martes, 26 de enero de 2010

Más allá del blanco y negro

Más allá del blanco y negro
Editorial El Universal 25 de enero de 2010

La guerra contra el narcotráfico no tiene visos de cercanía con su final. Quienes hoy la diagnostican advierten que fue un error haberla concebido como un problema de simple dimensión, que podía erradicarse sólo con el Ejército y voluntad presidencial. Tan maniqueo como este equívoco es plantear como solución el regreso al estado en que nos encontrábamos antes de la campaña antidrogas. Sin el Ejército regresarían los policías que antes no pudieron con el paquete.
Desde cualquier óptica que se analice, lo urgente es ponerle un punto final a la obsesión por explicar las cosas desde el blanco o desde el negro.
Meter al Ejército a las calles parecía una alternativa lógica frente a la incapacidad policiaca. El problema surgió cuando el Estado tardó en contar con un cuerpo de seguridad civil capaz de sustituir a las Fuerzas Armadas. Con los soldados en las calles las tensiones hacia la población civil no pueden más que elevarse. Y mientras más se prolongue la situación, más atropellos a los derechos humanos serán denunciados.
¿Cuánto tardará para que en México contemos con un cuerpo policiaco confiable, bien entrenado, convenientemente financiado, capacitado para usar la tecnología más moderna y que sepa desempeñarse dentro de un marco legal propicio para la rendición de cuentas? De lo único que podemos estar seguros es que tal cosa no ocurrirá hasta que la voluntad de enfrentar a los enemigos de la democracia no encuentre aliados en todas las fuerzas políticas, todas las autoridades relevantes, los jueces, los procuradores y los medios de comunicación.
Hasta hoy el Ejecutivo federal pareciera ser el único responsable. Así lo ha asumido y transmitido el presidente Felipe Calderón y todos los días el resto de los actores involucrados. Acaso sea este el peor de los errores. El triunfo contra el crimen ocurrirá en México por el concurso de todas las partes.
Basta ya de continuar con el simplismo que coloca a la voluntad presidencial y el poderío del Ejército como las partículas mágicas para la solución.
Sin ministerio público que sepa integrar las averiguaciones, sin un sistema inteligente de investigación sobre el lavado de dinero, sin jueces que comprendan la dimensión del problema, sin la concurrencia sincera de los dirigentes partidarios (locales y nacionales), sin una política social que atienda a las regiones del país más afectadas y sin la actuación honesta de los medios de comunicación, la batalla contra el narcotráfico terminará haciéndonos a todos mucho daño.
La simplificación es el peor enemigo de una buena estrategia. La cometió el gobierno federal cuando decidió atacar a las mafias desde un sólo frente y con una sola institución y la padecen ahora sus adversarios al no admitir que es imposible volver atrás. Urge un enfoque que vaya más allá de los hechos evidentes. Nunca es demasiado tarde para salir de la ajedrezada realidad que sólo permite pensar en blancos y negros.

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