado, un sistema electoral que buscara dar el mismo peso a todos los intereses que existen en la sociedad terminaría frustrando la misma representación que pretende garantizar. Si cualquier programa político tuviese entrada al proceso decisorio, sería imposible la formación de coaliciones capaces de adoptar decisiones mínimamente coherentes.
Un diseño institucional óptimo en democracia es aquel que busca un equilibrio entre principios democráticos diversos, como son la gobernabilidad y representación. Querer asegurar uno de esos principios a costa del otro termina frustrando el objetivo que se quiere alcanzar. Propongo analizar bajo este criterio algunos aspectos problemáticos del sistema para elegir legisladores en México.
Aunque a menudo se le considera como un compromiso entre la mayoría relativa y la representación proporcional, el sistema electoral para elegir diputados en México, vigente desde 1986, es en realidad un sistema que utiliza dos fórmulas distintas y no integradas para traducir votos en escaños legislativos. Los 200 escaños de lista asignados por representación proporcional no compensan los 300 escaños asignados por mayoría relativa en circunscripciones uninominales. En el conteo final, cada partido recibe un número total de asientos que resulta de la suma de las dos votaciones. Por otra parte, los votantes depositan un solo voto, que cuenta tanto para el candidato del distrito uninominal como para la lista del partido al que el candidato pertenece.
Este sistema tiene dos defectos. El primero es su sesgo mayoritario. El partido con más capacidad para ganar una mayoría de distritos uninominales puede obtener un número desproporcionado de escaños. En segundo lugar, al forzar a los electores a emitir un solo voto se convierte a los diputados plurinominales, en representantes en cierta manera anónimos. El elector no tiene la capacidad de decidir si vota a la lista por su propio mérito, lo que ha contribuido sin duda al desprestigio que tienen los diputados plurinominales a los ojos de la opinión pública.
Desde la inclusión en 1996 de 32 senadores electos por representación proporcional en un distrito nacional, el Senado, como la Cámara de Diputados, ha usado fórmulas distintas e independientes para elegir legisladores. Esto crea una duplicación innecesaria en la forma de elección de cada cámara y distorsiona el papel del Senado como cuerpo representativo de los intereses estatales. Debe notarse también que la inclusión de los senadores de representación proporcional ha hecho más numeroso lo que se supone debería ser un cuerpo relativamente pequeño. Con un total de 128 senadores, México tiene en la actualidad la Cámara alta más numerosa de América Latina, incluso mayor a Brasil, que tiene 80% más de población que México.
Profesor en la División de Estudios Políticos del CIDE

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