domingo, 21 de marzo de 2010

Brasil y nosotros

Hernán Gómez Bruera El Universal 20 Marzo 2010

El centro Woodrow Wilson convocó la semana pasada en Washington a un grupo de diplomáticos, académicos y analistas del continente americano para analizar la emergencia de Brasil como poder regional, con una creciente presencia a nivel mundial. Fuera de la India y China, Brasil se perfila hoy como el país más poderoso del mundo en desarrollo. En América Latina, su creciente influencia tiene que ver, en parte, con el relativo declive de Estados Unidos, pero también con la poca importancia que México ha venido otorgando a la región, con nuestra parálisis política interna y con la irrelevancia por la que transitamos en el escenario internacional.
Según los participantes, si bien es pronto para afirmar que Brasil es ya el líder de América Latina, ni mucho menos que ejerza un poder hegemónico (sus posiciones no siempre prevalecen), su influencia deja huellas cada vez más profundas en la región. En los países más pequeños eso es cada vez más visible. Por ejemplo, en El Salvador, Lula ha dado sustento político al gobierno de Funes; en la reconstrucción de Haití, Brasil es el segundo país más involucrado y en Nicaragua invertirá durante los próximos tres años casi 600 millones de dólares en proyectos energéticos. En un país cuyo presupuesto es de mil 500 millones anuales, como es Nicaragua, la cifra no es despreciable.
Pero Brasil no sólo es importante entre los pequeños, también se ha ganado un lugar entre los grandes. Un representante del Departamento de Estado de EU, presente en la reunión, afirmó: “A cualquier lugar al que vamos nos encontramos con que Brasil está presente de una u otra forma. Por eso nos interesa tener un diálogo con ese país que vaya más allá de las cuestiones bilaterales y aborde asuntos de carácter global, incluso geopolíticos”. La afirmación resulta interesante porque Brasil no ha dejado de silenciar sus diferencias con varios aspectos de la política exterior estadounidense.
¿Y qué ocurre en el caso de México? Una rivalidad se ha venido gestando entre nuestros países desde los 90, como explicó durante la reunión la ex embajadora Olga Pellicer. México no ve con buenos ojos la intención de Brasil de ocupar un asiento permanente en el Consejo de Seguridad y ha puesto trabas a la reforma al Consejo de Seguridad. Aunque recientemente Lula y Calderón enviaron una señal de acercamiento al firmar una “alianza estratégica”, es difícil esperar que este acuerdo nos lleve muy lejos. El supuesto acercamiento al sur que observamos hace algunas semanas en Cancún, no pasa de ser una mera acción declarativa sin real voluntad política por parte del gobierno mexicano, sin verdadera convicción y sin un pensamiento estratégico capaz de darle sustancia.
Si el discurso desarticulado de Patricia Espinosa no fuera suficiente prueba de ello, tan sólo una semana después de Cancún, Juan Molinar, en una reunión que pretendía atraer inversiones de capital español, hizo más de una comparación entre México y Brasil que desnuda las verdaderas preocupaciones de nuestro gobierno. Según el secretario, México es un mejor destino para las inversiones porque “nuestra tasa de asaltos y nuestro riesgo país son menores” y “nosotros no vendemos samba”. Con sus declaraciones, además de ridiculizarse a sí mismo, el funcionario nos recordó la amargura que a un sector de nuestra clase política le producen los éxitos de Brasil. Parece que lo que realmente está detrás de lo que vimos en la fotografía caribeña es la vanidosa preocupación del Presidente de México y los suyos frente a la emergencia de un país que le está “comiendo el mandado”.
Los avances de Brasil son más que un fenómeno mediático o circunstancial. Antes que denostar como lo hace Molinar, deberíamos estudiar lo que ha acontecido en ese país y aprender de él. Brasil ha logrado diversificar sus exportaciones, ligarse a algunas de las economías más pujantes del mundo, como lo es China, e internacionalizar sus empresas gracias en buena medida al apoyo estatal. Pero, además, si Brasil tiene hoy un lugar en el mundo es porque tiene algo importante que mostrar en el frente interno. El Brasil de hoy es radicalmente distinto al de hace 15 años: tiene estabilidad política, mantiene una industria nacional cuando otros la desmantelaron casi por completo y ha conseguido hacer del consumo interno una palanca para su desarrollo. Los éxitos de Brasil no están garantizados en el futuro, pero lo cierto es que hoy estamos frente a un actor internacional que es y será cada vez más importante. ¿Y nosotros?
h.gomez-bruera@ids.ac.ukTwitter: @hernangomezb
Analista político

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