lunes, 1 de marzo de 2010

Salinas: lo que viene

Salinas: lo que viene
Editorial Siempre 28 de febrero de 2010

El ruido mediático, histérico por lo general, no ha dejado ver el trasfondo de la reaparición en la escena pública de uno de los políticos más controvertidos del país. Los medios siguen quedándose en la coyuntura de lo anecdótico, en el reciclaje del escándalo, cuando lo que bulle en el subterráneo es un choque de corrientes que tendrán que reacomodarse para generar una transición pactada.
Hay dos frases que le gustan a Salinas. Una de ellas, atribuida a Newton, dice: “Si pude ver más lejos fue porque me paré en hombros de gigantes”. Y la otra que ha dicho en algunas de sus declaraciones: “¿Por qué ver para atrás? Porque se quiere ver hacia delante”.
Las aseveraciones hechas por el ex presidente de México, Carlos Salinas de Gortari, durante el seminario Privatización de la Banca, organizado por el Centro de Estudios Espinosa Yglesias, retumbaron en el 2012. Más que dedicadas al pasado, sus palabras estuvieron dirigidas al futuro. Estratega como es y como lo ha sido siempre, parece estar hoy dedicado a construir el andamiaje político, económico y financiero al próximo presidente de México.
Poco de lo que dijo acerca de Zedillo fue novedad. Sin embargo, los detalles que dio sobre la crisis de 1995 le sirvieron para afinar el retrato de un político que, desde su perspectiva, encarna por su ineptitud y traición el mal del México actual. El golpe más agudo se lo dio al denunciar cómo —ese mismo año— acepta elevar las tasas de interés de 7 a 110 por ciento, “a pesar de que los deudores eran las familias y no el gobierno”. Es decir, lo exhibe como un despojador del patrimonio de miles de mexicanos.
Las circunstancias le permiten ahora a Salinas intentar trasladar el ropaje de “villano favorito” de su closet al de su sucesor. Sin embargo, la prensa, en su forma unilateral y obsesiva de ver las cosas, sigue dirigiendo únicamente los ataques a uno de los ex presidentes, sin medir la profunda perversidad que también caracterizó a quien llegó al poder, producto de un magnicidio.
Salinas considera necesario reabrir el pasado porque Ernesto Zedillo no sólo fue el autor de una de las crisis económicas más profundas que haya tenido el país, sino el directamente responsable de crear las condiciones para entregar la Presidencia de la República al Partido Acción Nacional. Partido que, en menos de dos sexenios, ha llevado a la nación a uno de los índices más bajos de crecimiento.
Con toda intención, Salinas reproduce aquella parte del libro autobiográfico del ex secretario del Tesoro norteamericano, Bob Rubin, donde afirma que el apoyo financiero solicitado por el gobierno de México a principios de 1995 estuvo condicionado a que “los mexicanos accedieran a realizar importantes cambios de política”. El ex presidente dice que Rubin no precisa qué tipo de cambios, pero puede deducirse que uno de ellos fue la derrota del PRI en el 2000.
El Hombre de Dublín buscó con su discurso —y quien sabe con qué éxito— que el electorado viera a Zedillo y al PAN como los culpables del empobrecimiento que hoy sufre la sociedad mexicana en su conjunto. En ocasiones, mientras hablaba, el objetivo parecía estar dirigido a iniciar una corriente de opinión destinada a construir consciencia sobre el fracaso de la alternancia en el poder y la ineptitud de Acción Nacional como gobierno.
Criticar la política económica de Zedillo fue el preámbulo que necesitaba para llegar a donde quería llegar: a la descalificación de la extranjerización de la banca y, como consecuencia, a la propuesta de un nuevo modelo de nación. El desmantelamiento del sistema financiero nacional constituye, sin duda, uno de los equívocos —¿o acuerdos con Washington?— más graves cometidos tanto por la administración zedillista, que modificó la ley, como por el gobierno de Vicente Fox, que entregó la totalidad de la banca nacional a firmas extranjeras.
Desde el Centro Espinosa Yglesias, Carlos Salinas hace una propuesta clara: recuperemos la banca, sinónimo de recuperar la soberanía financiera. La idea, evidentemente, no es una ocurrencia. Se trata de que el futuro presidente de México tenga —lo que no tiene Felipe Calderón— el control financiero y económico del país. Condición necesaria para resolver la crisis.
La reaparición del ex mandatario tiene tintes futuristas, pero también matices de reivindicación histórica. Sabe que se equivocó al implantar un modelo ultra neoliberal empobrecedor del que se deslinda con la frase: “es necesario regresar a los fundamentos que determinen las condiciones de nuestra soberanía y la justicia social en libertad”. Un fanático, en su tiempo, de la globalización y el libre mercado habla hoy a favor de la legitimidad del Estado, de la soberanía y el nacionalismo.
Es un Salinas que llega a proponer un nuevo modelo de nación, a través del concepto “democracia republicana”. ¿A través de quién pretende aplicarlo? ¿Quién es su candidato?

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