lunes, 1 de marzo de 2010

Administradores de la corrupción

Administradores de la corrupción
María Teresa Jardí PorEsto 28 de febrero de 2010


Pobres haitianos, lo único que les falta es que el usurpador del Ejecutivo mexicano les envíe policías mexicanos. A nada más que a convertirse en administradores de la corrupción aspiran en México los alineados por la derecha partidos políticos. A ser gerentes de la Coca-Cola, empresarios chatarra, que a la humanidad envenenan, es en lo que se han convertido los que hasta pretenden que la ciudadanía los legitime con un voto que saben que nada, en términos de la brega política que se da en otros lugares, aquí significa. Administradores de la corrupción, aunque algunos, los destinados jugar el papel de “Chuchos”, sepan que para ellos está reservada sólo la limosna que los que lleguen a la administración quieran compartirles.
Me gustan los perros y en general todos los animales. Adoro a la perrita que me ha vuelto a hacer grata la vida. Pero admiro la independencia de los gatos, la valentía con la que te miran, despreciando, cuando no quieren venir a tu lado, la amenaza pronta cuando no quieren una caricia, la ternura inmensa cuando ellos deciden que lo quieren, de ti, todo de manera inmediata. A los gatos se les asocia con la magia y con la hechicería. De los perros se resalta siempre su fidelidad incluso al que mal los trata y hasta al que los golpea. Elegir parecerse a un gato es elegir la libertad como forma de vida. Elegir ser perro es elegir la esclavitud al sistema.
Bien caracterizados, los que la puntilla de muerte le han clavado al PRD, bien caracterizados los seguidores de Ortega —que son todos— convertidos en “Los Chuchos” aliados hoy al partido protector de “El Chapo”. Resultado obvio de la cancelación en México de las ideologías, de la pérdida de valores y principios, de creer que la mentira porque se reitera se convierte en verdad y en certeza.
En recobrar las ideologías, más que en otra cosa, está la posibilidad para el pueblo mexicano de lograr a largo plazo el cambio que, a lo mejor si el mundo tiene suerte, nos va a llegar, dicen los que estudian el Calendario Maya, luego del quiebre que en el 2012 en el mundo entero se va a dar. Un cambio imprescindible como salta a la vista.
La molestia del usurpador, al grado de ir a hacer el ridículo a Yucatán, viéndose retratado al lado de una gobernadora que le muestra el desprecio que por él siente, según se desprende de las fotos que al mundo han dado la vuelta, tiene que ver con la defensa del indefendible programa OPORTUNIDADES, que sirve, descubierto está, para beneficiar a los ricos sin escrúpulos, que lo mismo se apoderan del campo en Guanajuato para fines propios —los Fox y los Usabiaga—, que cobran al alimón como secretarios de Estado de Calderón o en su función de narcos amigos del partido que usurpa el Ejecutivo.
Pero, no nos engañemos, programa creado como parte imprescindible del sistema para mantener al pueblo pobre alcoholizado.
OPORTUNIDADES fue concebido para mantener al pueblo pobre convertido en miserable en el más amplio sentido de la palabra, embrutecido con el alcohol, perdiendo la voluntad de oponerse a lo decidido por los que lo emborrachan para seguir ellos mandando por él y decidiendo para él.
Los cuestionamientos han sido muchos a lo largo de la estéril vida de ese programa. Las mujeres reiteradamente han señalado que ese dinero entraña una doble carga de trabajo para ellas y que no sirve más que para convertir en flojo al hombre que con ese dinero se emborracha. Para los hombres significa el dinero para comprar el producto que las empresas, que forman parte de la clase política, derraman en el campo mexicano, para mantener alcoholizados a los pobres, como parte convenida del sistema para embrutecer a los campesinos mexicanos para que no se opongan a que nada cambie. Para los hijos, como para las mujeres también, significa más golpes, peor comida, menos oportunidades de no repetir, los que sobrevivan, la misma historia del padre o de la madre.
Por eso con cinismo un secretario de Estado se atreve a decir que él va a seguir cobrando de ese programa, concebido como limosna para los pobres, sin que se le cese de inmediato al menos de cara a demostrar a la comunidad internacional que la clase política aquí no es sólo la administradora de la corrupción en su propio beneficio. La vergüenza perdida, que en las caricaturas se refleja, de la clase política que se sabe gerente de empresa y no gobernante elegida

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