martes, 26 de enero de 2010

Alianzas ¿contranatura?

Alianzas ¿contranatura?
Editorial EL UNIVERSAL El Universal 26 de enero de 2010

Enorme polémica ha ocasionado entre la clase política mexicana la posibilidad de que PAN y PRD se alíen en varios estados con el fin de potenciar su respectiva lucha por los cargos de elección popular que estarán en juego este año. Molestos, algunos dirigentes afectados salieron a tildar el intento de “abominación”, lo mismo que de atentado contra los ideales y los valores de cada partido.
El problema con la teoría del engendro es que se basa en tres supuestos refutables: 1) Que el sistema político mexicano funciona con base en ideologías, 2) Que la polarizante elección de 2006 es la única lente utilizable para definir la relación histórica entre el PAN y el PRD y 3) Que el PRI es una agrupación neutral o de “centro” y, por lo tanto, la única con autoridad moral para formar coaliciones “naturales” sea con el PAN o con el PRD.
Todas estas afirmaciones pecan de miopía.
La animadversión causada por el conflicto entre los ex candidatos Felipe Calderón y Andrés Manuel López Obrador ha ocultado pactos pasados entre el PAN y el PRD que fueron muy trascendentales para la República. Pugnaron juntos Heberto Castillo y Luis H. Álvarez por la apertura democrática en los 80, y luego de la elección presidencial de 1988, lo hicieron también Cuauhtémoc Cárdenas y Manuel J. Clouthier. Otra vez juntas, desde el Congreso, estas dos fuerzas impulsaron la reforma política de 1996 y la creación de la Auditoría Superior de la Federación. También condujeron en alianza las negociaciones para sacar adelante las reformas relativas a la transparencia y el acceso a la información.
En los hechos, cuando se ha tratado de la confección de un Estado más democrático, la alianza que mejor ha funcionado en nuestro país es la del PAN con el PRD. Un resultado distinto se produce cuando el PAN y el PRI hacen causa común o cuando los tres partidos más grandes votan de consuno las grandes reformas. En los dos últimos casos las transformaciones tienden a ser pobres o nulas.
Por otra parte, debería ya ser claro para los analistas y los políticos que sólo saben hablar en clave nacional, que no es lo mismo México que sus muchas partes. La explicación del ejercicio del poder en México está urgida por incorporar la lógica de la política local. A diferencia de la Federación, en algunos estados ha sido muy difícil remover a las élites locales que desde hace demasiadas décadas controlan el acceso y la salida del poder. La ausencia de alternancia en varias entidades y municipios del país da prueba de la estructura autoritaria que aún pervive regionalmente en México. En tales entidades no funcionan las reglas de balance democrático que aplican a nivel federal.
Si el valor superior a tutelar es la diversificación del poder y la circulación de las élites locales, no es justo valorar de entrada a la alianza PRD-PAN como antinatural. Cada proceso electoral merece ser tratado por sus propios méritos, so pena de hacerle el juego o volverse cómplice de algún aventajado.

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