domingo, 21 de marzo de 2010

¿Y tú, cuál México ves?

El otro México es el que se asoma tercamente en situaciones como las que ayer y desde hace varios días se viven en Monterrey, donde grupos armados secuestran camiones y bloquean vialidades provocando afectaciones y confusión en la población; el del horror y el terror que viven en Nuevo Laredo, Reynosa o Escobedo, donde la vida de los ciudadanos se paraliza y su libertad se ve limitada por el miedo a quedar atrapados en un fuego cruzado o una balacera entre las bandas del narco que se disputan plazas y se eliminan entre ellos
Serpientes y Escaleras Salvador García Soto El Universal 20 Marzo 2010

Dos Méxicos coexisten entre la realidad, la percepción, el optimismo oficial y el pesimismo social. Cada quien ve el que quiere ver.
Hay indudablemente en este momento, dos Méxicos, uno el que ve el Presidente y sus secretarios del gabinete de Seguridad, que perciben un país donde la guerra contra el narcotráfico va viento en popa y si hay violencia y costos asociados es sólo por la reacción que los grupos de la delincuencia tienen ante “los golpes de la autoridad”. En ese México, la guerra se va ganando “aunque no lo parezca”, la ausencia de Estado en varias regiones del país es “un mito” de pesimistas que gustan de hablar mal del país como deporte y la recuperación económica es ya una realidad.
El otro México es el que se asoma tercamente en situaciones como las que ayer y desde hace varios días se viven en Monterrey, donde grupos armados secuestran camiones y bloquean vialidades provocando afectaciones y confusión en la población; el del horror y el terror que viven en Nuevo Laredo, Reynosa o Escobedo, donde la vida de los ciudadanos se paraliza y su libertad se ve limitada por el miedo a quedar atrapados en un fuego cruzado o una balacera entre las bandas del narco que se disputan plazas y se eliminan entre ellos.
Ese mismo México es el de Guerrero y Acapulco, con sus 43 muertos en un fin de semana; el de Mazatlán, donde estallan bombas en un centro comercial y siembran el pánico entre la sociedad civil; el de Culiacán, donde después de las 10 de la noche, en un virtual toque de queda impuesto por el miedo a los narcos, la mayoría de sus habitantes no sale a la calle para no exponerse a ser víctima de la violencia.
En el primer México, el Presidente dice que él ha tomado “al toro por los cuernos” en materia de seguridad, y que con eso hay más inversiones para el país y se aleja así a la población del miedo y de la confusión. “Los costos asociados al temor y a la incertidumbre, a la inseguridad, son mucho, mucho mayores que los costos asociados a enfrentar al problema, a tomar al toro por los cuernos y a asumir una convicción y una voluntad férrea de combatirlo y resolverlo, tómese el tiempo que se deba tomar, y tómense los recursos que se requieren para hacerlo”, dice Calderón en su visión, al tiempo que habla de un país que “será más seguro”, sin precisar cuando.
En el segundo país, muchos mexicanos se dicen cansados de la violencia y la situación de caos que se ha generado en varias regiones, donde imperan secuestros, cobros de protección de los delincuentes que controlan incluso actividades comerciales y giros negros. Ese es el México de Ciudad Juárez, donde a pesar de las acciones gubernamentales de emergencia y el traslado de medio gabinete presidencial con todo y una cauda de recursos para inversión social, la violencia no cesa y las cifras de inseguridad maquilladas por las autoridades no convencen a sus habitantes.
Es ese México el que, no sin sesgos e intereses expansionistas sobre la frontera, ven desde Washington y utilizan para presionar a una mayor incursión e injerencia de las fuerzas de seguridad estadounidenses en territorio mexicano, no como un tema de preocupación por lo que vivimos aquí —murieron 17 mil personas en tres años y no les importó demasiado y la muerte de tres de sus ciudadanos les desbordo la indignación— sino como un asunto que amenaza su seguridad interna y les complica sus negocios e intereses, sobre todo en la franja fronteriza.
Son los dos Méxicos que coexisten entre la realidad, la percepción, el optimismo oficial y el pesimismo social. Cada uno ve el que quiere ver, cada quien vive el que le toca vivir.
LA DECISIÓN DE MALOVA
Más por la presión de no quedarse a la vera y perder el respaldo de sus muchos seguidores, que por un convencimiento real de que tomó su mejor opción, el senador Mario López Valdez finalmente decidió ayer renunciar al PRI y entrar al proceso interno del PAN para convertirse, si se lo permiten y acepta las muchas condiciones que le han puesto, en candidato panista a la gubernatura de Sinaloa.
Como muy pocos priístas lo han hecho, el senador Malova jugó durante semanas en la línea de fuego de estar negociando con otros partidos, el PAN y el PRD, sin haber renunciado a su militancia priísta. Su cercanía con Manlio Fabio Beltrones y con Francisco Labastida, lo protegió en ese juego de ambigüedades que a ningún priísta se le había tolerado hasta ahora.
Porque Malova ya había decidido desde hace semanas irse del PRI, pero no lo había hecho por que se le complicó la candidatura de la alianza opositora por la pésima operación que desde el CEN panista realizó César Nava, que incendió con sus torpezas, al panismo sinaloense. Todavía a media semana, el senador priísta se decía inseguro de quemar sus naves en el PRI y se quejaba del desaseo con el que se había manejado su candidatura entre el panismo.
A Malova le pusieron los panistas 14 condiciones para nombrarlo su candidato. La primera era que renunciara al Partido Revolucionario Institucional y se inscribiera para competir con otros militantes y precandidatos del PAN en un proceso interno. Esas ya las cumplió, pero las que lo hacen dudar son las que le exigen que, si lo nombran candidato blanquiazul, el partido decidirá todas las candidaturas de diputados y alcaldes que lo acompañarán en campaña y, si llega a ganar la elección, le nombrarán desde el panismo a todo su gabinete.
“¿Y el gerente dónde lo quieren?” les había contestado hasta ayer Malova a los panistas. Y si finalmente aceptó irse del PRI y participar en un proceso interno hay dos posibilidades: o ya dobló las manos y cedió a las exigencias del panismo o, sin otra opción, decidió jugarse el resto en una elección interna que no tiene seguridad de ganar.
NOTAS INDISCRETAS…
En Tlaxcala el PRD se hizo añicos y anuló así cualquier posibilidad de recuperar el poder, tras la designación de Minerva Hernández como candidata. La diputada que apadrina el ex perredista René Arce, se impuso al resto de los grupos perredistas, incluidos los que pugnaban con una alianza con el PRI para sacar al panismo del gobierno estatal, y provocó una fractura que beneficia sin duda al gobernador Héctor Ortiz. Qué tan fracturado quedó el perredismo tlaxcalteca que hasta el ex gobernador Alfonso Sánchez Anaya, quien fuera su jefe en la Secretaría de Finanzas estatal, salió a decir que Minerva Hernández “no era la mejor opción” para la candidatura, y dejó entrever que apoyaría la campaña del candidato del PRI, Mariano González Zarur, que aparece como puntero en varias encuestas estatales… Se lanzan los dados. Tocó Serpiente.

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