jueves, 8 de abril de 2010

Una disputa entre poderosos

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Andrés Lajous El Universal 6 de abril de 2010
 
Desde que el gobierno de Felipe Calderón presentó su propuesta de reforma política hasta la reciente presentación de la propuesta de Enrique Peña Nieto, por fuera del sistema de partidos se logra ver que los dos pretenden enfrentar los problemas de sus gobiernos a partir de una falsa definición política.
La discusión sobre la reforma política inició a partir de la lectura de que hay problemas en la relación entre los gobiernos y la sociedad. Así lo reconocen en alguna medida las tres de las cuatro propuestas de reforma política que han sido presentadas por distintos grupos parlamentarios. En la exposición de motivos, de éstas hay una breve mención al descontento que expresaron cientos de miles de ciudadanos en la última elección federal a través del voto nulo.
Sin embargo, el centro del asunto pasó de ser sobre la relación entre ciudadanos y gobernantes, a una discusión sobre las relaciones entre gobernantes. De cierta manera no es sorprendente este giro, sería ingenuo pensar que quienes hoy tienen poder político, sin ver completamente amenazada su posición de poder, estén pensando compartir el poder con más ciudadanos.
La disyuntiva falsa que pretenden plantearnos quienes gobiernan, y no sólo ellos, para evadir la redistribución del poder político es que tenemos que escoger entre dos sistemas políticos posibles: uno donde cabe la pluralidad, pero la acción de gobierno es poco certera, y otro donde la acción de gobierno es posible, pero si, y sólo si, hay una reducción en la pluralidad política.
La disyuntiva es falsa porque hay evidencia sobre el funcionamiento de los sistemas políticos presidenciales que muestra que son más “gobernables” cuando hay una amplia pluralidad representada en el poder legislativo. Entre menos partidos políticos tengan poder real dentro del poder legislativo, más difícil es construir mayorías de gobierno, entre más partidos políticos hay dentro del poder legislativo, más fácil es negociar con transparencia y claridad, para sumar los votos de una mayoría.
Si existe el riesgo de que un partido minoritario o mediano “secuestre” al gobierno negándole dar una mayoría, existe cuando hay pocos partidos. Como sucede hoy en día. En cambio cuando hay muchos partidos políticos dentro del Congreso, amplia pluralidad, si un partido pequeño rompe con la coalición gobernante puede ser sustituido por otro partido pequeño. Es decir, el “secuestro” por una minoría se rompe con más competencia, no con menos competencia.
La insistencia que hay en que lo que se necesita es un gobierno con mayoría absoluta garantizada, me parece que es uno de los enclaves autoritarios que han sobrevivido los poco más de 10 años de competencia política (limitada). Los enclaves autoritarios no sólo sobreviven como instituciones o reglas, también sobreviven como ideas y costumbres. No hay idea más peligrosa para la democracia que aquella que pide que no se discuta, que no se debata, que las decisiones se tomen simplemente porque se pueden tomar, no porque tengan méritos propios. El decisionismo como método de discusión y mala costumbre, abre la puerta para acabar con toda discusión. Toda.
Si el objetivo de una reforma política es cambiar la relación entre la sociedad y sus gobiernos, se tiene que pensar en cómo acercar las discusiones y conflictos políticos a la vida cotidiana de las personas. Para ello, las reformas instituicionales no pueden ser sobre cómo deciden y se disputan el poder quienes están en el centro del país, sino cómo podemos hacer que el poder político (y del Estado) esté presente y sea accesible en todo el país. Mientras las decisiones públicas estén lejos de la vida de las personas, es imposible pedirles que las asuman como propias simplemente con la amenaza de la fuerza.
Por esta última razón toda reforma que no plantee hacer cambios a la influencia desmedida en las decisiones públicas de quienes tienen poder en el centro del país es una reforma que o defiende el statu quo o pretende regresarnos al statu quo previo a 1997. Esa es la disyuntiva real que están planteando: o la pesadilla de hoy, o la pesadilla de hace 15 años.
http://twitter.com/andreslajous
Activista Político

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